Responsable

184 29 10
                                    

Keisuke exhaló vapor por la nariz, con los brazos cruzados y sentado en el suelo. Mientras tanto, Chifuyu colocaba un trozo de hielo en su cabeza, el cual se transformó rápidamente en agua debido al calor que continuaba emitiendo el alfa.

—¿Quieres dejar de hacer eso?— preguntó el rubio después de propinarle otro golpe en la cabeza, justo en la zona donde anteriormente había sido golpeado por Manjiro.

Una pequeña pelea se había desencadenado después de que Keisuke entrara a la habitación y percibiera las feromonas de Chifuyu. Aunque sabía que no tenía oportunidad contra Manjiro, la ira nubló su juicio y, en el calor del momento, no pensó en las consecuencias de enfrentarse al alfa rubio.

—Estoy aún alterado— murmuró, tomando una de las frías manos del omega y llevándola a su mejilla.

Chifuyu suspiró, resignado ante la obstinación de Keisuke. Apartó su mano, provocando una sombra de tristeza en el pelinegro. Sin embargo, esa melancolía desapareció instantáneamente cuando el omega se acomodó entre sus piernas, brindándole un abrazo "frío".

—Tuve miedo de que Manjiro perdiera el control y terminara matándote— confesó, ocultando el rostro en el hombro del mayor.

Keisuke sonrió levemente, abrazando con ternura al rubio. Era la primera vez en años que Chifuyu le permitía estar tan cerca y, además, expresaba abiertamente sus verdaderos sentimientos.

El encanto del momento se vio repentinamente eclipsado por las travesuras del pelinegro, quien, encontrando una oportunidad tentadora, decidió explorar la espalda de Chifuyu debajo de su camiseta. La decisión, aunque impulsiva, pareció prometedora en su mente en medio de la atmósfera relajada.

Cuando Kazumi y Natsuki hicieron su entrada en la sala, la escena que se les presentó era la de Keisuke envuelto en una gruesa capa de hielo y mostrando un nuevo golpe en la cabeza, resultado de su estupidez. La sorpresa se reflejó en los rostros de los recién llegados, quienes no pudieron evitar compartir una mirada divertida.

Los niños se encontraban verdaderamente encantados con todo aquello. Reconocían que, en el fondo, su madre realizaba esas acciones con un toque de ternura, ya que si realmente quisiera causar daño al alfa, podría hacerlo sin dificultad.

—¿Dónde está Hideki?— preguntó Chifuyu al percatarse de la ausencia del mayor de los niños que residían en el hogar.

—Dijo que tenía cosas de adultos que hacer— respondió Natsuki dando golpecitos con el dedo al hielo que envolvía a su padre.

Chifuyu inclinó su cabeza a un lado, pensativo.

~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°

Taiju sentía que estar bajo la supervisión de Nahoya y Rindou era una forma de tortura. El dúo llevaba casi una hora discutiendo sin cesar, y con cada minuto que pasaba, el tono de voz del pelinaranja se volvía cada vez más irritante.

La desesperación que sentía era tan grande que estaba dispuesto a ser eliminado en ese mismo instante, con tal de no escucharlos discutir más.

—Deberías agradecer que eres intocable solo porque eres el compañero de mi hermano. Si no fuera por eso, ya te habría hecho tragar tus palabras con un puñetazo —gruñó Rindou con voz amenazante, mientras lo agarraba firmemente de la camiseta, sus ojos fulgurando de ira. 

Nahoya, sin inmutarse, lo miró con una mezcla de desafío y desprecio, como si el agarre de Rindou no fuera más que una leve molestia. La tensión entre ambos era palpable, y cada segundo que pasaba parecía acercarlos más al borde de un estallido violento.

—Si te atreves a tocarle siquiera un cabello, considérate hombre muerto, Rindou —dijo Manjiro, entrando a la sala con un tono de voz neutro. Se acercaba a Taiju con paso lento y seguro, sus ojos fijos en Rindou, transmitiendo una amenaza silenciosa pero indiscutible. La atmósfera en la habitación se volvió aún más tensa, y todos los presentes sintieron el peso de las palabras de Manjiro.

Finalmente, su mirada se posó sobre el gran alfa, que permanecía de rodillas, encadenado y con marcas de quemaduras en el rostro, esperándole con una gran sonrisa burlesca.  Preguntó sobre su condena, y sin previo aviso, dos estacas de hielo atravesaron sus hombros, arrancándole un grito de dolor. Manjiro no mostró ninguna emoción mientras observaba la escena, su rostro impasible como si la violencia que acababa de desatar fuera algo rutinario.

—En realidad, aún no hay un veredicto, pero nadie mencionó sobre que no podía torturarte mientras se decide finalmente qué hacer contigo— dijo arrancando una de las estacas y convirtiéndola en una larga espada, que clavó sobre la herida anterior.

Rindou y Nahoya observaban la escena con terror. Sabían perfectamente lo cruel que Manjiro podía llegar a ser, pero presenciarlo con sus propios ojos hacía que el título de sádico fuera más que merecido.

—¿Crees que haciendo esto podrás redimirte? Te recuerdo que tú también has hecho cosas horribles... Todo el mundo sabe que asesinaste a un chico inocente y dejaste a un omega sin su compañero y a sus cachorros sin su padre— dijo Taiju con otra sonrisa soberbia—. Ante mis ojos, eres un monstruo al igual que yo lo soy ante muchos otros.

Manjiro detuvo su actuar por unos segundos. Sacó la espada de la carne del alfa más grande y la levantó transformándola en una gigantesca hacha, y antes de que los presentes en la habitación pudiesen interferir, la cabeza de Taiju rodó lejos de su cuerpo.

Nahoya maldijo en voz baja, retrocediendo lentamente hacia la salida de la habitación, y en cuanto tuvo la oportunidad corrió tan rápido como sus piernas le permitieron para dar aviso de lo ocurrido. Mientras que Rindou quedó completamente paralizado, sintiendo sudor frío recorrer su espalda.

—¿Qué has hecho?— murmuró dando unos pasos hacia atrás, sin apartar la vista de la gran posa de sangre que se iba produciendo alrededor del cuerpo inerte de Taiju.

—Lo que nadie tuvo el valor de hacer desde un principio— respondió haciendo deshaciendo el hacha en sus manos, caminando hasta la cabeza del más alto y tomándola del cabello la arrojó frente al cuerpo.— Será un alivio para muchos.

Rindou se puso en posición de defensa cuando el rubio se giró hacia él. Sin embargo, lo que menos esperaba era que Manjiro extendiera sus manos y, con una calma inquietante, le dijera que podía ponerle los grilletes y presentarlo ante el consejo por su crimen. La sorpresa paralizó a Rindou por un instante, incapaz de procesar que Manjiro, conocido por su ferocidad, se ofreciera tan fácilmente a ser capturado.

—Esta vez no huiré y aceptaré el castigo por mis acciones como corresponde— dijo con una sonrisa pequeña—. Cuiden de mis cachorros mientras Takemitchi se recupera.

En la habitación entró el escuadrón a cargo de la seguridad dentro de la tribu, encontrándose con la aterradora y sanguinaria escena que Manjiro había provocado.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 02 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

PersistenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora