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Jung estaba molesto.

Daba vueltas por la habitación impaciente por la situación, mientras tenía la mirada fija en el médico que había llamado a traer, un anciano que había tardado treinta minutos en llegar, algo que odiaba Jung eran los que tardaban demasiado y después no hacían nada.

Estaba muy irritado en esos momentos.

Tras conseguir que los bebés dejaran de llorar y se durmieron de una maldita vez, el omega comenzó a encontrarse débil, rechazando el contacto del alfa o cualquier otro, en cerrándose en si mismo, llorando sin parar y golpeándose repetidas veces en la cabeza, nada que no lo sorprendiera ya.

Había sido testigo de las crisis que sufría el omega desde que los pequeños, justo cuando éstos lo empezaban a rechazar por no ser su verdadero padre y aunque intento pasarlo por alto, fingiendo estar bien y que con el tiempo lo verían como su papá.

Pero no pasó.

Las cosas fueron a peor, cuando los pequeños lloraban no querían estar en sus brazos, eran extraños ya que a veces si lo dejaban acercarse, pero nunca le hacían mucho caso.

Eso llevo al omega a una depresión de rechazó, ocurría cuando una cría o un progenitor, en este caso la cría rechazaba al padre o madre cuando este había creado un lazo con ellos.

Y Jung estaba a punto de mandar todo a la mierda. 

Si bien soportaba medianamente al omega, verlo llorar día y noche por no sentirse amado, lo tenía casado y llevaba a un punto donde su paciencia se estaba agotando.

Había pensado en matarlo y buscar otro omega, pero serían más problemas.

—Que fastidio, odio estas malditas mierdas–dijo Jung apretando sus dientes entre si, suspirando para después acercarse al médico que lo llamaba con la mano.

Estaban alejados de la cama donde estaba el omega postrado, tuvieron que se darlo para tranquilizarlo y que dejará de golpearse, ahora las marcas de sus manos descansaban en su cara, ardiendo como el fuego al contacto de la piel. 

—¿Cuál es la novedad de ahora? –pregunto un poco con mala gana, estaba cansado de atender esas cosas, pero tenía que hacerlo.

Ese omega solo le traía problemas.

El médico miro por unos segundos las notas que había recogido después de revisar al omega y respiro hondo, en su rostro se podía ver que estaba realmente preocupado, aunque no conociera al paciente en la vida real.

—Señor, su omega esta teniendo una crisis por su severa depresión, sino le suministra feromonas es probable que termine muriendo–dijo el beta, mostrándole los papeles que demostraban las malas noticias.

Jung suspiro pasando su mano por la cara, odiaba los momentos como esos, le resultaban molestos y demasiado estúpidos como para darle tanta importancia, pero debía de hacerlo lamentablemente.

Agarro los papeles y no debían nada que no conociera, los niveles de feromonas eran bajos para un omega de su edad y altura, su sangre corría muy despacio en comparación a un humano normal y su corazón estaba apuntó de dejar de latir de manera segura.

Nada nuevo, pensó. 

—Otra opción y creo que la más segura señor, es que me lleve al omega a un hospital –dijo el beta con algo de nervios, mirando al omega con mucha preocupación–Si no consigue un nivel de feromonas más de la mitad, lamento comunicar su muerte segura.

Jung lo miro unos segundos en silenció, para después negar con la cabeza.

—Él se queda aquí, no pienso llevarlo a ningún hospital–dijo Jung sin mirarlo, prácticamente lo ignoro por completo y se alejó para dejar los papeles en su escritorio, dándole la espalda al médico.

➹Las voces del piano➷ {Yoonseok}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora