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AINHOA.


Me duele, claro que me duele que se haya dado cuenta del simple hecho de que tengo un serio problema con la alimentación. Trastorno de la conducta alimentaria lo llaman. Es muy complicado ponerle solución a algo que no quieres afrontar.

Yo no sabía que profundo me estaba metiendo en la boca del lobo. Y eso era de sobra una de las razones por las que estaba siendo devorada a pedazos.

Esa noche no tuve ninguna pesadilla. Por lo que a la mañana siguiente me sentía menos cansada, no tenía muchas ojeras, me sentí especialmente bonita ese día. Pocas veces pasa esto cuando la autoestima esta por los suelos. Eso era un avance. Un día bueno entre tantos malos.

Corrí a toda prisa para prepararme o llegaría tarde, si tenía una cualidad buena era ser puntual. Las personas que no lo eran me daban aún más asco.

El horario escolar paso como cada mañana. Rápido y silencioso, por lo menos en mi interior.

Todo parecía ser como siempre de no ser porque el autobús se atrasó. Me impaciente, mientras un montón de estudiantes se agolpaban para coger la línea que más cerca los dejara de su casa. Unos cuantos chicos se acomodaron en mi parada, eran atléticos, alguno me sonaba, a otro le conocía muy bien.

El chulo y estúpido de Hector. El guaperas de clase, todas las chicas sacaban babas al verle. Con los años había dejado claro quien mandaba en esa clase, y por supuesto todos le seguían la corriente.

Menos mal, que este año ya no le tenía en clase. Menos mal que eligió otro bachillerato. Porque no soportaría otro año viendo cómo se ríen de mí y de cualquiera que no vean a su altura. Y debo de decir que por personas así yo me encuentro en la mierda.

Aunque en el fondo la escoria sean ellos.

—Pero mirar quien tenemos aquí, "la rara" —sus carcajadas sonaron mientras se  acercaba a mí.

Hice caso omiso, mis nervios se removieron en la garganta. Todo mi cuerpo se tensó.

—Das asco niñata —dijo en alto.

Muchos se regresaron a mirar, toda mi visita se nublo por unas lágrimas que querían salir, no deje que lo hicieran.

—Hector, cállate el que das asco eres tú —Olivia una chica que compartía algunas de las asignaturas, le dio cara.

Era una de las pocas personas con las que en clase mantenía algún tipo de contacto. Pero nada más, solo para algunos trabajos en los que obligatoriamente debía ser en parejas. De ahí, ya no tenía nada que ver con ella.

Era una chica amable, sincera y muy guapa, a ella tampoco la callaba nadie. Se había montado una buena reputación. Pero ella no iba acosando ni burlándose de las personas de su alrededor. Era diferente a los demás. Por eso me llamaba tanto la atención, porque si veía una injusticia, luchaba con dientes y garras. Su fortaleza era brillante.

Discutieron lo suficiente para olvidarse que yo estaba ahí. Justo el tiempo suficiente para yo poder coger el transporte y evaporarme casi como un fantasma.

Cuando llegue a casa apenas probé comida, menos mal que nadie estaba en casa y no tuve que dar una de mis mil escusas aunque todos ya en casa lo sabían.

La oscuridad de mi habitación fue de nuevo un lugar donde estar segura, y dormir era una media calma, siempre que no me azotara una pesadilla.

A media tarde cuando conseguí abrir los ojos obligada por la alarma, vi que no tenía noticia desde la otra tarde de Aron. No me había preguntado qué tal el día, ni una muestra de que hubiera visto los mensajes donde le explicaba la situación horrible del mediodía.

Me obligue a comer una fruta y ponerme a estudiar, era lo que menos me apetecía en esos momentos, pero era lo correcto.

Podría decir que hasta estudiar, me quitaba la ansiedad, solo pensaba en el mogollón de letras que metía a presión. Al final de la tarde me sabía medio tema. Orgullosa de ello, cerré los libros.

Al volverme a conectar a las redes sociales, nada de Aron de nuevo. Empezaba a preocuparme. Le mande un mensaje.

Luego prepare la publicación del día, mis sentimientos eran bastante claros, por lo que mis dedos se movieron con soltura sobre el teclado, dejando un texto de la oscuridad y la luz muy bonito. No tardaron en llegar notificaciones de comentarios, de personas que se sentían identificados. Tenía un pequeño club de fans. Star era mi anónimo, y me encantaba que me llamaran así, para dirigirse a mí. Me hacía sentir importante.

Después de interactuar con ese grupito, volví al chat de Aron aún no había ningún tipo de señal de él.

Una presión me lleno el estómago hasta que encogió mi corazón. Todo lo que tocaba se iba de mi vida, me eche a llorar sin control. Algo malo le estaba pasando, lo sabía.

No le conocía de nada, pero con él tengo esa sensación de conocerle de siempre, de confiar plenamente. De que en estas semanas me ha demostrado más que ninguno de mí alrededor que no fuera mi familia.

Muchas personas, dicen que para conocer a alguien se necesita mucho tiempo, no le quito la razón, hay otras sin embargo que aunque hayan pasado dos minutos ya sabes que son leales, que los conoces de toda la vida, van a ser hogar pase lo que pase. Que no hacen falta, años para entender que puedes contar con esa persona.

Y con Aron me sentí igual, por eso todo se puso en alerta.

Después de cenar, no podía dormir, ni rastro de él aún. Entonces llame, no había nadie detrás de la línea. Usuario ocupado decía la operadora. Tire el móvil con rabia en el colchón y reboto. Le agarre antes de que cayera al suelo. Frustrada volví a llamar.

Aún Aron no daba señales de vida, me quede dormida con lágrimas en los ojos.

Un mar entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora