8.

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AINHOA.


La noche había sido horrorosa sin ningún descanso, aún no sabía nada de Aron, llore todo lo que no estaba escrito en las páginas del cuaderno en el que escribía.

La mañana siguiente me costó abrir los ojos, estaban pegados por el agua y por las legañas.

Mire de reojo el despertador, mierda me había quedado dormida, la prima clase iba a empezar en menos de diez minutos, y ni de coña iba a llegar a tiempo a la parada de autobús.

Quería decir a mi madre que estaba enferma, antes que saliera a trabajar. Pero era imposible, tenía un examen de literatura a segunda. Suerte de que la Celestina era uno de esos pocos libros de esa época que disfrutaba leyendo de verdad. Ya me sabía la historia aunque nos mandaran otra edición. Pero en esencia era lo mismo.

Me prepare todo lo antes posible que pude pero ya era tarde. Solo me quedaba la esperanza de que Mateo estuviera ya en casa para llevarme con su coche.

Toque a su puerta desesperada. — ¿Dónde están los hermanos cuando los necesitas? —. Me pregunte a mí misma mientras seguían aporreando la puerta con fuerza.

No tardó mucho en salir y dejar ver su camiseta de un grupo de rock alternativo. Compartía algún que otro gusto con él en ese aspecto.

—¿Qué quieres pequeño demonio? —bostezo rabioso.

Esto no iba a servir de nada, el tardaría un sinfín en prepararse y llevarme, me saltaría la primera hora era lo más coherente, así que deje a mi molesto hermano desconcertado, para internarme en mi habitación y acabar de repasar los apuntes del libro que ya tenía y sabía.

Corrí esta vez cuando se acercó la hora, me mantuve lejos para que ningún alumno me viera y así avisaran y me llamaran la atención. Quedaban cinco minutos para que me sentara a la prueba.

En el mes que llevábamos casi de clase, la profesora de literatura es la que mejor me había caído. La única clase aparte de historia que en verdad estaba cien por cien atendiendo.

Entre en el salón de actos donde ya tenía la profesora los papeles en las sillas correspondientes, me dedico una sonrisa y cogí el primer asiento lo más alejados de su escritorio. No era por nada pero la soledad en los exámenes era también parte de mi concentración. Todos se agolparon hacia delante. Vi a Olivia que entraba masticando chicle y hablando con un chico de nuestra clase. Esa chica siempre estaba rodeada de atención masculina.

Dio comienzo, la primera parte todo eran preguntas con una respuesta concreta, luego debías realizar un comentario de texto del acto que estaba ya escrito en el folio. Por ultimo deberías dar una opinión elaborada.

Acabe de las últimas, cuando salí me encontré a Héctor de frente. No dirigió ninguna palabra, iba solo y se veía con prisa. No sabía si tenía el examen con la misma profesora porque entro por donde yo me fui.

No espere a nada más, me reuní con la marea de mis compañeros que volvían a clase.

Lo mismo de lo mismo, la última clase sin poder aguantar un segundo más, me fugue.

Camine por la ciudad, distraída. Sola, los adultos apuraban sus piernas a hacer todo lo que debían esa mañana.

Mis pies me llevaron al café-bar donde muchos escritores buscaban la inspiración. Me pedí un batido, saque el libro y me tire allí un buen rato, hasta que alguien me rompió los tímpanos. No por un grito ni por un ruido fuerte, Si no por el dolor que me daba escuchar esa voz.

—Café para cuatro , ya sabes uno con hielo —dijo serio mientras sacaba su cartera.

—Raro es verte por aquí —dijo el camarero.

—No me jodas, sabes que solo paso por aquí la semana que me toca venir a mí al mes —su voz sonó amarga como si estuviera de muy mal humor.

No le quitaba la mirada de encima, con sorpresa, miedo y a la vez enfado.

— Esa chica de allí no te quita la mirada — insinuó el camarero cuando le coloco los vasos en el mostrador.

Giro la mirada hasta mi dirección y note en sus ojos la sorpresa.

—Lleva esto al coche y cárgalo en el asiento de atrás —ordeno sacando un billete, dejo también propina.

Se acercó hasta que se sentó en la silla enfrente. Pude ver su labio algo hinchado y no me gustaba la sensación. Estaba preocupada en vez de ser racional y salir corriendo, me quede sin apartar mis ojos de los suyos.

—Siento no haber cogido tus llamadas y no responder, tuve problemas anoche, te iba a hablar cuando acabara de trabajar —traga duramente —. Lo juro Ainhoa lo siento de verdad.

Parecía sincero, aún estaba dudando de porque su labio se encontraba en esas condiciones tan feas.

—¿Qué te ocurrió en el labio? —pregunto alargando mi mano hasta tocar casi allí donde debe escocerle.

—Una pelea tonta después de la faena —sonrió y agacho mi mano contra la mesa.

No estaba segura de cuanta verdad había en esas palabras, no insistí más de todos modos.

—¿Has pagado esto? —señalo a las consumiciones.

—No, pero lo iba a hacer ahora, es tarde y me tengo que ir a comer —dije levantándome recogiendo mis cosas.

Estaba claro que no era mi día, porque hasta con Aron, hablaba seria y distante y por lo poco que le conocía le veía culpabilidad en su mirada.

—Ve a mi coche, pagare todo esto y te llevare a casa —ordeno y no me dejo rechistar porque con pasos rápidos ya estaba en la barra.

No iba a hacer una pataleta de niña pequeña asique cuando estuve fura, me apoye contra la puerta.

Él venía con las llaves que le había devuelto el muchacho. No objete nada en todo el camino, no sé si era enfado, desilusión lo que sentía pero no por Aron era raro, y al igual que yo no hice preguntas, esta vez él también se mordió la lengua.

No tardamos mucho en llegar, a pesar del tráfico, por lo que no fue demasiado incómodo. El móvil le sonó unas cuantas veces con exigencia que ignoro.

—Si quieres, este fin de semana podemos quedar más tranquilos, y te explico todo, tengo que volver urgente al trabajo Ainhoa, lo siento de verdad —se disculpó yo asentí y me baje del vehículo.

Ni un segundo después, Aron corría en la carretera de nuevo por donde habíamos venido.

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⏰ Última actualización: Apr 29 ⏰

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