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AINHOA

6 años antes.





La noche era oscura, se estaba cerrando, no pare los pies, simplemente corrí todo lo que mis piernas pudieron soportar, alejándome de todo, de mi casa, no aguantaba más. La soledad, era dolorosa y bonita a la vez.

Un rayo cruzo el cielo, el temblor del frío calaba cada parte de los huesos, las primeras gotas, cayeron, humedeciendo él pelo. Coloqué la capucha para no mojarlo. 

Estaba lejos de mi hogar. Me pare a recuperar el aliento. Mis pulmones volvieron a llenarse de oxigeno lentamente. El vaho salía por la boca. Llore con fuerza, mientras me mojaba. El tiempo estaba igual que mi alma, desatando un caos. No me había dado cuenta de que el agua ya me llegaba por los tobillos. Y mi ropa estaba calada. Me abrace a mí misma por el frío que tenía. Está vez andando me deje arrastrar por mis pies de vuelta por donde había venido.

El ataque de ansiedad, había ido calmándose, ahora sentía miedo, miedo real. Estaba sola totalmente, era peligroso. No lograba caminar más rápido. Estaban entumecidos, aun así no aminoré la marcha.

De repente, un montón de agua golpeo contra mi cuerpo, proveniente de la carretera, mire a las luces de los faros de un coche, que había pegado un frenazo, la causa por la que aún estaba más empapada.

Un chico de uno metro noventa salió del vehículo. Mire atónita, luego el pánico me subió hasta la garganta.

— ¿Estás bien?  —hay estaba la pregunta que todos hacían y yo ya odiaba.

—Estoy bien —dije agotada.

—No pareces estarlo —miro mi cuerpo de arriba abajo.

Odiaba que hicieran eso, las náuseas volvieron a amenazar con salir. No aparte la mirada y trague grueso.

—Si quieres, te puedo acercar a casa, no deberías andar sola y menos con la que está cayendo —carraspeo su garganta.

Tenía razón, Alicante era una ciudad muy peligrosa, más de noche. Pero no me fiaba de nadie.

—No gracias, estoy bien —volví a poner rumbo, pero sus manos me sujetaron.

—Venga por favor, déjame al menos acompañarte a casa.

Sopese mis opciones, sí seguía así tardaría más de una hora en volver, a pesar que solo estaba a veinte minutos.

—Está bien —dije al fin.

El coloco su chaqueta por encima de mí, mientras ponía a alta potencia la calefacción.

—¿Cómo te llamas? —dijo después de unos segundos de silencio.

—Ainhoa —dije tímidamente.

—Bonito nombre —sonrió y me miro de reojo—. Aron, encantado.

Sus facciones eran perfectas, su pelo castaño tirando a negro, bien peinado. Me ruborice al estar examinándolo con esa curiosidad.

—Ahora enserio, ¿Qué te traías entre manos?, estabas sola y estas demasiado lejos de tu casa —dijo sin quitar el tono amable, no le dije exactamente donde vivía solo las proximidades.

—Dando un paseo nocturno —intente sonreír pero era obvio que no quería decir la razón.

El coche fue yendo más despacio, y vi que estábamos llegando a mi destino. Un ataque de ansiedad de nuevo ataco mis pulmones. Todo se volvió negro, no me entraba oxígeno, sudaba y estaba paralizada.

—Tranquila —susurro en mi oreja.

Me dio lentamente las fuerzas para que no fuera a más. Y cuando lo conseguí, me di cuenta que estaba llorando abrazada a aquel chico.

Muerta de la vergüenza le mire, pero el volvió a dedicar esa sonrisa.

—Está bien, Ainhoa. No hace falta que te disculpes.  Ahora tienes que regresar a casa— dijo animándome aunque en sus ojos vi la preocupación.

—No quiero irme —casi suplique.

Sus brazos no dejaron de abrazarme. Como si los dos necesitáramos ese momento.

Es complicado de definir, pero a veces la gente que no conoces de nada te salva de la nada y sin entender el por qué.

—Puedes venirte conmigo, si quieres —dijo separándose, tensando  cada musculo  de su cuerpo.

Vi la realidad de mi entorno, si no volvía a casa mis padres se preocuparían, ya no quería dar más molestias.

—Lo siento, pero en verdad sí que debería volver —me separe del todo de él.

—De acuerdo, Ainhoa, si necesitas algo aquí tienes —me tendió su número de teléfono en un papel.

—Gracias —dije temblando y saliendo del coche.

—Espero volver a saber de ti —cerré la puerta y el arranco el coche desapareciendo de mi vista.

Odiaba que la gente viera como me derrumbaba pero no lo pude evitar. Por un momento en sus brazos me sentí bien.

Corrí los pocos metros que me quedaban y entre en casa. Todo estaba apagado. Seguro que mis padres estaban descansando mañana les tocaba trabajar. Mi hermano mayor estaría por ahí con sus amigos. Me cole en silencio hasta mi habitación.

Cuando me coloque el pijama y estuve debajo de la colcha, cogí mi móvil y añadí su número. También me di cuenta que estaba escrita su cuenta de Instagram.

Me quede observando sus fotos hasta que el sueño me venció.

Me quede observando sus fotos hasta que el sueño me venció

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Un mar entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora