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Minutos después de esa descarga de ira, mamá llegó y como no contesté cuando me llamó como solía hacer siempre, ella corrió hacia mi habitación

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Minutos después de esa descarga de ira, mamá llegó y como no contesté cuando me llamó como solía hacer siempre, ella corrió hacia mi habitación.

Me encontró tirado en el piso, rodeado de cosas rotas, con fragmentos de cristal alrededor y sangre en mis manos. Pude escuchar su grito y el como se movía rápidamente de un lado a otro en la habitación. Me preguntó cómo y por qué lo había hecho, pero yo no supe qué
contestar.

No pude hacerlo.

Mi voz se había perdido completamente y sé que si hablaba, no saldría absolutamente
nada.

Me limpió y también a la habitación, recogió todo y me dio un baño, curó mis heridas en el proceso, intentó hacerme hablar de nuevo, pero me negaba. Intentaba que comiera algo, pero realmente no tenía ganas para hacerlo.

Cuando llegó la hora de dormir ella se quedó a mi lado porque aún temía que el atague de
ira regresara y volviera a hacerme daño, aunque ya había quedado claro que no tenía
ganas ni fuerzas para hacer algo.

Y así, entre lamentos y furia, el primero de los días más tristes y solitarios de mi vida
transcurrió.

[•••]

A la mañana siguiente, mi madre me despertó, me hizo tomar un baño (con su ayuda obviamente) e intentó que comiera. Pero su plan no salió como ella lo esperaba.

Después de unas palabras sobre confiar en ella y que no debía sentirme mal, intentó irse a trabajar, sin embargo, al final decidió que sería mejor quedarse conmigo.

"Solo por si acaso" había dicho, aunque yo sabía que no confiaba en dejarme solo.

Me la pasé el resto del día tirado en el sofá y pensando sobre todo lo que había sucedido el día anterior, con mi madre a mi lado en completo silencio.

¿Por qué Rodrigo? ¿Por qué tú?

De todas las personas que había conocido en mi corta vida, él había sido de quien menos me esperaba esa traición, y por ende, era aún más doloroso.

Creí que de verdad estábamos teniendo "esa" conexión especial. Que él era sincero. Creí que de verdad quería ser mi amigo sin importarle como era, y como él tonto que soy había sido atrapado en su telaraña de mentiras, donde esperaba para devorarme en cualquier segundo.

Y vaya que lo había hecho.

Sin saber cómo, ni por qué, él había atrapado no solo mi cuerpo, sino también mi corazón, y eso solo hacía que la cicatriz que creí cerrada volviera a abrirse.

Era horrible.

Era como si me hubiese atropellado un tren, o como si me hubiesen atravesado el corazón con flechas, y por un momento pensé que los cristales del espejo roto se habían enterrado en él... Era como si.. Se me hubiese partido el corazón en miles y miles de pedazos.

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