xxii. "impredecible"

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Aproveché cuando al finalizar la cena, mis papás decidieron que lo mejor era ir a pasear; dejándonos a Maia y a mí lo suficientemente alejados para poder hablar sin necesidad de llamar la atención de los demás. Y sobretodo, obtener un poco de privacidad por lo que estaba apunto de comentar, porque claramente, no era un tema agradable de decir cuando se trataba de mi ex y mi actual.

Giré mi mentón, mirándola delicadamente para saber si era el momento adecuado. ¿Pero, cómo saberlo? Si desde la última vez que nos quedamos solos, su rostro hacia mí no había cambiado. Era seria y neutra, demostrándome que no estaba para nada contenta de que yo le dirija la palabra.

Pero no me importaba.

La amaba mucho como para dejar ir las mil y un oportunidades que tenía para poder hablar con ella. Maia era uno de los primeros amores de mi vida y odiaría que no sea la última mujer que vea antes de morir. Anhelo despertarme y verla cada día de mi vida, teniendo la familia y la casa que siempre quisimos pero que nunca pudimos. Desayunar, almorzar y cenar los tres juntos; planificar cumpleaños, fiestas de fin de año, juntadas con amigos; pensar en los futuros nombres de nuestros hijos; vacacionar y pasear de la mano sin importar qué.

Quería que mi vida dependiera solamente en hacerla feliz a ella y a Elena y no iba a volver a dejar que todos mis sueños se echen a perder por una cobardía que desde el principio pude evitar si era realmente sincero conmigo mismo...y claramente, con la mujer de mi vida.

— No quería que te enterarás de esa forma. —murmuré, aclarando mi garganta en el momento exacto en el que mis palabras se escaparon de mis labios.

— No quiero hablar ahora, Leandro.

— Maia, por favor. —bufé, mirando rápidamente a mis papás para asegurarme de que se habían adelantado aún más.— Quería decírtelo primero a vos. No tenía pensado que Elena hablara.

— Leandro, está todo bien, ¿sí? —tomó aire, frenando su paso al decir eso. Y segundos después, prosiguió su camino.— De todas formas, me enteré de las peores maneras posibles.

Esto último lo dijo en el aire, por lo que me costó demasiado reaccionar.

— ¿Eh? —tuve que trotar para volver a estar a su lado, completamente confundido por las cosas que la castaña estaba diciendo.— ¿De qué hablas?

Suspiró, sentándose en un banco de cemento que quedaba enfrente del local donde mis papás habían entrado con Elena. Parecía frustada y era como si buscara las palabras correctas cada dos por tres, asustada de lo que pueda llegar a decir por error.

— En el último partido se me dió por acercarme a Lola para charlar un poco con ella. —explicó, observándome mientras yo tomaba asiento al lado de ella.— Me atacó sin pensarlo. Empezó a decirme que era una cara dura y que no tenía vergüenza de acercarme a ella y hacerme la amiguita fatal.

Tragué saliva, frunciendo el ceño con suma atención.

— ¿Por qué se la agarró con vos? No tiene sentido.

— Porque resulta que vos no la amas, Lean. —comentó, con frialdad.— Y Lola no es estúpida, ni tampoco ciega. Ella sabe lo que pasa, se da cuenta y ve a la perfección cada una de las miradas y actitudes que vos mismo nunca pudiste controlar.

Inhalé una gran bocanada de aire, mirando hacía un costado para analizar por completo la situación.
Creo que había subestimado demasiado la inteligencia de Lola, y sobre todas las cosas, la rebajé como mujer sabiendo que ella siempre sabían absolutamente todo. Era psíquicas, cualquier cosa que vos pienses; ellas ya lo pensaron 20 veces. Analizaban tus actitudes y si mirabas más de dos veces algo, ya sabían por completo tus intenciones.

unkept secrets,  leandro paredes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora