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ARON.

La alarma sonó y pegue un puñetazo a la almohada perezoso y cabreado. Antonio, estuvo toda la noche follando con no sé qué chica nueva que conociera en algún bar de carretera.

Esperaba que yo acudiera y organizara algo que debería estar él pendiente.

Así era mi tío, ya estaba acostumbrado a que pasara esto. Sin detenerme más me vestí a toda prisa y salí lo más rápido que pude del apartamento.

Al llegar a la fábrica ya había gente trabajando. Baje a la zona de control. Después de gestionar como segundo jefe al mando algunos asuntos me puse en mi zona de trabajo. Mis compañeros empezaron a bromear de asuntos de tías. Yo pensé en Ainhoa, aunque no añadí nada a la conversación. Todo eran bromas de culos y tetas, de cuál de sus compañeras de cama estaba más buena. Eran buenos muchachos, muy salidos, no eran cabrones y por eso medio aceptaba unirme a su grupo.

—Uno que yo me sé, ha dejado de venir con nosotros, por asuntos que no sabemos ¿Verdad? —dijo Gabriel uno de los mejores amigos que tenía.

Era un año mayor que yo entro como mecánico muy selectivo, y me alegraba de haberle contratado, hacia las jornadas más divertidas. Se estaba refiriéndome a mí y no hice mucho caso. No iba a dar más detalles de lo debido. Lo de Ainhoa y yo tenía que quedar en secreto.

No porque me avergonzara, ni por nada del estilo, simplemente quería protegerla de mi entorno, sabía que ellos no la criticarían, es más le caerían bien, igualmente sabía que Ainhoa no quería conocer a más gente.

—No te hagas el loco Aron ¿Hay alguien? — pregunto de nuevo muy atento a mí reacción.

—No, simplemente estoy intentando dejar de fumar esa mierda —dije muy poco convincente, todos sabían que colocarme era la forma de escapar de la realidad de mierda.

—Venga tío, esta noche nos van a traer de la buena, vamos a por un cubo de cervezas — los demás le dieron la razón e intentaron animarme.

Éramos un grupo de cuatro, Gabriel y Marcos tenían los veinte años. Yo y Jorge teníamos diecinueve, yo era de Abril y el de Agosto, así que no era el menor de todos.

Ellos eran lo más parecido a una familia, pero no lograba estar muy acorde dentro del grupo. Ellos llegaban a casa y tenían una familia. Solo tenían que preocuparse de ganar dinero para mudarse a un piso, para seguir estudiando. Cada uno vivía y el trabajo era responsabilidad y deber, no una cárcel.

Todos me respetaban, como jefe y como compañero, hasta aseguraría que me tenían cariño como amigo. No sabían ni la mitad de mí, solo los rumores de la empresa. La mitad verdad, pero nunca se metieron ni indagaron en el tema. Agradecí que no fueran unos interesados y cotillas. Por eso me caían bien. Aún que también sabía que en estas paredes no podrían las manos en el fuego por mí. No los podía culpar, ya que un expediente en el currículo acabaría cerrando muchas puertas a su futuro profesional. Y la mitad aspiraba a más que ser fabricante de coches, ya que se les añadió en la plantilla como mecánicos recién salidos al mercado laboral. Para que cogieran experiencia. Menos Gabriel, al que consideraba mi hermano por encima de los demás.

Antonio tenía muchos contactos, no sé dónde saco a esos chicos, me alegraba de que estuvieran allí, aunque no me extrañaría que sus contratos estuvieran manchados de pactos oscuros.

—Está bien, quedamos —dije después de meditar mis posibilidades.

De verdad tenía mono de fumar hierba, también quería ver a Ainhoa, peso más irme a fumar. Necesitaba liberar la ansiedad que me torturaba. De verdad la llamaría para traerla conmigo, pero era imposible.

No vi que se presentara en la empresa, entonces tuve que encargarme yo de cerrar, ya no pude ir directamente con los amigos. Atreví a entrar por la puerta rezando que no estuviera. Allí estaba, con un vaso lleno de licor en el sillón echado.

—¿Qué tal las cosas? —pregunto escuetamente.

—Bien, han salido dieciocho coches perfectos a la venta —dije tirando las llaves en el cajón del mueble al lado de la entrada.

—Necesitamos que salgan más o este mes no saldrán las cuentas —pensó a la vez que me regañaba.

—Se hace lo que se puede, hay materiales que han tardado en llegar, las plantillas han escaseado, gracias a las vacaciones de finales —argumente manteniendo toda la calma posible.

—Ponte las pilas Aron, no querrás que tío se enfade —no me miro mientras cambiaba distraídamente de canal, también guardando su enfado que se empezaba a notar en la venas de su cuello.

—¿Qué quieres que haga Antonio? Es tu empresa no la mía, tú debes poner orden en los horarios de tus empleados y buscar personal de reemplazo —me di la vuelta con ganas de marcharme.

—Aron, me estas cabreando, mañana quiero que lleguemos a la mitad de los coches de hoy, o sabes lo que pasara —otra vez estaba con sus amenazas.

—Encárgate tú ¡Maldita sea! —grite sin control.

No hizo falta una palabra más para que mi tío, me golpeara con la mano abierta.

—Jovencito, cuida tu tono de voz, me debes un respeto, te doy hogar comida y trabajo y es mucho más de lo que te mereces —dijo cuándo se acercó tanto a mi cuerpo, retándome con la mirada.

Yo podía acabar con él en menos de un minuto si quisiera, era más bajo que yo, ya tenía barriga de cervecero y ricachón. Pero si me atrevía a ponerle una mano encima haría más de mi vida un infierno. Le tenía miedo y siempre iba a ser así.

Me había criado con un monstruo que no solo habitaba en las pesadillas que creías que se escondían detrás del armario. No mi vida era literalmente una pesadilla mientras siguiera bajo su mando y así iba a ser desgraciadamente hasta que muriera, Aun así no estaba muy seguro de que quisiera su herencia.

—Y tu mereces morir tío —espete con mucha rabia.

Entonces los golpes llegaron a mi cuerpo, ni si quiera me intente defender, sabía las consecuencias. Cuando ya había dejado unas cuantas contusiones y se había tranquilizado, me levante del suelo no sin una mueca de dolor terrible y desaparecí. Esa noche acabaría en el coche en la casa de Gabriel. Que vivía solo. Era el único que se lo podía permitir. Por eso siempre acabamos en su casa.

Cuando llegue la fiesta había empezado. No preguntaron, y nos divertimos. Fume y bebí tanto que acabe en la cama con una chica rubia que a la mañana siguiente no me acordaba ni de su nombre.

Un mar entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora