xv. "problemas en el paraíso"

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Estaba arreglándome para bajar hacía el salón que nos habían accedido. Al tener el permiso completo para poder realizar la cena, organizaron y decoraron un salón inmenso al cuál no teníamos permitido entrar en lo absoluto. Muchas veces mis compañeros amagaron por chusmear qué había entre esas paredes pero siempre se llevaban un regaño o una amenaza que implicaba pagar una multa. Y como somos argentinos, preferíamos quedarnos con la duda antes de pagar.

A mí nunca me interesó saber que había, más que nada porque la universidad era gigante y cada espacio que tenía para mí, era más que suficiente. No tenía las ansias de descubrir más allá de lo que mis ojos veían, aparte de qué, Lio nos amenazó y nos daba más miedo el capitán enojado que nuestro propio director técnico. Bastante irónico. Pero Messi es Messi. Y nadie le puede decir que no al Dios de Argentina.

Hoy estaba sencillito. Pero bastante elegante a comparación del equipo que usábamos todos los días. Es más, me había acostumbrado a los pantalones para correr y se me hacía extraño utilizar jeans.

— Que facha. —exclamó Rodrigo, saliendo del baño mientras veía lo que se había puesto.

— Es gigante ese pantalón.

— Está buenísimo. —exclamó señalándolo.— El tuyo está bueno. Menos mal que dejaste de usar esos pantalones apretados, te estás actualizando y vas en camino a estar a la moda. —bromeó, poniéndose perfume.

— Son más cómodos. —respondí bajo, mirando mis piernas.— ¿Me prestas alguna remera? Tengo solo chombas y remeras de fútbol.

— Menos mal que me sé vestir porque sino irías con la remera del entrenamiento.—exclamó tirándome lo primero que vió en el armario.— Me la compré hace poco. La vas a estrenar vos.

— Que buen amigo, eh. —sonreí, sacándome lo que tenía puesto para poder colocarme la remera nueva.

— ¿Vamos yendo? —habló abriendo la puerta.— Me parece que la mayoría ya está abajo.

— Dale.

Antes de salir, me miré en el espejo y me puse bastante perfume. Sinceramente no sabía para quién me estaba arreglando, pero estaba seguro de que no era para Lola.

Cuando llegamos, visualicé fácilmente a mi familia. Estaban todos, literalmente todos; los últimos en llegar habíamos sido nosotros dos. En el momento exacto que cruzamos la puerta, sentí cómo todos se volteaban a mirarnos. Al principio me avergoncé y cuando ya íbamos acercándonos más, me sentí en casa.

Aparte, era imposible no pasar desapercibido cuando tenías a Rodrigo De Paul al lado. Le gustaba más llamar atención que ganar un mundial.

— Por fin. Peor que una mina para arreglarse ustedes. —exclamó Alejandro, sentándose en la mesa que le había tocado.

— ¿En dónde me tengo que sentar? —le pregunté a Rodrigo, buscando con la mirada mi mesa.

— Nos toca juntos. —ansioso, me empujó hacia delante y comenzó adentrarse entre las mesas, llegando justo en el medio, dónde Martina y demás familiares de él junto a la mía, nos esperaban.

Observé los dos cuatro asientos libres que habían en la mesa. Había tres rodeando a Maia y Elena. Mientras que el otro, estaba en el lado derecho de Tini. Me acerqué hacía dónde estaban mis papás y antes de sentarme junto a la mamá de Ele, me quedé charlando y saludando a mi familia.

Tomé el respaldo de la que se suponía que era mi silla, levantando esta y llamando la atención de mi ex pareja, quién rápidamente se apresuró a hablar.

— Ese esta ocupado. —exclamó, dejándome confundido.

— ¿Y dónde me siento? —murmuré frunciendo el ceño.

— Del otro lado, así Elena queda entre medio de ambos. —explicó señalando las sillas.

Sin más, rodeé la mesa y por fin me senté en mi lugar, teniendo a mi lado izquierdo una silla completamente vacía, al igual que Maia. Traté de no prestarle atención aquellos detalles, ya que probablemente habían puesto sillas de más para que nadie se quede sin una.

— Papi, mira lo que me compre el abuelo. —me extendió un potecito con un líquido extraño, sacándolo de su envase para mostrarme mejor.

— ¿Qué es esto, Ele? —hice una mueca con mis labios, sintiendo el producto viscoso sobre mis dedos.

— Slime. —soltó una risita, mirando mi cara sin dejar de sonreír.

— Elena, guarda eso. —reprochó su madre, haciendo que yo mismo guardara lo que tenía sobre mi palma.

Minutos después, nos encontrábamos todos disfrutando del primer plato. Era una simple entrada antes de que nos llenemos la panza con carne y muchísimas comidas riquísimas que sobre caían de los platos. Nunca dejaba de sorprenderme a la hora de comer. Siempre había la suficiente comida para dejarnos a todos satisfechos.

Estaba disfrutando de mi plato, el cual era un pequeño recipiente de vidrio blanco con 5 o 6 ñoquis. Me concentré tanto en disfrutar aquella pasta, que no presté atención a las personas que aún seguían llegando, aunque la mayoría eran invitados que se atrasaron. Mala mi suerte cuando levanté el mentón y casi me atraganto con mi comida a ver el causante de todos mis nuevos problemas.

— Perdón por llegar tarde, creí que la cena era a las 11. —sonrió amablemente, dejando que a través de sus palabras, ese extraño acento que venía en sus venas salga a la luz.— ¡Mi argentino favorito! —soltó un pequeño grito amistoso, acercándose a mí para saludarme sin ningún tipo de problema.

Yo no supe que hacer y tardé demasiado en sonreír y levantarme para abrazarlo. Cuando sentí como sus brazos cubrían mi cuerpo, me tensé.  No estaba entendiendo nada. Y sinceramente, tampoco quería hacerlo. No tuve otra opción que dedicarme a sonreír falsamente, llevando una fija mirada a la mujer que nos observaba con una sonrisa.

— Tanto tiempo sin vernos. —volvió hablar el brasileño, alejándose.— Maia me dijo que íbamos a estar todos juntos, ¿y cómo no negarme?  Todavía me debes un asado.

— Ah, sí. —solté una risita, rascando mi nuca.— Bueno, sentate y aprovecha que ya están por servir el asado.

Sin más, el morocho asintió entre risas y tomó asiento al lado de Maia, inocente e ignorante a mi actitud. Creo que los únicos que habían presenciado la escena desde otra perspectiva habían sido Rodrigo, que estaba frente a mi asiento y Paulo; quién desde la otra mesa, observaba todo con curiosidad.

— No sabía que venías, Ney. —traté de sacarle conversación.

— Yo tampoco. —expresó.— Esta mujer siempre me toma de imprevisto. —comentó con gracia, haciendo reír a todos, menos a mí.

Lo seguí con la mirada, sintiendo como mi corazón dejaba de palpitar al ver como sus labios se posaban sobre la mejilla de ella, haciéndola sonreír de la manera más genuina y bonita posible. Generando en mi estómago un retorcijón que sólo me trajo angustia. No sabía que carajos decir o cómo ignorar la situación en la que estaba, sabiendo que dentro de muy poco, Maia iba a empezar a darse cuenta de mi actitud.

— Mira quién viene.—canturreó Rodrigo, mirando detrás mía.

Supe que era Lola en el segundo que su perfume me envolvió por completo, dejando un mínimo espacio entre mi cuerpo y su silla para que pudiera tomar asiento a mi lado. Antes de saludar a todos los presentes en aquella mesa, tomó con sumo cuidado mi mentón y sin más, me besó cálidamente.

No sé por qué ni como, pero en el segundo exacto en que dejé de sentir su boca con la mía, me giré para mirarla a ella. Sus ojos rápidamente se cruzaron con los míos, dándome cuenta de que me estaba observando desde que Lola me besó y con mucho orgullo, sonreí mostrando mi dentadura.





























A/N.

Holaaa, cómo están?

Espero que les haya gustado este cap. No pude actualizar antes porque estaba ocupada tratando de hacer amigos en la facu JAJAJAJ.

Nos vemos en el próximo.

unkept secrets,  leandro paredes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora