Día 4

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#Hannigram

Conversaciones
Día 4

Hannibal aprieta entre sus dedos el lápiz con el que escribía antes de entrar Will por la puerta de su celda.
Los guardias de Seguridad observan a ambos hombres antes de dejarlos solos. Ya es rutina. Will llega, pasa la hora permitida a los visitantes y se marcha.
Nada destacable, nada que denote peligro.

- ¿Por qué no me dijiste lo de mi encefalitis?

Will hace la pregunta y la mirada de Hannibal se vuelve perspicaz. El perfilador se acerca al cristal directamente, sus ojos azules fijos en las manos de Hannibal, que se crispan levemente sujetando el lápiz.

- ¿Ocurre algo, Will?

- Las noches. El insomnio. Los recuerdos.

Hannibal asiente. El tampoco duerme demasiado, ciertamente menos desde que Will ha regresado. Cuando no hay nada que hacer, la mente humana trabaja a toda velocidad, y lo que fue, pudo haber sido y será lo ocupa todo.

- Pensaba que habíamos recompuesto la taza - dice Hannibal.

- ¿Lo hemos hecho, Hannibal?

- Estás aquí, ¿no? Eso debe significar algo.

Will sonríe, sus dedos golpeando lentamente el cristal.

- Dijiste que fue por curiosidad. Querías ver hasta dónde era capaz de llegar en esa enfermedad - indica Will -. Pero hay algo más, Hannibal. Dímelo.

- Los años elevan tu percepción. No te mentí, Will, pero es cierto que no es toda la verdad.

- Una media verdad es una mentira - sentencia el joven.

- Los dos sabemos muy bien que entre nosotros no es tan simple - Hannibal deja el lápiz sobre el papel -. ¿Qué quieres saber exactamente?

- ¿Querías que asesinara?

El psiquiatra asiente. Su corazón late lentamente, preparándose para lo que tal vez sean palabras hirientes.

- ¿A alguien en concreto? - sigue preguntando Will.

Hannibal se levanta de la silla, pero no se acerca. Tan sólo permanece de pie, sus brazos a los lados de su cuerpo.

- Cuando matas a un cerdo, ¿importa su nombre?

-A ti, sí, Hannibal. Siempre fuiste selectivo. ¿A quién?

Dos respiraciones y Hannibal sonríe.

- A la Dra. Bloom. Alana.

El rostro de Will, casi impercetiblemente, se encoge. Hannibal sabe que hay verdades dolorosas que es mejor dejar en paz.

- ¿Por qué?

- Era un obstáculo - se acerca un poco más al cristal que les separa -. Suelo deshacerme de los obstáculos, Will.

El perfilador cierra los ojos, recordando los momentos donde su encefalitis manejaba gran parte de su vida. Abel Gideon en casa de Hannibal, él con un brote. Hannibal, impasible, sin hacer nada por ayudarle. Y Alana... que veía la inestabilidad de Will, advertía a Jack de ella, e intentaba cuidarle como podía.

- Alana no era nada, Hannibal.

- Te besó.

Ahí estaba. La verdad que tanto quería Will. Ahora que la tiene, Hannibal se pregunta qué va a hacer con ella.

- ¿Por celos? ¿Querías que la matara por celos, estando enfermo? Eso es raro hasta para ti. Inusual, Hannibal.

- ¿Por qué te entristece? Tus ojos... son más oscuros. Eso sólo te ocurre cuando tienes miedo o estás triste. Y sé que no me temes.

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