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Justo después de abrazarnos y las cosas cursis que siguieron, el padre de Juan y la novia de esta llegaron. Él primero me había dado algunos besos y abrazos asfixiantes, demostrándome cuanto me extrañaba y lo mucho que me quería, sin embargo, no permaneció mucho tiempo en la casa, debido a que necesitaba hacer unas compras en el supermercado, así que se marchó, dejándonos a los tres solos y prometiendo que volvería para cenar.
La chica se había presentado como Abril Garza, dijo que tenía la misma edad que Abril. Solo era menor por un mes, y que tenía buenas intenciones con él, anteponiendo su felicidad a la suya y cosas así. Al principio me extrañó que me dijera esas cosas a mí, pero luego me explicó que, al parecer, mi amigo le había hablado mucho de mí y sabía que yo era como su hermano menor, así que se suponía que yo debía aceptarlo. Me eché a reír cuando me lo contó y le dije que estaba bien que salieran juntos y que no necesitaban mi permiso para hacerlo, aunque eso sí, nada de pasarse de listos conmigo presente; la risa de Juan me hizo saber que la chica estaba avergonzada y poniéndome seria le di la típica advertencia sobre no hacerle daño; cuando me prometió que eso era impensable para ella, me relajé completamente y tuve que darle la razón a mi amigo en una cosa. Ella era malditamente adorable y divertida. Un completo amor de persona.
Nos quedamos hablando toda la tarde y pude conocerlos mejor a ambos, Juan había cambiado un poco, pero en mi opinión no era malo. Era un poco más extrovertido y risueño de lo que recordaba... Él parecía feliz y eso me alegraba infinitamente.
Al menos uno de los dos es feliz.
Horas después mi madre y el padre de Juan llegaron y nos dispusimos a cenar juntos. Al finalizar la cena tuvieron que irse, no sin antes prometer que irían a visitarnos a casa, y eso me alegró aún más.
Actualmente ya no me parecía tan divertido...
¿La razón?
Mi madre -como la buena persona que es, les había contado a mis amigos que últimamente había estado algo decaído y triste -omitiendo la razón, claro está-, entonces ellos tomaron la decisión de llevarme al parque porque creían que lo mejor era que saliera de casa y respirara aire fresco. Creían que llevándome allí me distraerían de mis problemas y todo estaría mejor.
Pero lo que ellos no sabían, era que ese lugar estaba lejos de sacarme de mi melancolía. No quería ir porque temía encontrar al problema justo ahí.
Temía verlo otra vez.
Así que aquí estábamos. Todos sentados en el sofá y los sillones, tratando de convencerme de salir de mi refugio.
—Por favor, Iván. Tienes que salir de aquí, no es bueno para nadie estar encerrado tanto tiempo -dijo Juan, tomando mi brazo y dando algunos apretones.
—Anda, Iván. No sé porqué no quieres ir, pero te prometo que no dejaré que nada te suceda. A ninguna de las dos —Ari -como ella quería que la llamáramos- apoyó a su novio, tomando mi otro brazo y apretándolo de igual forma.