iv. "sos un muerto"

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El morocho dormía plácidamente sobre el duro sillón del living. Estaba tan perdido en sus propios sueños y cansancio que nunca escuchó ni notó las melodías escasas que Elena reproducía a través de los parlantes. Incluso varias veces había abierto sus ojos sólo para cambiar de posición y seguir roncando como si no hubiese dormido en 6 años.

La pequeña oji-azul bailaba y correteaba por toda la casa mientras el perro que seguía su cuerpecito, ladraba de forma exaltada ante cada movimiento brusco que la menor daba. Al llegar a dónde Leandro estaba, se paró frente a la cabeza de él y aumentando el volumen de su voz, cuestionó.

—¿Sabes en dónde puedo hacer danza?— Casi gritó, asustando el adulto que rápidamente se levantó como pudo.

Al hacerlo, sin querer golpeó a Elena y a puras quejas, la niña sostuvo su naricita mientras esperaba su respuesta.

—¿Qué? ¿Qué hora es?— Adormilado, se sentó en el sillón y sin poder sacarse el susto de encima, miró de mala manera a la nena.

—Son las 8:30 de la mañana.— Le mostró la gran tablet que tenía sobre sus manos y Leandro al ver la hora que era, se tranquilizó por completo.

—¿Qué haces así vestida?— Levantó una ceja viendo los colores chillones de la niña. —Apaga la música y seguí durmiendo.

El número 5 amagó con recostarse nuevamente y antes de rendirse al sueño, se dió cuenta que no estaba durmiendo en su habitación.

—¿Si sabes dónde puedo hacer danza?— Volvió a preguntar acercándose más.

—¿Por qué no dormí en mi pieza?—;Elevó un poquito la voz, sintiendo como sus huesos y músculos dolían más de lo que deberían.

—Te quedaste dormido.— Respondió de forma obvia, rodando los ojos.

—Ahora por tu culpa tengo dolor muscular.— Murmuró levantándose.

Arrastrando sus pies, entró al baño mientras pasaba sus manos por su cara, intentando desvelar el sueño. Tomó su cepillo de dientes y cuando estaba apunto de ponerle pasta dental, notó que el dentífrico que estaba usando tenía brillos, era rosa y de Barbie. Rápidamente escupió lo que tenía en su boca y ante arcadas, salió del lugar.

—¡¿Qué es esto, Elena?!— Con la boca abierta y asqueado, le mostró todo su cepillo brilloso y colorido.

— Mi pasta de dientes.— Le sonrió mostrando su dentadura. —Me deja los dientes más blancos.

— ¡¿Dónde está la mía?!— Frunció el ceño, mirando los pelitos del cepillo.

— La tiré.— Se encogió de hombros.

—¿Qué?

—La tiré porque la que usas vos me hace mal a los dientes.— Soltó mientras tomaba a Fauti entre sus brazos.

—¿Por qué hiciste eso? ¿Ahora con qué carajos me lavo los dientes?— Irritado, extendió sus brazos hacia delante como queja.

—¡Usa la de Barbie! ¡Tiene sabor a Frutilla!— Sin quitar su sonrisa, la menor lo incentivó a qué siga limpiandose con esa pasta.

Y antes de volver al baño, suspiró entre gritos. Frustrado y cansado, hizo sus necesidades a duras penas y cuando el reloj de su alarma le indicó que ya debería irse a entrenar; comenzó a vestirse.

—¿Elena, estás cambiada?— Saltando en una pata, fue hacía la cocina y mientras abría la heladera, terminó de ponerse sus zapatillas.

—Sípi.

—Vamos a desayunar muy rápido.— Avisó, sacando leche, fruta y huevos para dejar todo sobre la mesada.

Con rapidez, metió todo lo necesario en la licuadora. Y mientras esperaba que su vaso proteico se terminará de hacer, observó a la nena que lo miraba con asco.

—¿Qué?

—No voy a tomar huevo crudo.— Susurró, señalando la licuadora.

—En mi casa no acepto delicadas. Comes lo que te doy.— Levantó su dedo índice, sirviendo en un vaso lo que había preparado.

Gustoso, tomó el suyo y de un golpe, dejó el vaso completamente vacío. La mayoría de las veces solía tomar más de uno pero hoy, estaba bastante perezoso y cualquier cosa que pueda digerirla, lo llenaban de más.

Se quedó callando viendo como Elena trataba de tomar el líquido, quién intentó dar su primer trago pero sin poder controlarlo; escupió toda la mesa con el asqueroso y espeso licuado.

—Ahora jodete porque era esto o nada.— Con indiferencia, tomó las llaves de su auto. —Dale, vamos que tengo que entrenar. Si llego tarde Lionel me va poner a correr más.— Explicó, siendo seguido de su engendra.

Lo que él no sabía era que Elena había guardado a escondidas una manzana, la cuál planeaba comerla mientras Leandro no la esté viendo. Al subirse al auto, se puso el cinturón y con un poco de miedo, miró al joven. ¿Cómo era que tenía que viajar delante siendo tan pequeña?

—¿No debería ir atrás?— Intentó mirar a través del vidrio de enfrente, aunque sólo pude visualizar una parte del capote.

—No.— Respondió serio, prendiendo la radio. —Me gusta viajar en silencio, Elena.

—¿Te puedo hacer unas preguntas?— Ignoró por completo lo que su padre había dicho y sin más, el adulto asintió sin ganas.

—3 nomás.

—Bueno.— Sonrió, pensando qué podría cuestionar. —¿Te gusta perder el tiempo jugando a la pelota?

—¿Perder el tiempo?— Cuando el semáforo se puso en rojo, se giró a mirar a la pequeña con incredulidad. —Me gano la vida jugando al fútbol.

—Va, va.— Mordió su labio sin creer las palabras del susodicho. —¿Crees que sos buen jugador?

—Claramente lo soy. Sino no estaría en dónde estoy.

—¿Sentís que vas a ser campeón del mundo?

—Obvio.— Sin darse cuenta, la respuesta fue acompañada de una natural sonrisa y aceptando las condiciones de Leandro, Elena no volvió a preguntar más nada. —¿Sólo esas preguntas?

—Dijiste que sólo tres.— Murmuró cansada y sin comprender al muchacho.

—Bueno, hey. Me olvidé.

—Igual no quiero preguntarte más nada. Soy fan de Paulo Dybala.— Su comentario hizo que Leandro frenara de golpe el auto y volteara a mirarla con decepción.

—Paulo es un muerto.— Contraatacó.

—Vos sos re malo.— Habló defendiendo al amigo de su papá. —Sos un creído y encima sos feo.

—¿Tu mamá te hizo pensar eso, no?

—Mamá siempre dijo que eras un muerto y que no servis ni para hacer un pase.— Explicó con inocencia.

—Tu mamá es...— Se quedó en silencio sabiendo que no debía decir tales palabras frente a la menor. —Tu mamá no debería tener derecho a opinar.— Finalizó la conversación, con un enojo terrible correr por sus venas.

unkept secrets,  leandro paredes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora