Primer encuentro

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Unas grandes llamas de fuego se expandieron alrededor de los niños que jugaban en el parque. Los gritos de miedo alertaron a los adultos que corrieron de inmediato a ver qué estaba sucediendo. Una gran masa de hielo cayó sobre el fuego, apagándolo de inmediato. En medio de todo el alboroto estaba un niño llorando desconsolado siendo abrazado por uno más pequeño que hacía todo lo posible para no llorar.

—¿Qué sucedió?— preguntó Chifuyu agachándose para ver a sus dos hijos, quienes eran el centro de atención de la tribu.

—Kazumi...se lastimó jugando conmigo...y perdí el control— dijo el niño de unos cinco años aproximadamente entre lágrimas—. Perdón, mami.

Chifuyu le dijo que no había nada por lo que pedir perdón mientras les ayudaba a ponerse de pie. Los niños se aferraron a una de sus manos cuando se dieron cuenta que estaban siendo el centro de atención de la tribu. El omega frunció el ceño y amenazó con congelarlos si seguían mirando a sus pequeños de esa forma.

—Es la quinta vez en la semana, Fuyu— dijo Takemichi con preocupación cargando al hijo menor de su amigo.

—Lo sé— comentó tomando a Natsuki en sus brazos cuando comenzó a llorar otra vez—. Keisuke dijo que los primeros años desde que descubren su poder son muy caóticos.

Chifuyu siseó de dolor cuando las manos de su hijo quemaron su cuello. Tuvo que recubrir la zona con una capa de hielo para evitar que siguiera lastimándolo. Takemichi sintió tristeza por su mejor amigo, desde que Natsuki había descubierto su poder las cosas se le habían hecho realmente difíciles pues el niño tenía el mismo problema que su padre tuvo en su momento para controlar su poder.

—¿Por qué no puedo ser como Kazumi?— preguntó Natsuki con gruesas lágrimas cayeron por sus mejillas—. Él no lastima a nadie.

El aludido posó sus grandes ojos amarillos en su hermano. Desde que Natsuki comenzó a controlar el elemento fuego había cambiado demasiado; casi siempre estaba triste o llorando porque había prendido fuego a algo sin intención o porque quemó alguien accidentalmente.

Chifuyu tranquilizó al pequeño pelinegro en sus brazos diciéndole que pronto podría controlar mejor su poder, y que su padre le ayudaría más con eso. Natsuki asintió con su cabeza.

Takemichi para ayudar a calmar al mayor de los hijos de Chifuyu le prometió que Takeo llevaría a Mamoru a su casa para que pudieran jugar. Y esa fue la solución al problema. No había de qué preocuparse si los niños jugaban entre ellos, pues Takeo se encargaría de enfriar a Natsuki en caso de que perdiera el control.

La tristeza de los niños terminó abruptamente cuando escucharon el gran alboroto proveniente de una de las entradas de la tribu. Eso significaba una sola cosa. Pidieron ser bajados con desesperación para emprender carrera hacia donde se oía el gran bullicio.

—En verdad lo extrañaban— dijo Takemichi con una pequeña sonrisa divertida.

—Los niños lo adoran— respondió luego de suspirar—. Me adelantaré para ir a casa, tengo que curarme las quemaduras del cuello.

Takemichi se ofreció a ayudarle, pero Chifuyu lo rechazó cortésmente.

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Takeo colocó la bandeja con un plato de comida y un vaso de agua sobre el regazo de Nijiro. El hombre le agradeció su amabilidad acariciando su cabeza. El niño se sentó en el borde de la cama en completo silencio mientras comenzaba a pelar una naranja.

—¿Aún sigues enfadado con tu madre?— preguntó el hombre llevando lentamente un poco de comida a su boca.

El niño, de unos ocho años, asintió con un sonido, concentrado en su labor. Nijiro volvió a acariciar sus cabellos negros diciéndole que estaba muy pequeño para enojarse de esa manera.

—No es justo que no quiera hablarme más de papá— dijo tratando de ocultar su puchero—. Dice siempre lo mismo: "Aún es muy pronto para que pueda regresar a casa".

Nijiro contuvo la risa al escuchar la perfecta imitación que el niño dió de Takemichi. En ese momento se vieron interrumpidos cuando Mamoru entró a la habitación con un cachorro de lo que parecía un lobo en sus manos. Tanto Takeo como Nijiro se espantaron al verlo. Cuando le preguntaron de dónde había sacado al animal, el niño de cinco años respondió que un señor se lo había obsequiado cerca del bosque.

—Era como yo— dijo con una gran sonrisa cuando su abuelo le pidió que describiera al "señor"—. Dijo que era un regalo por mi cumpleaños.

Takeo miró al animal y suspiró. Tenía que ir pensando pronto qué le diría a su madre por la presencia del "lobito".

Mamoru le acercó a su abuelo el cachorro para que pudiese acariciarlo, pero el hombre prefirió no hacerlo por temor a que le mordiera, y considerando su delicado estado de salud, no se arriesgaría a nada hasta mejorar.

Takemichi entró a la casa justo cuando Mamoru perseguía al cachorro por la sala luego de que hubiese escapado de sus manos. Abrió sus ojos por la sorpresa que le generó la escena. Takeo palmeó su frente.

—¿Qué es eso? ¿De dónde salió?— preguntó agachándose para acercar sus dedos al animalito juguetón.

—¡Es mío!— aclaró el infante rubio con una gran sonrisa— ¡Mamoru grande me lo dió!

Takemichi sintió que la sangre abandonaba su rostro y sus manos comenzaban a sudar. Tuvo que buscar dónde sentarse hasta recuperarse de la noticia.

—¿Estás bien?— preguntó Takeo con preocupación acercándose rápidamente a su madre, olvidando su enfado con él.

—Sí— susurró con voz seca.

El omega sacudió su cabeza con brusquedad. No era el momento de entrar en pánico. Todavía tenía una celebración que realizar en honor al cumpleaños número cinco de Mamoru. Ya tendría tiempo para preocuparse por el contacto entre Manjiro y uno de sus hijos.

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—Debo admitir que el niño es una fiel copia suya, jefe— dijo un hombre alto dejando salir de su boca una nube de humo luego de darle una gran calada a su cigarrillo— ¿Por qué no se lo llevó? Está en su derecho.

—No quiero separarlo de su madre todavía— respondió Manjiro apoyándose en un árbol observando el movimiento de las personas en la tribu—. Volvamos a casa, Hanma.

—Claro que sí~ ♡— dijo lanzando su cigarrillo a un montón de hojas secas, que Mikey se apresuró a apagar con su poder.

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