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En el corazón de la prisión, donde las sombras se alargaban como dedos acusadores y los ecos de desesperación resonaban en cada rincón, se encontraba ella, envuelta en un halo de nerviosismo y determinación.

Para muchos, aquellos muros de concreto eran un recordatorio de la oscuridad del alma humana, un lugar al que preferían ignorar y condenar en silencio.

Pero para ella, cada paso entre celdas era una oportunidad para desafiar esa perspectiva.

-La psicóloga pide acceso a la siguiente puerta - Uno de los policías hablaba por su radio - en cuanto entres no mires a ninguno de esos malnacidos y sigue por el pasillo hasta la otra puerta azul ¿De acuerdo? - La voz del policía, áspera y autoritaria, la sacó de sus pensamientos, recordándole la naturaleza hostil del entorno que la rodeaba

Sin embargo, su convicción en la humanidad intrínseca de aquellos que habitaban esos confines era más fuerte que cualquier advertencia.

Asintiendo con determinación, se adentró en el laberinto de pasillos, evitando las miradas acusadoras que la seguían como sombras inquietantes.

A medida que avanzaba, el sonido de los pasos resonaba en la quietud opresiva, acompañado por sus propios latidos acelerados. Cada celda era un mundo aparte, poblado por historias truncadas, sueños rotos y una desesperanza palpable.

Pero ella se aferraba a la creencia de que incluso en los lugares más oscuros, había destellos de luz que merecían ser descubiertos.

El chirrido de las rejas al abrirse resonó en el aire, anunciando su llegada al oscuro pasillo que bordeaba el patio de la prisión. Al dar un paso adelante, se vio envuelta en una jaula de miradas hambrientas y palabras afiladas que la atravesaban como aguijones. Era como si cada preso, con sus rostros marcados por la dureza de la vida tras las rejas, la escrutara con una mezcla de deseo y desprecio.

La joven psicóloga se aferró a su compostura, enfrentando el vendaval de insultos y propuestas lascivas que la asaltaban desde las celdas cercanas. La crudeza de las palabras la golpeaba como ráfagas de viento gélido, pero se mantuvo firme, resistiendo el impulso de retroceder ante la tormenta verbal.

"Reinita", "puta", "zorra"... Los epítetos se acumulaban, lanzados con desdén desde las gargantas endurecidas por la amargura y la frustración. Pero ella se negó a ceder ante la intimidación, manteniendo la cabeza en alto mientras continuaba su camino hacia la puerta marcada.

Cada paso era una prueba de su determinación, un desafío silencioso a la brutalidad que la rodeaba.

-Oye reinita -comenzarón los gritoneos hacía ella - ¿No quieres venir a divertirte un poco con la nosotros?

- Señorita deje de ser tan reservada - comenzaron a acercarse a las rejillas - se ve que es una puta más

La joven psicóloga se aferró a su compostura, enfrentando el vendaval de insultos y propuestas lascivas que la asaltaban desde las celdas cercanas. La crudeza de las palabras la golpeaba como ráfagas de viento gélido, pero se mantuvo firme, resistiendo el impulso de retroceder ante la tormenta verbal.

-Déjenla - las burlas seguían - ya saben lo que dicen de las mustias... siempre son las mejores zorras solo es cuestión de... que venga hacía nosotros

Finalmente, llegó a su destino, sintiendo un ligero alivio al ver la puerta entreabierta que la separaba del caos del pasillo. Con un suspiro contenido, cruzó el umbral, dejando atrás el tumulto de voces hostiles y la presión aplastante de las miradas acechantes.

Aunque el desafío apenas comenzaba, se sentía momentáneamente más segura, lista para enfrentar lo que fuera necesario en su búsqueda por traer un destello de esperanza a aquellos confines sombríos.

Lurk- Toji FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora