Capítulo 5

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El Big Ben se divisaba a lo lejos. Bethany estaba recargada sobre la larga valla que delimitada al río Támesis con la ciudad. La imagen de Alen llenó su mente. Ese intenso vaivén y su rostro al borde del éxtasis. Su cuerpo se contrajo nuevamente, tan sólo de recordarlo. Estaba loca y como resultado de eso, había cometido una locura. Había hecho el amor con su jefe. Nada profesional. Pero no podía engañarse, pues había disfrutado como nunca. Su cuerpo todavía temblaba de deseo.

Esa mañana, se había reportado enferma, pues se sentía incapaz de ver el rostro de Alen...todavía. Tenía que tener la cabeza fría, cuando pensara en lo que tendría que hacer en caso de que hubiera consecuencias por lo que había hecho, pues no había tomado precauciones. Esa idea le había causado dolor de cabeza, la noche anterior. Agudizó la vista para continuar admirando la torre que estaba adornada con un gran reloj.

Después de unos minutos, se incorporó y se dio vuelta para iniciar la caminata. Ese día se había puesto un precioso conjunto deportivo de campera, que consistía en un pantalón y blusa de licra azul cielo con franjas blancas. Su cabello lo había peinado en una coleta y usaba una gorra blanca. De pronto, se percató de la presencia de un hombre que estaba a solo unos metros. Estaba recargado en el muro, mirando hacia el río.

El hombre se alzó un poco, pero no se volvió. Bethany fijó su vista en el perfil de él... ¡No podía ser! ¡Era el mismo hombre del puente! No, tenía que haber un error. Ella redujo el paso y luego volvió su mirada con cautela, para fijarse un poco más en las facciones del hombre. Ya no tenía duda. Sí era él.

Era muy extraño que coincidieran otra vez. De pronto sintió la necesidad de hablarle, preguntarle qué había pasado ese día en el puente. Caminó hacia donde se encontraba, entonces de repente él se dio la vuelta para clavar su mirada en ella. Bethany sintió un estremecimiento al advertir que estaban en la misma situación otra vez. Ese hombre la contemplaba con la misma intensidad. Bethany se detuvo y lo miró a los ojos. Entonces...él sonrió.

De verdad era bello ese hombre, pensó ella, admirada. Ese cabello lacio que caía sobre su frente, le daba un aire desenfadado. Sus ojos eran de color azul muy claro y parecían brillar. Las cejas que bordeaban sus ojos eran pobladas y estaban trazadas en una línea que enmarcaban un rostro de mirada penetrante.

Bethany estaba pasmada por la descripción mental que estaba haciendo de ese extraño y las circunstancias en las que se encontraban. Era increíble que se sintiera incapaz de sostener por más tiempo ese modo en el que él la veía. Por eso se volvió inmediatamente para reanudar su camino. No iba a decirle nada. La intención que había tenido de hablarle, se había esfumado de manera sorprendente al encontrarse con esos ojos. Nunca se había sentido con tanta falta de seguridad. Bethany trató de apurar el paso, pero en eso, una voz de tesitura grave, pero a la vez agradable, llegó hasta sus oídos.

−Es delicioso. –dijo él.

Bethany se quedó quieta al oír esas palabras y se volvió hacia él.

−¿Me hablas a mí?

El hombre asintió y sonrió.

−Tu perfume...huele a frutas. –indicó él, mientras se recargaba sobre la muralla de cemento y se cruzaba de brazos.

−¡Oh!... −exclamó ella, ruborizándose al instante.

Bethany frunció los labios. El tono de voz de ese hombre la removió internamente. Tenía una personalidad fascinante.

−¿Cómo se llama? –preguntó él, a la vez que entornaba los ojos.

−¿Yo?

−El perfume...−El hombre sonrió, mostrando unos dientes de sorprendente blancura.

EL PRINCIPE DEL DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora