"Were is the Beauty in the Bestiality?"
Aemond Targaryen sabía que había cometido un error, pero ya no podía retroceder en el tiempo para cambiarlo.
Ahora debía vivir con esa maldición de por vida.
¿O tal vez no?
House of the Dragon AU Fanfic
Aemond...
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𝐖𝐫𝐢𝐭𝐭𝐞𝐧 𝐛𝐲 𝐌𝐢𝐬𝐬 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧
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Risas infantiles inundaban la habitación. Sus grititos emocionados al ser perseguidos por su padre/tío de una forma divertida, los hacia querer seguir jugando y no irse a dormir para soñar con mundos imaginarios. Con valientes príncipes que salvaban a las doncellas, de hombres de Mar que sacrificaban su vida para enfrentar a los Piratas. Cuentos que su adorable madre les contaban, cuentos que escuchaban con emoción.
– ¡Aquí voy! –gritó el hombre, persiguiendo a sus hijos y sobrinos de manera escandalosa.
– ¡No! ¡Tío, no, no cosquillas! –corriendo, sin importarles golpearse con algún mueble o tropezarse con los juguetes de los menores que estaban regados por el suelo.
Una hermosa castaña entro a la habitación, seguida de un hombre alto, de pelo blanco y mirada inquisidora. La pareja de esposos buscaba el origen de tan divertidos grititos y risas. Al encontrarse con la escena, sus corazones se llenaron de tranquilidad y amor, observando a sus hijos correteando por la estancia en busca de un buen escondite para que su tío no los encontrara. Buscaron un asiento cómodo cerca de la chimenea, en donde el fuego crepitaba alegre. Se sentaron en una banca, con sus manos unidas mientras la joven leía un libro en silencio.
No necesitaban decir palabras para entenderse. Con solo una mirada ellos se entendían, se complementaban. Su comunicación era la más pura e indomable que se podía encontrar, con palabras suaves pero que escondían un significado oscuro.
– ¡No, no, mami, dile a tío...!
– ¡Ven aquí pequeño tramposo! –chilló el hombre, golpeándose con un mueble y botando un florero vacío. La pareja lo miro mal–. Eso no tenía nada, preocúpense cuando tenga flores, ¡Aellys, ven aquí!
El chiquillo chilló metiéndose bajó la cama de sus padres. No obstante, sus pequeñas piernas fueron tironeadas por las manos de su tío, hasta dejarlo fuera de su escondite. Con risas nerviosas, trato de detener el ataque de cosquillas que iba en su dirección. No fue posible. Sus pequeñas manos no podían contra las grandes manos de su tío.
Sus risas llenaron la estancia, contagiando a sus hermanos y primos que disfrutaban de ese momento. Era único, especial como todos los días. Había veces, que sus otros tíos se incluían en sus juegos, otras en las que sus madres lo hacían, sin importar su edad o que uno de ellos fueran la Reina y el Rey Consorte.
