La chica de los rizos.

Capítulo 3.

Aun recuerdo el drama que hicimos Max y yo cuando el descubrió que se iba a mudar de casa, pues resultaba casi imposible planear salidas tan frecuentes como las que teníamos ahorita, de prácticamente todos los días, y díganme, quien iba a imaginar (Inclusive dentro de los famosos márgenes de probabilidades que Max realizaba para casi todo) que terminaríamos siendo vecinos, pero cuando digo vecinos no me refiero a vecinos de vivir en la misma colonia, me refiero a ser vecinos de tener las dos putas casas pegadas, con el tiempo he aprendido a vivir con eso, al principio era una maldita tortura, al punto de no quererlo ni ver al pobre chico, a pesar de eso, todo tiene sus pros y contras, y una de las cosas que más me gusta acerca de vivir tan juntos era que la mayoría de las noches, me quedaba dormida escuchando las canciones que el tocaba en guitarra, era simplemente genial, también, en ciertas ocasiones nos veíamos por la ventana.

Era un Viernes por la tarde, un frió Viernes, me gustaba cuando los días eran así, eran apacibles, tranquilos, y fáciles de disfrutar, tomé una chamarra, mi teléfono, y salí de mi casa, di unos cuantos pasos, y ya había llegado a la casa de Max, me limité a estirar mi brazo para alcanzar el timbre, lo toqué, y esperé unos momentos, Max abrió la puerta, al verme sonrió, le devolví la sonrisa.

-¿Qué pasó?- Preguntó con ese tono de voz que la mayoría de las personas tienen después de no hablar tras largos lapsos de tiempo.

-Que si tenías unas pastillas para dolor de cabeza.-Dije sarcásticamente, debido a que mi propósito ahí estaba mas que claro, al parecer Max no había entendido mi sarcasmo, y se dirigio hacia el baño, el cual quedaba exageradamente cerca de la puerta.-No bobo, era una broma, ya sabes a que vine, ¿Podrás salir?

-Claro- Respondió Max sin muestra alguna de sentimientos, solo un seco conjunto de letras que formaban una palabra, tomó una chamarra que estaba en el respaldo de uno de sus sillones, y salió, nos dirigimos al parque, y comenzamos a ver figuras en las nubes, en las mas obscuras, claro, ya que el cielo no nos permitía visualizar la parte azul, el se recostó pecho-tierra sobre el pasto, recargó su cara sobre su brazo, y cerró los ojos, parecía muy calmado, me acerque y me acosté de lado sobre su espalda, podía escuchar su respiración, era tan... calmada, contrastante con él, que podría incluso parecer una melodía.

-Suena extraño.-Articulé.

-¿Extraño bueno, o extraño malo?- Preguntó él.

-Extraño como tú.-Respondí, Max puso una cara de confusión, como podía ver mi respuesta no respondió su pregunta, mas sin embargo, el no volvió a preguntar nada sibre mi comentario, yo creo que temia la respuesta- Es gracioso.

-¿Por qué piensas que es gracioso?

-Cuando hablas tu cuerpo hace sonidos muy graciosos, muy peculiares, muy...¿Cuál es la palabra?

-Fuera de lo normal.-Sugirio él.

-Esa no es solo una palabra.- Observé- Pero funciona..- Terminé de decir entre risas.

-Lo sé.- Recalcó- Me gusta cuando te ríes.-Dijo cambiando el tema, me gustaba que cambiara el tema tan rápido, era genial, hacía que yo no tuviera que pensar en que mas hablar, me gustaba hablar con él, porque cambiábamos de tema cada cinco minutos, pero no eran temas huecos, de hecho me parecía muy curioso, la manera en la que a pesar de que nuestras conversaciones fueran tan cortas, tenían argumentos que podrían hacer cambiar de opinión a cualquier persona que sea ferviente creyente de que las personas que opinan igual que el de mayor poder, pues según ellos, tienen mas probabilidades de salir ganando.

-A mí no me gusta mi risa- Dije un poco avergonzada.- Me parece muy chillona, y en ciertas ocasiones muy grave, no lo sé, es extraña, extraña mala.

-Claro que no, no lo es.

-Bien.- Dije tratando de terminar la conversación la cual estaba tomando Max, y como tema principal era mi risa, no quería hablar cinco minutos acerca de los tipos de risas o estupideces asi, sé que he dicho anteriormente, que me gusta hablar de estupideces con Max, pero no de temas tan estúpidos.