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No solía estar mucho con su madre

Había pasado la mayor parte de su vida evitando cualquier tipo de interacción significativa con ella. Había algo en la presencia de su madre que la llenaba de una extraña combinación de terror y emoción. Pero en esos raros momentos en los que Alizée mostraba un atisbo de interés en su hija, Kore no podía evitar dejar salir a esa niña interior que tanto tiempo había mantenido oculta, esa niña que anhelaba la conexión con su madre.

—Si vas a hablar, hazlo — dijo su madre, notando la ansiedad palpable de Kore.

—Solo quería intentar conversar contigo —se sinceró Kore, con una sonrisa tímida— Madre-hija, ya sabes.

—Ya sabes que eso nunca ha sido lo nuestro, querida —respondió Alizée, tomando una calada de su cigarro— Pero está bien —añadió, acercándose a Kore con curiosidad— Platícame sobre... —echó un vistazo a los papeles dispersos de Kore, encontrando algunos con el sello de la prisión de la ciudad. Sonrió con ironía— sobre tu paciente en prisión.

Kore se sintió indecisa al principio. Sabía que hablar de los pacientes era poco ético, incluso una falta profesional. Pero con su madre mostrando un mínimo interés, ¿realmente era tan malo?

—Es un hombre muy fuerte, testarudo y coqueto —comentó Kore, eligiendo sus palabras con cautela.

—¿Ah sí? —Alizée apartó la mirada, sirviéndose una copa de vino. Pretendía escuchar, pero su interés real era cuestionable— ¿Es guapo?

— Mamá, tengo novio —respondió Kore, riendo ligeramente ante la ocurrencia de su madre.

— ¿Y? ¿Eso te impide ver la belleza en otros? —Alizée se sirvió el vino con un gesto elegante mientras rodeaba los ojos.

— Bueno, sí —admitió Kore— El señor Zenin es atractivo, sobre todo por esos ojos azules —añadió con una sonrisa, pero su expresión cambió al instante en que el sonido del vidrio rompiéndose llenó la habitación, estrellándose contra el suelo en miles de pedazos afilados.

— ¿Es un Zenin? —preguntó Alizée, sin mostrar ni una pizca de emoción, esperando pacientemente a que la señora de la limpieza recogiera los restos antes de volver su atención hacia su hija.

— Sí —respondió Kore, desconcertada— ¿Eso es importante o algo?

— Mon amour —Alizée habló mientras pasaba a tomar asiento frente a ella— Si vas a estar en prisión, es importante saber los antecedentes de tus pacientes —suspiró— Los Zenin son una mafia poderosa en Japón, o al menos lo fueron —una sonrisa irónica jugó en sus labios mientras recordaba algunos recuerdos— Ten cuidado con él, aunque no entiendo por qué te lo asignaron como paciente.

— Él está asistiendo por voluntad propia —dijo Kore, sintiendo la tensión crecer en el ambiente después de ver la expresión de su madre— Toji es un buen hombre, puedo verlo en su mirada. Solo es alguien que ha sufrido mucho.

La rubia rió con incredulidad— Debes dejar de verlo —ordenó Alizée, con firmeza.

— Madre —insistió Kore, su determinación brillando en sus ojos— Él no es malo, puedo jurarlo.

— No te lo estoy preguntando, te lo estoy ordenando. Deja de verlo —respondió Alizée, mirándola fijamente.

— N-no —respondió Kore con firmeza, negándose a ceder ante la autoridad de su madre. No podía permitir que nadie se interpusiera en su trabajo, ni siquiera su propia madre.

— Eres una gran decepción, Kore —dijo Alizée, levantándose de golpe— La peor de todas. Eres patética, no solo como hija, sino como profesional —Sin dudarlo, escupió esas palabras venenosas antes de salir rápidamente de la habitación, dejando a Kore con el corazón destrozado.

Lurk- Toji FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora