V. Nuevo Hogar

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El ambiente ya había enfriado para cuando llegaron a la estancia Holmes. Las nubes amenazaban con soltar todo su contenido sobre la ciudad, y el pronóstico decía que el diluvio duraría al menos dos días. El padre de Sherlock los recibió una vez que llegaron, indicándoles que podían pasear por donde quisieran, una vez que todos fueran revisados y atendidos. Hudson, la joven niñera del menor de los Holmes, se encargó de esto y de supervisar al trío en sus juegos, ya que especialmente Sherlock era propenso a meterse en problemas a causa de su exceso de energía y curioso cerebro. Esta se sorprendió cuando vió lo mucho que el pequeño cuidaba de sus nuevos amigos, sacándole una sonrisa más de una vez.

No pasó mucho para que el sueño se hiciera presente, haciendo que sin quererlo, los tres chicos cayeran rendidos en el suelo de la habitación. Se habían pasado la tarde jugando afuera; hicieron muñecos, una guerra de nieve, escondidas. Sólo se detuvieron cuando al fin empezó a llover, tomando un breve descanso para almorzar. A pesar de que al principio Louis se sentía algo incómodo en un lugar tan grande y ajeno, logró acostumbrarse después de un tiempo. La señorita Hudson sólo pudo enternecerse cuando descubrió la escena, incluso cuando el trío había dejado juguetes regados por todas partes que luego ella tendría que recoger. Uno por uno, colocó a los infantes en la enorme cama del cuarto, cerrando la puerta al terminar.

Hubieran mentido si dijeran que la comida no se veía apetitosa, aunque al principio se hubieran negado a la invitación de quedarse a cenar. De todas formas, afuera seguía lloviendo a mares. Sherlock estaba emocionado, ya que por fin había llegado la hora de saber la noticia que su hermano había mencionado. Sabía que no era algo demasiado importante o privado, ya que su padre no le hubiera permitido a sus amigos quedarse de ser así. No solía ponerles mucha atención a sus padres cuando hablaban de esos temas complicados, aunque era perfectamente capaz de entenderlos; le parecían aburridos.

- Sherlock, hijo, tengo algo importante que decirte. -El dueño y mayor habitante de la casa tomó la palabra enseguida-, aprovecharé que tus amigos están de visita. Finalmente, un orfanato ha aceptado nuestra solicitud.

El menor ya tenía una idea de lo que se trataba  antes de que su padre terminara la oración. Este miró instintivamente a William, que yacía en el asiento junto a él. Quería comprobar si este se encontraba tan emocionado como él mismo.

Sus miradas conectaron entonces. Ambas brillaban; llamas implacables en los orbes del rubio, y un océano agitado en el azabache. Incluso Louis se veía feliz, una sonrisa sincera que decoraba su semblante usualmente serio. Ese fue el día que precedería una vida llena de aventuras en aquel trío. Ninguno de los pequeños tenía idea de que el destino los haría acabar de una forma tan inusual en el futuro.

Al terminar de cenar, y en vista de que el diluvio no parecía menguar, el señor Holmes ordenó que prepararan una habitación para ambos chicos. Sherlock había expresado su molestia, ya que quería que sus amigos se quedaran con él. Su padre no tuvo más remedio que explicarle de nuevo lo que significa la privacidad y el espacio personal. A regañadientes, el pequeño dejó de insistir y se fue a dormir. Él mismo pensaba que quizás estaba siendo demasiado posesivo, y que eso podría llegar a ser molesto. Lo último que quería era incomodar a Liam y que este dejara de querer estar con él o le pidiera que no los visitara más.

Fue así como después de unos días la familia Holmes acompañó a los hermanos a conocer el orfanato el cual sería -posiblenente- el único hogar decente que conocerían. Al entrar fueron recibidos por la dueña del lugar, la señorita Irene. Ella era la fundadora de aquel orfanato y de algunas otras campañas dedicadas a la ayuda comunitaria; a William le resultaba familiar por alguna razón.

- Bienvenidos, ustedes deben ser los Holmes. -Saludó la joven con una sonrisa. Posteriormente, se agachó un poco para estar a la altura de los niños.- William, Louis y...

- Sherlock Holmes. Soy su mejor amigo. -Dijo el pelinegro, agarrando la pequeña mano del rubio.

- Ya veo, ciertamente parecen ser muy cercanos. -Recalcó la mayor poniéndose de pie, mientras les indicaba que entraran.

La visita que pretendía ser rápida se convirtió en un recorrido que duró cerca de una hora. En el camino, muchos niños se acercaron a los recién llegados, curiosos de saber quiénes eran. Al final, Irene les señaló dónde sería su habitación y les propuso que fueran a instalarse mientras conversaba un poco más con los padres de Sherlock.

- Sherly, ¿puedes poner esto allí? -Dijo el rubio, entregándole un dibujo.

Estaban solos en la habitación. Louis se había ido a jugar con una niña que había conocido durante el recorrido por el patio del orfanato. Sherlock tomó la hoja con una sonrisa, al reconocer la imagen.

- ¡Mi dibujo! Aún lo conservas. -Expresó con emoción sosteniéndolo en alto. Era un retrato de ellos dos que el zafiro había hecho hace ya varios meses, y se lo había obsequiado a su amigo.

- Por supuesto, Sherly. Me lo diste tú, ¿cómo podría perderlo? -Contestó de forma casual, mientras se tumbaba boca arriba en la cama. Gracias a esto, no vio el ligero color rosado en las mejillas del otro pequeño, que observaba con detenimiento el dibujo.

- Liam. -Lo nombró de repente, se había sentado junto a él en la cama. El contrario volvió su vista a él, en señal de que lo escuchaba.- ¿Estaremos juntos por siempre, verdad?

- Pues claro que sí, somos mejores amigos. Jugaremos todos los días, te ayudaré en tus tareas, te curaré si te caes y te daré un abrazo para que dejes de llorar.

- Ya no soy un bebé, Liam. Sólo los bebés lloran cuando se caen. -Refutó, frunciendo el seño- Voy a ser un niño grande y fuerte para protegerte a ti y a Louis si alguien quiere hacerles daño, por eso debo comer muchas verduras.

El escarlata sólo atinó a sonreír ante sus palabras, prometiendo que él también haría lo posible por crecer grande y fuerte. Fue entonces su turno de sonrojarse cuando el pelinegro lo abrazó por detrás, antes de que ambos regresaran donde los demás para despedirse.

- ¡Prepárense, voy a visitarlos pronto! -Gritó mientras se despedía con la mano desde la ventana del carruaje en movimiento.- Hagan muchos amigos para jugar la próxima vez que venga.

Los hermanos lo imitaron, antes de girarse para entrar de vuelta con los demás.

A Sudden Meeting || Sherliam/YnMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora