𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 | 𝐓𝐎𝐘𝐎 𝐑𝐄𝐕𝐄𝐍𝐆𝐄𝐑𝐒

𝐌𝐀𝐍𝐉𝐈𝐑𝐎 𝐒𝐀𝐍𝐎

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[Capítulo perteneciente a Somcita]

12:16 A.M.

-Te acostaste en su lado de la cama, te desplazaste en tu teléfono, esperando la hora, minuto, segundo que él regresara a casa. Dijo que estaría en casa alrededor de las diez, pero ya es más de media noche y no ha dado señales de vida.

Soltarse un bufido, acurrucándote en las mantas y su almohada. Ahora mismo, no puedes hacer nada más que esperar a que esté bien, vivo.

Justo cuando tus ojos pesados estaban al límite, escuchaste el crujido de las tablas del piso, así como una respiración pesada mientras una sombra en el pasillo fuera de su habitación se hacía cada vez más grande. Casi te sentiste aliviada cuando viste a tu novio parado en la puerta, aunque la vista ante ti fue todo menos pacífica.

Mikey se aferró al marco de madera de la puerta, asegurándose de que su cuerpo estuviera apoyado para poder, al menos, ponerse de pie correctamente. La sangre goteaba por el suelo, no solo de la nariz, si no también de la boca, los brazos y la frente. La sangre procedía de heridas de cuchillo.

Apresuradamente arrojarse las mantas que te rodeaban a un lado, de repente ya no estabas tan cansada mientras corrías a su lado.

─Mikey, ¿Qué diablos te pasó?─ tus manos temblaban porque no sabían exactamente dónde tocarlo. Parecía como si cada centímetro de él estuviera sangrando.

Sonrió, sus ojos un poco menos apagados que cuando acababa de entrar ─Nada, solo voy a ir al baño─ susurró, su voz ronca mientras se tambaleaba unos pasos hacia la puerta del baño que residía dentro de su habitación compartida.

Soltarse un suspiro de preocupación, diste un paso y enganchaste su brazo alrededor de tu cuello. Tu brazo libre levantaba el resto del peso que no podía soportar por sí mismo. Justo antes de que pudiera protestar, hablaste con el tonoas suave que pudo salir de tus labios.

─Déjame ayudarte, ¿De acuerdo?─ tarareaste, su sonrisa se convirtió en ceño cansado, casi miserable.

Lo guiaste solo unos pasos más hasta el final de la cama, dejándolo caer sobre el material mullido y acolchado a yes de que te apresuraras al baño, agarrando tiritas, vendas, todo lo necesario para limpiar las heridas y detener el sangrado.

Ahora, parada frente a él, levantaste su rostro hacia ti con tu índice en su barbilla, acariciando suavemente los cortes ensangrentados e inspeccionándolos, solo para asegurarte de que no fueran demasiado profundos.

─Ahora voy a preguntar una vez más─ tu voz severa se convirtió lentamente en una suave y gentil mientras hablabas ─¿Qué pasó? Estuviste fuera por mucho tiempo─ evitó tus ojos, sabías que no quería hablar de eso, pero tenía que hacerlo y lo sabía ─¿Fue algo con Takemichi? ¿Mitsuya?─ retrocediste, colocaste el paño húmedo a un lado y aplicaste un poco de peróxido de hidrógeno en una bola de algodón.

─No─ hizo una pausa, mirando su brazo, específicamente a los cortes ─intentaron lastimar a Ken-chin─ sus ojos se oscurecieron, su labio se crispó solo por el recuerdo ─no podía simplemente sentarme y mirar. No dejaré que nada así le vuelva a pasar─.

Tu ojos se abrieron, sorprendidos por sus palabras, estabas pensando, en ese entonces, Draken tuvo que ir al hospital. Intentaste lentamente poner el peróxido en su cara, aunque para tu sorpresa, echó la cabeza hacia atrás, evita do el algodón por completo.

Aplastaste sus mejillas con las palmas de tus manos, haciéndolo mirarte desde donde estaba sentado.

─No lo lastimaron, no con un comandante increíble como tú, Mikey─ sus ojos, una vez oscuros y llenos de odio se convirtieron en los gentiles que conocías y amabas, un pequeño rubor apenas perceptible subió por sus palizas mejillas.

Ahí es cuando le frotaste los cortes con el algodón, haciéndolo estremecer ─¡OUCH!─ apartó tu mano, sosteniendo sus mejillas donde residía el corte, lágrimas exageradamente dramáticas formándose en sus ojos ─¡TENIAMOS UN MOMENTO […]!─ se retorció cuando trataste de ponerle el algodón en la cara una vez más.

Finalmente, se sentó allí con un puchero, observando cada movimiento de tu mano, la suya manteniéndose erguida en el extremo de la cama, estremeciéndose un poco cada vez que le limpiaba una herida abierta. Una vez que terminaste de limpiar todo, pusiste todo en su lugar y te tiraste golpeando tu espalda contra la cama. Sus dos manos estaban ahora plantadas a ambos lados de tu cabeza, su cabello rubio colgando alrededor de su rostro mientras se cercanía sobre ti. Una sonrisa brillante en su rostro, como si nada de lo que hubiera sucedido antes en el día nunca hubiera pasado.

─[…]~─ se inclinó, colocando un beso en tu mejilla, luego la otra, luego en tu frente y finalmente en tus labios. Aunque antes de hacerlo pronunció solo tres palabras ─Te amo, mucho─.

Su sonrisa es definitivamente contagiosa, pensaste mientras copiadas la única sonrisa de Mikey. Un suspiro relajado y tenso salió de tus labios mientras enredabas tus dedos en su cuello, murmurando mientras tus labios tocaban los suyos.

─Yo también te amo, Mikey─.