"Were is the Beauty in the Bestiality?"
Aemond Targaryen sabía que había cometido un error, pero ya no podía retroceder en el tiempo para cambiarlo.
Ahora debía vivir con esa maldición de por vida.
¿O tal vez no?
House of the Dragon AU Fanfic
Aemond...
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Advertencia: Mención de heridos.
Written by Monse Targaryen
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"La jovencita aún mantenía dándole vueltas en su mente aquellas palabras. Por más que trataba de ignorarlas, persistían allí, recordando una y otra vez acerca de su futuro
— ¿Y su abuela, lo supo? —pregunto uno de los pequeños.
—Claro que lo supo, y fue de frente a hablar con el esposo de Lady Lannister.
Por su prima Magalie, se dio por enterada acerca de cómo su abuela enfrento a Lady Lannister. Su abuela no estaba sola, pues era acompañada por Lady Jessamyn, Lady Mormont y Lady Stark. Las cuatro mujeres, completamente molestas por las palabras dirigidas a su persona.
Lord Jason Lannister, estaba tan apenado que apenas Lady Arryn dejo la estancia en donde se ejecutaba la reunión, le ordenó a sus doncellas que arreglaran sus equipajes para marchar esa misma tarde a Casterly Rock. Estaba tan molesto con su esposa, que la mando sola en el carruaje y él se fue acompañado de su único hijo y heredero.
Sayida no se sentía aliviada. Por un lado, que la culpable de su desanimo se marchara, la hizo alegrarse sacándole una pequeña sonrisa que contagio a algunos niños; por otro, por más que su abuela hubiera increpado a la mujer –y se lo agradecía–, las palabras ya estaban dichas y ella aun las escuchaba en sus oídos.
Necesitaba despejarse, aclarar sus ideas y ordenarlas desde la más importante al menos. Tal vez así, podría acallar esas dolorosas palabras. Camino a los establos, para sacar su montura albina. La poseía desde que era una niña, su abuela se la había obsequiado en su cumpleaños 8. Lady Jessamyn le conto de aquello, pues habían recuerdos de su bonita infancia que fueron desvaneciéndose a medida que crecía.
"Son las perdidas, pequeña. Es el dolor de perder a alguien, que bloquea recuerdos en los que esas personas estaban presentes. Llega a un punto que no recordaras algunas caras de tu niñez. O, de si realmente aquello que te dicen, sucedió", dijo una vez su abuela, cuando le pregunto por qué no recordaba a sus amigos.
Con el tiempo se acostumbró.
—Lady Sayida, su caballo está listo. —Informo el mozo.
El equino lanzo un chillido de felicidad al verla entrar, que hizo a los otros equinos saltar de felicidad también. Sayida sonrió agradeciendo al mozo, para acercarse a su caballo blanco, que la esperaba con su montura puesta. Acaricio su cabeza, besando justo en medio de los ojos. Estuvo un rato de aquella manera, dando leves caricias al caballo, susurrando palabras tranquilizadoras, hasta que se separó para montarse.
