Hideki

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—¿Ya te escaparás otra vez?— preguntó el niño caminando tras él con la mirada puesta en el libro que leía.

—¿No tienes nada mejor que seguirme?—.

El niño levantó su dorada mirada de su lectura y le sonrió con pereza. Le comentó que era divertido seguirlo debido a que le gustaba ver las diferentes formas en cómo se las ingeniaba para escapar sin ser atrapado por alguien más de la tribu.

—¿Puedo acompañarte esta vez?— preguntó cerrando su libro con dramatismo—. Es mejor que aceptes, si no quieres que les diga a mis padres.

Manjiro suspiró. Hideki tenía la misma inteligencia que su madre, además de su grandiosa capacidad para manipular a los demás para conseguir lo que deseaba. Ese niño a sus nueve años podría controlar un grupo de guerreros si se lo proponía.

El rubio lo autorizó a acompañarlo, sin embargo se desligó de inmediato de cualquier ocurrencia que lo pusiera en riesgo.

—Te sigo porque espero que algo así pase... estar en esta tribu es muy aburrido— dijo el niño con una gran sonrisa.

Manjiro rodó los ojos.

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Infiltrarse en la tribu cercana no fue difícil para Manjiro y Hideki. El niño era increíblemente ágil para esconderse y seguirle el paso al mayor, por lo que no tuvieron que detenerse en el camino.

—Este sitio es muy bonito— dijo Hideki asombrado por la apariencia del territorio de la tribu que invadían—. Podría quedarme aquí para siempre.

Manjiro le pidió esperarle en ese lugar mientras él solucionaba algunos asuntos, además le pidió esconderse en caso de que escuchara o viera a alguien aproximarse. Hideki asintió sin prestarle demasiada atención pues estaba distraído mirando a su alrededor.

Tal vez habría pasado unos veinte minutos desde que Manjiro le había dejado atrás cuando sintió demasiado tarde una presencia cerca de él.

—¿Estás perdido?— preguntó el niño pequeño tomando su mano.

Hideki quiso apartarla, pero si lo hacía podía provocar que el niño se asustara y terminara llorando, lo que podría revelar su presencia a los habitantes de la tribu.

—Eeeh... Sí— respondió nervioso perdido en aquellos grandes ojos amarillos que lo miraban con asombro y tristeza.

—Mami puede ayudar— dijo jalando de su mano para llevarlo a su casa.

Chifuyu quedó sorprendido al ver a Kazumi tomado de la mano con un extraño niño en la entrada de su casa.

—¡Es mi nuevo mejor amigo!— exclamó el pequeño con entusiasmo obligando a Hideki a entrar a casa—. Estaba perdido.

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El omega golpeó la mesa con su puño y eso bastó para que el lugar quedara en completo silencio, hasta que una risita traviesa se escuchó desde el otro lado de la habitación.

—¡¿Dónde está?!— volvió a preguntar enfurecido.

—Ya te dije que se perdió— respondió Manjiro sin mucho interés llevándose a la boca unos bocadillos mirando por la ventana el exterior—. Quizás se fue río abajo.

Kisaki trataba de mantener la calma, pero la actitud de Manjiro estaba poniéndolo a prueba. Sabía que no estaba en posición de enfrentarlo, considerando que el rubio era el líder de la tribu y que tenía un carácter explosivo y violento si no se le trataba con el debido respeto. Sin embargo, el tema de que su hijo estuviese perdido le daba el valor suficiente para enfrentarlo.

—Ese niño debe estar haciendo de las suyas en alguna parte... Ya aparecerá— dijo Hanma acercándose a Kisaki para pararse tras él—. Lo que me causa intriga ¿Hasta dónde te siguió?

—Hideki conoce todo nuestro territorio, por lo que es obvio que se perdió fuera de este— aportó Kisaki acomodando sus gafas.

Manjiro frunció el ceño. El omega no se inmutó cuando Hanma alcanzó a bloquear con su propio cuerpo una patada que el otro alfa lanzó a él.

El rubio comentó lo asombrado que estaba por el interés que Kisaki demostraba por su cachorro, considerando el hecho de que el omega no lo había querido del todo, incluso hasta ese momento.

Kisaki sonrió ladino. Hanma suspiró sabiendo que estaría por recibir otro golpe por lo que el omega diría en respuesta. Y no estuvo equivocado.

—Ya te he dicho antes que no toques ese tema— dijo el alfa después de aturdir a Hanma de un solo golpe.

—No podrás esconder la verdad por siempre— dijo el omega mirándole desafiante—. A diferencia de ti, yo sí logré tomarle cariño a mi hijo.

Mikey prefirió salir de la habitación antes de que perdiera el control y cometiera el error de lastimar a un omega, que era la única regla moral que seguía incondicionalmente.

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Hideki agradeció la comida después de comer apresuradamente. Era la primera vez en su corta vida que probaba un platillo tan delicioso como aquel que le habían ofrecido en casa de su "mejor amigo" Kazuki. Su madre era simplemente asombroso.

—¿Puede darme un poco más?— preguntó con un leve sonrojo estirando su plato hacia Chifuyu.

—No— respondió Natsuki adelantándose—. Dejará a papá sin comida.

Hideki lo ignoró a propósito, mientras seguía sonriéndole a Chifuyu, quien tomó el plato riendo al escuchar el reclamo de su hijo mayor. Tuvo que aclararle a Natsuki que ya tenía la porción de Keisuke reservada por lo que no debía pelear con su invitado por algo así.

—La comida de mami es la mejor— dijo Kazumi con el rostro cubierto de granos de arroz y salsa.

Hideki tomó un pañuelo y limpió el rostro del niño diciéndole que no debía ser tan sucio al comer. Kazumi asintió antes de enfocarse en su plato nuevamente haciendo exactamente lo mismo que antes de volver a ensuciarse.

—Es un cerdo— dijo Natsuki rodando los ojos.

Chifuyu lo regañó por llamar así a su hermano. La discusión entre los tres era extrañamente agradable para Hideki. El niño estaba acostumbrado a comer en completo silencio y casi siempre en soledad, puesto que sus padres tenían cosas más importantes que hacer.

Kazumi se levantó de la mesa para correr a la entrada en cuanto escuchó que la puerta principal fue cerrada.

Hideki y Keisuke se quedaron mirando en silencio. Ambos se hicieron la misma pregunta:

"¿Qué diablos hace él aquí?".

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