VI. Feliz navidad

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El día que Sherlock tanto había esperado por fin estaba aquí. Su día favorito del año: navidad. Aunque en realidad, faltaban veinticuatro horas para eso. No le importaba, ya que ese día empezaba la celebración en la mansión Holmes, y era el día en el que volvería a ver a los hermanos después de dos semanas. En la última visita que había hecho, William le había pedido que no los visitara de nuevo hasta Nochebuena. No entendía muy bien el porqué, pero el rubio le había prometido que la espera valdría la pena.

Se despertó temprano -aunque para ser justos, poco era el tiempo que había pasado dormido-, y se dirigió directamente al cuarto del azabache mayor. La emoción no cabía dentro de sí: tenía que compartirla con alguien. Entró bruscamente y sin perder ni un segundo, subió en la cama y comenzó a saltar sin reparo alguno.

- ¡Hoy es navidad, Mycky! Levántate, tenemos que irnos.

- Sólo es nochebuena, Sherlock. Todos los años te digo lo mismo. -Dijo mientras se aferraba a las sábanas y se daba la vuelta.- Aunque este en particular te ves más entusiasmado, ¿tanto te emociona poder ver a tu amigo?

- No es sólo eso. -Refutó, al fin deteniéndose un momento y cruzándose de brazos, pero con un tenue sonrojo en las mejillas.

- ¿Ah, no? -Aprovechó la ocasión para molestarlo un poco, antes de sujetarlo por los hombros y tumbarlo de nuevo en la cama, iniciando un ataque de cosquillas. Sherlock recordaba ese momento como uno de los más tiernos que habían pasado juntos, aunque no lo admitiría.



El rubio mayor observaba por la ventana, visiblemente impaciente. En sus manos yacía una pequeña caja, adornada con un simple listón azul. Había tardado dos semanas en terminar el que sería el primer regalo de navidad que le daría a un amigo, y más o menos dos horas en terminar de descifrar cómo envolverlo, pues desafortunadamente las manualidades no eran su plato fuerte. Justo cuando comenzaba a dudar por enésima vez, el repiqueteo de los cascos se hizo presente al fondo de la avenida. Reconoció de inmediato el escudo azul grabado en la madera del carruaje, y no mucho después, una antenita pelinegra se asomó por la ventana de este. Sonrió entonces, y bajó corriendo las escaleras junto a Louis, quién llevaba igualmente un regalo.

Cuando el vehículo se detuvo, Sherlock abrió la puerta y de un salto bajó hasta donde estaban los niños.

- ¡Liam, Louis, los extrañé mucho! -El pequeño no tardó en lanzarse a abrazarlos, antes de que el más pequeño lo apartara. Le resultó imposible no notar el regalo que William llevaba consigo, y sentir curiosidad por saber a quién se lo daría.

- Liam, ¿para quién es el regalo? -Preguntó mientras lo sostenía con cuidado, observando el moño perfectamente atado en la parte de arriba. Al subir de nuevo la mirada, encontró que las mejillas del rubio se habían encendido un poco mientras miraba a otro lado.

- Es para ti, por supuesto. -Respondió tratando de no sonar avergonzado.- No lo abras hasta mañana.

- No lo haré, muchas gracias Liam. -Respondió con una tierna sonrisa, y lo abrazó de nueva cuenta.

- Liam, ¿qué estás pensando? -El de zafiros preguntó con curiosidad. Su amigo se había mantenido callado durante la cena, y sólo asentía a cada tontería fugaz que Sherlock mencionaba de vez en cuando.

- Nada en particular, sólo recuerdos. -Su expresión, sin embargo, reflejaba algo mucho más profundo. Sabía que no debía preguntar más de la cuenta en momentos como ese, así que sólo pensó en una forma de animarlo.

- Espérame aquí, ahora vengo. No te muevas. -El rubio, confundido, se levantó para mirar a través de la ventana unos minutos. A pesar de que su situación había cambiado drásticamente, estas fechas siempre le recordaban las dificultades por las que habían pasado Louis y él antes de conocer a Sherlock.

Perdido en sus pensamientos, casi no notó la puerta abriéndose y a Sherlock entrando rápidamente. Traía consigo una caja de regalo, similar a la que él mismo había envuelto, pero con distintos colores.

- Es para ti. Pensaba dártelo mañana, pero prefiero que lo abras ahora que estás triste; quizás te alegre un poco. -Explicó mientras depositaba el presente en sus manos, sosteniendolas en las suyas por un momento. Enternecido, el niño aceptó la caja y la abrió con cautela. Cuando vió el contenido, sus ojos brillaron.

- Es el libro que quería... Lo recordaste. -No perdió tiempo y lo sacó de la caja, contemplandolo mejor. Se trataba de una guía de álgebra avanzada que Liam había estado buscando. Al parecer, era muy costosa y casi ninguna biblioteca de la ciudad la tenía en existencia.

- Desde que lo mencionaste supe que sería el regalo perfecto; sé lo mucho que te gustan las matemáticas. Estoy seguro de que algún día llegarás a ser un gran profesor y harás grandes descubrimientos. Quería ser parte de ese camino, aunque fuese un poco. Feliz navidad, Liam.- Apenas terminó la frase, el rubio lo atrajo en un abrazo, que esperaba que fuera suficiente para demostrarle cuánto lo quería y agradecía el regalo. El rostro de ambos ardía y sus corazones palpitaban con fuerza, aunque ninguno supiera aún la razón.

- Bueno, ya me has dado tu regalo. Supongo que lo justo es que abras el mío ahora. –Señaló William entregándole la caja que había estado resguardando con tanto cuidado desde hacía semanas. Lucía un poco nervioso, pues no sabía si el presente sería de su agrado, pues supuso que el chico estaba acostumbrado a recibir obsequios costosos. Aún así, sólo él sabía cuánto se había esforzado en terminarlo y el cariño que contenía.

El pequeño azabache no perdió tiempo en abrir la cajita, emocionado por descubrir su contenido. Cuando vió dentro, su semblante se iluminó. Dentro de la caja se encontraba un conjunto de un gorrito y bufanda, ambos tejidos a mano. Liam tenía muy presente su color favorito, y aunque no contara con mucho presupuesto, se había dedicado a buscar hilos del mismo tono de azul que las prendas que usualmente vestía. Sherlock solía tener siempre las manos frías por un leve problema de circulación, así que el rubio pensó que sería el regalo perfecto para él. Más adelante decidió agregar el gorrito, porque pensó que su amigo se vería muy tierno llevando prendas a juego.

- Liam, son hermosos. Ya no tendré las manos frías. Muchas gracias. –Dijo mientras se apresuraba a ponerse las prendas, sonriéndole ampliamente.– ¿Cómo me veo?

- Lindo, a decir verdad. –Admitió nerviosamente, mirando hacia otro lado para evitar que el momento resultara incómodo. Sherlock, totalmente ajeno a esto, se lanzó a abrazar a su amigo sin reparo alguno. Quería expresarle toda su gratitud.– Me alegro que te gustara, la verdad estaba algo nervioso.

El resto de la estadía resultó tranquila. Todos abrieron un par de regalos más, cortesía de los señores Holmes. Esa fue la primera de varias navidades que el trío compartiría, y la que más recordaban con ternura y nostalgia. Más el tiempo vuela y pronto aquellos días de juego quedarían en el pasado. Pero ni siquiera el implacable paso de este lograría romper los lazos que aquellos pequeños compartían.

A Sudden Meeting || Sherliam/YnMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora