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Días después de aquella discusión Juan, Abril y yo nos volvimos más unidos, por así decirlo

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Días después de aquella discusión Juan, Abril y yo nos volvimos más unidos, por así decirlo. Yo les había contado a ambos todo lo que sucedió con Rodrigo y el por qué me trató de aquella forma, aunque Juan decía que no tenía justificación, yo sentía de alguna forma que sí la había.

No tenía idea alguna de por qué empecé a tener la necesidad de disculparme. Sentía que debía hablarle y pedirle perdón... A pesar de todo lo que sufrí por su culpa. Les conté acerca de mi sentimientos a mis amigos, y ellos obviamente no estuvieron de acuerdo. Se negaron rotundamente a que le hablara. Después de todo, él me había hecho mucho daño. Y a pesar de que entendía que ellos se preocupaban y no querían que me hiciera más daño, algo me decía que debía buscarlo y hablar.

Y no, no era la voz de mi psicólogo diciéndome que los problemas se solucionan dialogando o algo así. Pero sí, debido a que había tenido una cita en psicología, me había tenido que desahogar con él también y como todo psicólogo me había dado consejos y me había hecho preguntas.

Ahora estaba mucho más confundido.

Abril y Juan no me habían llevado al parque de nuevo, y tampoco permitían que fuese solo. Venían a verme todos los días tratando de alegrarme y hacer que olvidara todo, y yo estaba sumamente agradecido por todo lo que hacían por mí.

Pero no estaba ayudando.

Cada segundo las preguntas crecían junto a ese sentimiento de culpabilidad y ni siquiera podía dormir bien. Aunque claro, no se los mencionaba.

—¿Y tú qué opinas, Ivo?
 
Salí de mis pensamientos cuando escuché como Juan se dirigía hacia mí.

¿Qué? Ah, sí. Es estupendo.

—¿Te parece estupendo el calentamiento global o la pobreza mundial? —me preguntó Abril, completamente extrañada, y me di cuenta de mi estupidez.

—¡No!, ¡No!, ¡Por supuesto que no me parece estupendo!

—¿Entonces por qué lo dijiste?

—Porque... Ah... Es... No digo que sea genial el calentamiento global. Es completamente lo contrario.

—¿Y la pobreza te parece genial?

—¡No!, ¡Claro que no! Solo digo que... M-me parece genial que se estén tomando medidas, ¿No es así? —intenté arreglar mi error para no quedar como un ignorante frente a mis amigos. Sin embargo, el silencio que compartieron ambos me decía que realmente la había cagado.

No se están tomando medidas, Iván —me dijo Juan.

—A-ah, y-yo... ¿Sería genial que lo hicieran...? Joder...

Y entonces, ambos se echaron a reír ante mi frustración. No pude evitar esconder mi rostro entre mis manos.

—Cálmate, Iván.

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