Debemos perder a las personas que amamos, ¿De qué otra manera podríamos saber que tan importantes son para nosotros?" -Edith Ivey[•••]
El caos no tiene nombre, es incierto y atemporal.
La ciudad está bajo acecho, la policía baila al son que los villanos tocan, no existe sitio seguro en el que ocultarse, no hay salida.
Son las 4 am, aún falta para el amanecer.
Volkov, con los ojos entrecerrados por el agotamiento, se deja caer sobre la silla reclinable de su despacho. Un momento de calma, eso es todo lo que pide cuando el silencio reina a su alrededor tras cerrar la puerta de cristal que delimita su oficina.
La DEFCON 3 fue activada a las 21 horas, justo después de que el caos se desatara con aquel video.
La oscuridad, aquel apagón intencionado, abrazó a la ciudad durante al menos cinco minutos después de la confusión total, y por muy insignificante que parezca, esa minúscula fracción de tiempo fue suficiente para empeorar la situación.
Alertas de grafitis y destrozos en todas partes, la multitud en pánico, antorchas iluminando la ciudad con el color del oro ardiente. Es un desastre, uno que ni siquiera las fuerzas policiales han podido controlar.
Naturalmente, Volkov volvió a la comisaría tan pronto como esa pesadilla lo arrastró también, después de todo una de las demandas incluye su renuncia también.
Sus oficiales peinaron la ciudad entera con uniformes tácticos y armas largas, pero no fue suficiente. No hay detenidos, tampoco culpables, sólo aquella sombra que desapareció junto con el oscuro cielo de la noche.
Esa, probablemente, ha sido una de las más largas de su vida, porque además del estrés que conlleva dirigir una facción y encontrar a los culpables detrás de aquel desastre que lo arrastró de vuelta a su infierno personal, también lo acecha el misterio de la libreta que todavía permanece oculta al interior de su chaqueta policial.
Lastimosamente, Volkov no puede ni respirar tranquilo cinco minutos, porque Evans, al otro lado del teléfono, lo ha convocado a una junta de emergencia independiente a la de facciones programada para la mañana siguiente.
La sede federal es un edifico fantasmal, porque también sus elementos tienen demasiado trabajo y poco tiempo libre para perder, aunque también esa quietud se debe a que los únicos agentes presentes en el lugar son los que cumplen su turno de guardia.
Sus piernas no vacilan en qué dirección tomar, él simplemente se dirige a la misma sala de juntas en la que una acalorada discusión tomó lugar días atrás. Para su sorpresa, no sólo está oscura sino también vacía.
Tras un suspiro cansino, el comisario toma su móvil para enviar un texto a Michelle, quien asevera estar todavía en camino y le ordena esperar; una de las cosas que más fastidia hacer.
Las luces parpadean por un momento al ser encendidas, indicio que la electricidad es inestable aun después de ser restablecida. Volkov se pasea por aquella sala como si estuviera en su propio despacho, su intención es encontrar café y poner a funcionar la cafetera, ya que de no hacerlo su cansancio lo derrumbará pronto.
El aroma a cacao relaja sus músculos tensos, incrementa su ansiedad de beber un poco para despertar. Al buscar una taza en las repisas de abajo, inevitablemente su atención se pierde en algo más, una caja repleta de recuerdos sin dueño.
No es su pasatiempo hurgar en las cosas de los demás, de hecho Volkov no la habría tomado entre sus manos y colocado sobre la pequeña barra lateral de no ser porque en sus apagados ojos grises se vio reflejado el brillo dorado de una placa.
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𝐷𝐼𝑆𝐸𝑁𝐶𝐻𝐴𝑁𝑇𝐸𝐷
Narrativa generale[Volkacio AU] Producto de un ataque directo al cuerpo policial, el agente H del FBI se ve obligado a llevar una investigación desde la sombras. ¿Será que su pasado no dejará de perseguirlo a donde quiera que vaya?