Capítulo XI

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Podrá sonar muy cliché, pero ese día era el primer día del resto de mi vida. 

La mañana me parecía hermosa, resplandeciente y a pesar de haber dormido en el suelo, me sentía increíble, feliz y descansado.

Era muy temprano, apenas iba a empezar a aclarar. Me levanté del suelo donde había dormido y vi a Dalila aún durmiendo. Me sentí tan afortunado y enternecido al verla ahí con su cabello largo y oscuro haciendo contraste con las sábanas claras y su rostro, que aunque no se veía tranquilo, sí se veía precioso.

En la madrugada le había puesto todas mis mantas, sentía que la noche se había puesto especialmente fría para un humano y yo no las necesitaba para nada, le harían mejor a ella, no quería que enfermara y si ella estaba bien, yo también lo estaría.

Me levanté sin hacer ruido, fui al baño, me lavé los dientes y me di una ducha corta. Me puse la ropa rápidamente y salí de la habitación sin hacer el menor ruido, no quería despertar a mi mate, ella necesitaba descansar.

Nada más salir de ahí ya sentía que la extrañaba, pero quería traerle algo delicioso y fresco para desayunar. Salí de la casa de huéspedes silbando y tarareando, algo que no recordaba haber hecho desde que era un niño.

No conocía bien el pueblo, pero buscaría dónde comprar algo fresco y exquisito a esta hora de la mañana y encontré una panadería que apenas estaba abriendo. El olor de comida recién hecha me hizo dar cuenta de un hambre que no sabía que sentía.

Entré y pedí de todo lo que tenían disponible para llevar. Siendo un lobo comía en grandes cantidades pues era grande y mi metabolismo acelerado; además, no sabía qué le podía gustar a Dalila y quería tener varias opciones para ofrecerle.

Me fui de ahí satisfecho, con muchas cosas para comer con mi mate y aunque tenía mucha hambre, quería esperar a estar con ella para que desayunáramos juntos.

Volví a la casa de huéspedes, a la habitación que ocupaba con ella, entré intentando no hacer ruido, por si seguía durmiendo, pero la encontré saliendo del baño. Se había cambiado y estaba con el cabello húmedo, obviamente había tomado una ducha.

Se veía espectacular, tan radiante, tan hermosa, dejando su aroma impregnado por toda la habitación, hasta podía sentirlo en mí mismo y me encantaba. Su rostro se veía triste, algo cansado, pero no por eso menos bello. Yo entendía que le iba a tomar algo de tiempo sobreponerse, pero estaría ahí para ella, para ayudarle, por siempre.

"¡Dalila! Buenos días preciosa. Despertaste temprano, pensé que dormirías más. ¿Cómo amaneciste? Veo que muy bien, te ves tan linda." Puse las cajas y bolsas que había traído conmigo y había empezado a desempacar todo. Tenía hambre y de seguro mi mate también.

"Sí, bien." me respondió, muy seria.

"Me alegro mucho. Mira, traje el desayuno. Compré varias cosas porque no sabía que preferirías. Hay cosas dulces y saladas. Traje té, café, chocolate caliente y jugo de naranja fresco. ¿Quieres venir a ver? Para que elijas primero."

"¿Qué hora es?" me dijo sin siquiera mirarme

"Las 7:30. Es temprano aún para ti. No hay nada planeado en la mañana, así que si quieres puedes desayunar y después dormir algo más. Creo que no pudiste descansar bien anoche." Ojalá esta vez me escuche y de verdad coma y descanse, es obvio que lo necesita.

"No debiste traer más comida, quedó de la mucha que trajiste ayer. Es un desperdicio y no acostumbro a desperdiciar comida. Para un humano cuesta mucho ganarla."

Me sentí mal por lo que dijo. Sé que, aunque por lo general, los humanos no mueren de hambre, la mayoría no tiene una vida fácil, y entre esos estaba mi mate.

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⏰ Última actualización: Jun 07, 2023 ⏰

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El síndrome de GrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora