AINHOA.Esa noche pude dormir un poco mejor, el calor ya noera tan sofocante, y me recordaba que en dos semanas tendría que volver al instituto, o jaula de aprendizaje, según como lo miraras.
Me levante bastante pronto para lo que soy. Saludo a mi madre con un beso. Mi padre no estaba en casa, mi hermano seguro que abría pasado la noche en casa de alguna amiga especial.
Logre tener una conversación alegre con mi madre, sé que estaba muy preocupada por mí. Tampoco sabría cómo afrontar toda esta situación. Pero a veces una solo se puede salvar de sí misma.
Y yo tampoco podía salir a flote por mi propio pie. Después de comer, hice mi rutina diaria, que consistía en treinta abdominales y las mismas en sentadillas, encerrarme a escribir, ponerme al día con mis redes sociales, seguir durmiendo.
La pesadillas volvieron a inundarme, las lágrimas igual, con ello. Al despertarme de golpe y mirar a la mesilla, vi que mi teléfono, marco que tenía una nueva notificación.
Con los ojos achinados, deje que la luz de la pantalla iluminara mi cara, me metí en mensajes. Era él, se disculpaba por quedarse dormido. Pero no le culpaba era normal.
Después de intercambiar algunos mensajes, me dispuse a fumar, a escondidas como siempre. Luego me perdí en las páginas de un libro. No es que especialmente me gustara leer pero me hacía olvidar de mi vida de mierda.
La noche llego sin previo aviso, de nuevo en la oscuridad. Esa noche casi apenas cene como siempre y aun después de discutir con mis progenitores, me encerré en mi habitación, conecte los cascos y volví a fumar.
Vivíamos en una casa, de una urbanización, dentro de la ciudad. La ventana de mi cuarto estaba en la segunda planta. Tenía que tener mucho cuidado con las colillas para que no cayeran encima de la cabeza de los vecinos. Algunos se quejaban de que había muchas, prácticamente era más por mí que caían casi todas en la misma dirección.
Esa noche era demasiada tranquila a mi gusto, porque una vez más había claras muestras que el turismo estaba bajando, quedaban los que aprovechaban las ofertas de última hora para escaparse a la playa.
Eche ambientador en mi cuarto, y me vestí con un vestido negro. No me gustaba para nada los colores llamativos, todo mi vestuario era azul y negro. Mis colores favoritos.
Salí con cuidado de que no me pillaran e hice el mismo paseo que el día anterior. Pero esta vez, me camufle y fui directamente por la arena, descalza. Viendo como los colores que más me gustaban se entre mezclaban.
Me senté a contemplar y escuchar el rugido del agua. El teléfono sonó, comprobé quien era, algunos eran de mi madre, otros de mi padre. Y al final un mensaje de Aron desde Instagram. Aún no había decidido a hablarle por Whatsapp. Decía que había salido por la zona de playa. Por si queríamos quedar un rato. No me lo pensé dos veces, dije que sí.
La soledad era bella, pero algo en el fondo de mi corazón me tiraba a querer relacionarme con él.
No tarde en notar su presencia a mi lado.
—No deberías estar a estas horas solas aquí— miro al fondo dirigiendo una sonrisa.
Era delito ver a una persona con una sonrisa tan perfecta.
—Nadie me echaría de menos si desapareciera—dije seria, si dirigirle la mirada.
—Yo sí que lo haría—sonrió sin alegría.
—No me conoces de nada, claro que no lo harías— me queje y esta vez sí que le mire.
—Ainhoa—sus palabras quedaron atragantadas en un silencio atronador—. No sé qué te paso. Ni porque hay tanta tristeza en tus ojos. Pero a partir de hoy no estarás sola.
—Lo estoy, siempre lo estaré soy un desastre—procese sus palabras pero no me creía ni una. Era demasiado difícil.
Me levante sin pensarlo dos veces y arrastre mis pies hasta que el agua congelada toco mi fina piel.
Su mirada estaba clavada en mí desde atrás lo notaba. Pero ya nada me podía parar, poco a poco me fui introduciendo en el agua.
No dijo nada, pero note que también se acercaba, podría ser perfectamente la hora del demonio, una buena para morir. Grite agonizando y de un liguero impulso salte contra una ola, que me trago.
Los pulmones se llenaron de agua salada, y mis ojos escocían. Pero seguí hundida, aunque metafóricamente también lo estaba.
Unos minutos más tarde, tuve la sensación de que una bomba de aire me llenaba de vida.
Cuando abrí los ojos tenía a Aron sujetándome el cuerpo que temblaba contra sus brazos.
—No vuelvas a hacerlo, Ainhoa, la marea puede ser traicionera, y no quieres morir, tú y yo lo sabemos—su voz era calmada mientras me dejaba a su lado tumbada esta vez en la arena no en sus brazos, luego hizo lo mismo.
El silencio se instaló en el ambiente, solo se escuchaban nuestras respiraciones agitadas de los nervios.
—No sabes nada de mí—contraataque al tiempo.
—Se lo suficiente de ti, para saber lo que estás pasando sin que me lo digas —dijo agarrando mi mano.
— ¿Por qué haces esto? —me aparte de su caricia.
— ¿El qué? —esta vez los dos nos regresamos a mirar.
—Ayudarme —dije como si fuera todo un delito hacerlo.
—Porque puedo y quiero Ainhoa —afirmo calmadamente.
—Gracias —que más podría decir, no me gustaba ni un pelo confiar pero me sentía en paz al estar a su lado.
Cuando estuve algo más seca y la mitad de la arena también seca se había secado me acompaño hasta la puerta de casa.
—A cualquier hora, todo lo que necesites voy a estar ahí —me abrazo y con una sonrisa se dio la vuelta y se marchó.
Era un chico muy misterioso, pero estaba siendo un faro que me iluminaba cuando estaba pérdida en el océano de mi caos.
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Un mar entre tú y yo
Romance¿𝘼𝙡𝙜𝙪𝙣𝙖 𝙫𝙚𝙯 𝙩𝙚 𝙝𝙖𝙨 𝙚𝙣𝙖𝙢𝙤𝙧𝙖𝙙𝙤 𝙙𝙚 𝙪𝙣 𝙞𝙢𝙥𝙤𝙨𝙞𝙗𝙡𝙚 𝙮 𝙢𝙖́𝙨 𝙨𝙞𝙚𝙣𝙙𝙤 𝙢𝙚𝙟𝙤𝙧𝙚𝙨 𝙖𝙢𝙞𝙜𝙤𝙨? Ainhoa se encuentra en un mar pedido de lágrimas sin sentido, la ansiedad la puede cada noche. Su vida está llena...