Capítulo VIII

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El calendario social de Hiroko Matsuno era inmenso. Todos los días que estaría de visita en Japón, los tenía ocupados; excepto los fines de semana, ya que estos los había destinado para pasar con sus familiares.

Parecía que el mes que estaría en su país, no sería suficiente.

Esa noche, los Matsuno tenían una invitación a cenar en la casa de los Satō.

Hiroko había informado que llevaría a los Baji, pues ellos eran parte importante de su familia. Los anfitriones estuvieron de acuerdo; así que, extendieron la invitación a los allegados de su vieja amiga.

Ryōko no pudo asistir a la velada, ya que el fin de semana saldría de vacaciones; por lo tanto, debía dejar todo en orden para disfrutar con tranquilidad sus días de descanso. No obstante, Keisuke sí los había acompañado; aunque en el fondo, no quería hacerlo. Sin embargo, el amor que le tenía a su ángel era más grande que cualquier tipejo que tuviese que soportar.

—Espero que la comida haya sido de su agrado —expresó el padre de Ryusei, a sus invitados—. Mi esposa la preparó, especialmente para ustedes.

—Estuvo exquisita, muchas gracias —dijo Hiroko, con cortesía—. Tu sazón siempre ha sido envidiable.

—Muchas gracias, Hiroko. Me alegra escuchar que les gustó —expuso la mujer, con satisfacción. Verdaderamente se sintió agradecida por el cumplido—. Y a ustedes, chicos. ¿Qué les pareció? Deben estar aburridos de escucharnos hablar.

—Por supuesto que no —Chifuyu sonrió—. Su conversación es muy entretenida. Además, me gusta escuchar las anécdotas de mi madre.

—Y eso que no se las hemos contado todas o no terminaríamos esta noche —espetó el padre de Ryusei, guiñando un ojo—, pero ya hemos hablado mucho sobre nosotros. Mejor cuéntenos ustedes, ¿cómo van en la universidad?

La pareja se vio a los ojos por unos instantes. En los que, a través de miradas, se comunicaron. Keisuke no quería conversar, pues se sentía un poco incómodo. No con los padres de Ryusei, ya que ellos eran unas excelentes personas. Su incomodidad se debía a otro individuo, un ser humano despreciable que no le importaba estar frente a sus progenitores, para hacer sus detestables expresiones.

Ryusei lo estaba exasperando con sus comentarios y sus gestos fuera de lugar. Actuaba como un chiquillo que no se sabía comportar. Sin embargo, nadie se había percatado, ya que su único objetivo era desesperar al moreno. Y, al parecer, lo estaba logrando.

Chifuyu comprendió el mensaje de su pareja, únicamente al apreciar la profundidad de mirada. Sabía perfectamente bien lo que lo estaba molestando. Así que, por respeto, tomó la palabra. El inglés les relató -a grandes rasgos- cómo les iba en la universidad a los dos. Resaltando con orgullo la inteligencia de su novio.

Keisuke se sonrojó cuando lo escuchó hablar, ya que decía cosas maravillosas sobre él. Detalles que ni siquiera sabía que tenía. Descubriendo, una vez más, lo hermoso que lo veían sus ojos.

Baji recobró la confianza que había dejado a un lado por seguirle el juego a ese idiota. Así que, tomó con firmeza la mano a su pareja para acompañarlo en su charla. Los jóvenes se complementaban hasta en las palabras. Demostrándole a todos los presentes, lo mucho que se amaban.

Los padres de Ryusei estaban encantados, escuchando atentamente todo lo que la pareja les contaba. Presentando atención a cada detalle, anécdota y vivencia que habían pasado. Se notaba en su lenguaje corporal, lo compenetrados que estaban.

La conversación continuó y con ello el postre llegó. Un delicioso pastel de fresas fue servido junto a un humeante café. Los comensales siguieron con su tertulia, hasta que, un invitado, repentinamente, se levantó.

Ángel [BajiFuyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora