Enfadada

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Los mechones de cabello lila se esparcían en la almohada de forma graciosa, por lo que se dió el trabajo de ordenar cada uno de ellos hasta quedar peinados a la perfección.

—Siempre haces eso— dijo Mitsuya aún con sus ojos cerrados, abrazado a una almohada.

—¿No puedo?— preguntó colocando su mano en la cadera del mayor, apegándose a su espalda.

Mitsuya le hizo la advertencia de no pasarse de listo con él tan temprano en la mañana, y más considerando que las niñas podrían entrar en la habitación. Hakkai dejó un beso en su cuello y una mordidita en su nuca, justo en dónde llevaba su marca, recientemente renovada.

El mayor dejó escapar un suspiro nervioso, sintiendo las traviesas manos del alfa repartiendo caricias por todo su cuerpo. Odiaba que Hakkai supiera la forma de excitarlo con tanta facilidad.

—Recuerda que despiertan temprano— dijo con sus ojos cerrados disfrutando de las caricias que ahora se habían trasladado a su miembro ya erecto.

—La puerta tiene seguro— murmuró con un tono de voz grave.

Mitsuya rió bajito. Quizás esa mañana podrían darse unos minutos de "amor" antes de comenzar con la rutina diaria.

—Sigue tocándote— dijo el alfa para llevar su mano a la retaguardia del mayor y así estimularlo lo suficiente para que lubricara su entrada y poder prepararlo para lo que vendría.

El pelilila maldijo en un susurro cuando un par de dedos se hicieron paso en su interior. Después de que hubiese sido preparado lo suficiente para recibir al miembro del alfa, éste le pidió no gemir en voz alta para no despertar a las niñas. Mitsuya ahogó un gemido con su mano cuando la erección de Hakkai se fue haciendo paso en su interior.

—¿Mami está enfermo?— preguntó una niña parada a los pies de la cama— ¿Le duele algo?

Mitsuya y Hakkai entraron en pánico. No la habían escuchado entrar a la habitación. Agradecieron que no se descubrieron en ningún momento de la sábana por lo que la pequeña de cabello lila y grandes ojos azules no quedaría traumada con la imagen de sus padres teniendo sexo matutino.

—Mami está bien— dijo Mitsuya mientras acomodaba su ropa rápidamente aún bajo las mantas—. Estábamos jugando y tu papá me golpeó por accidente.

Hakkai se disculpó con su hija diciendo que debía ir urgentemente al baño.

—Cariño, deja que lave mis manos— dijo Mitsuya apresurándose en seguir a Hakkai al baño.

El alfa supo que estaba en grandes problemas cuando vio la expresión de su compañero.

—Agradece que Yuzuha no vio lo que estábamos haciendo— dijo con voz calmada, secando sus manos—. Pero de todas maneras te quedarás sin sexo por dos semanas.

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Takeo suspiró con resignación. Corrió hacia el centro del parque de juego donde se estaba produciendo una pelea entre varios niños.

—¡Ya dejen de estar pegándose!— gruñó separando a dos chicos que supuso habían iniciado la pelea.

El chico peliblanco cambió su actitud de inmediato cuando notó la presencia de Takeo. Se disculpó por su actitud, pero su contrincante no estaba dispuesto a pasar por alto la pelea tan fácil. Gracias a los reflejos de Takeo se pudo evitar el inicio de otra riña entre ambos.

—¡Te dije que te detuvieras!— regañó interponiéndose entre ambos— ¿Qué crees que dirán tus padres si te ven peleando así?

—Que soy una grandiosa persona que no se deja humillar por los demás— respondió con orgullo.

—Aimi... Por favor— dijo ya cansado—. Por lo menos si quieres buscar pelea, métete con otro que no sea Shima.

La niña bufó, pero aceptó la petición de Takeo. Sacudió sus prendas y luego ordenó su cabello, el cual mantenía corto desde hacía un año aproximadamente debido a que detestaba llevar los típicos peinados que otras niñas llevaban habitualmente, además que era una desventaja al momento de pelear pues en un par de ocasiones había sido agarrada de sus trenzas o coletas. Aimi todavía recordaba cuánto lloró de impotencia su padre el día que tomó unas tijeras y cortó su hermoso cabello azabache.

—Deberías ser un poco más femenina— dijo Shima aferrándose al brazo de Takeo.

Aimi volvió a explotar en cólera. La paliza que Shima recibió se detuvo sólo gracias a la intervención de Seishu quien tuvo el presentimiento que su hija se estaba metiendo en problemas, como siempre.

El niño peliblanco lloraba desconsolado viendo como de su nariz brotaban hilos de sangre gracias al último puñetazo que Aimi logró darle antes de que Inui se la llevara a casa. Takeo contuvo su sangrado hasta que Izana hizo su aparición justo a tiempo. El omega regañó a Shima porque estaba muy seguro que se había merecido la golpiza.

—¿Volvieron a pelearse?— preguntó Takemichi acercándose por la espalda a su hijo mayor, llevando de la mano a Mamoru.

—Aimi siempre busca pelea con Shima— dijo cruzándose de brazos.

—Tal vez es su manera de llamar su atención— respondió el omega acariciando su cabello.

Takeo inclinó su cabeza a un lado tratando de procesar las palabras de su madre.

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Aimi lloraba desconsolada abrazada a Seishu diciéndole que realmente no había querido golpear a Shima, y que sólo había sido su respuesta al sentirse muy mal cuando él dijo que no era femenina.

—Él sólo quiere a Takeo— dijo entre sollozos antes volver a esconder su rostro en el regazo del rubio—. Nunca va a querer a alguien tan fea como yo.

—No digas esas cosas— dijo finalmente Seishu—. Tú eres la personita más hermosa que he visto en toda mi vida.

La niña le confesó sentirse inútil debido a que no había heredado su poder, a lo que Seishu le restó importancia a ese punto diciendo que no era necesario poseer un poder para ser alguien muy especial.

—Un poder nunca va a definir lo grandiosa que eres y vas a ser en un futuro— dijo Hajime apareciendo en la sala desde la habitación donde había estado escuchando todo el problema de su adorada hija—. No te has dado cuenta, pero si tienes un poder... Tienes la habilidad de iluminar una habitación con tu sola presencia, y no todo el mundo puede hacer eso.

Aimi se levantó para correr hacia los brazos de su padre, para que la cargara tal como lo hacía desde pequeña y se sentía triste.

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