Capítulo 24

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Mi cara en el espejo denota todo lo que he intentado ocultar todo este tiempo: miedo, mucha ira y una extraña devoción por el hombre detrás de mí.

No puedo ser más obvia.

—Pero si pareces un cerillo a punto de encenderse— susurra Jack con la mano aún en mi boca, una sonrisa casi burlona se posa en su rostro.

Y su voz, es tan grave...

Quita la mano suavemente y toma el otro extremo de mi cintura. No puedo respirar, está demasiado cerca.

Acerca su rostro a mi cuello, inundando mi nariz con su perfume, el cual detona perdición y malas intenciones... Mi cuerpo se vuelve gelatina.

—No deberías... Tú —balbuceo, olvidando instantáneamente la rabia y la coordinación de mi propio cuerpo.
Dejo escapar un gemido inconsciente cuando respira profundo detrás de mi oreja.

¿Acaso no hay una parte de mi cuerpo que no ceda ante él?

Jack toma mi mentón en una mano y hace que mire fijamente al espejo.

—¿Qué haces? —digo en un hilo de voz. No sé si se lo estoy diciendo a él o a mí.

—Evitando que tomes un cuchillo y lo hinques en el pecho de Laura, tal vez.

Cuando escuho su nombre siento mi cuerpo hervir.
Maldito.
¿Todo esto es por ella?

—Suéltame ahora, Jackson —pido, apretando los dientes.

Su imagen ensombrece más y parece haber escuchado música para sus oídos. En vez de soltarme toma mis muñecas y las pone detrás de mi espalda, sujetándome con una mano y la otra sigue en mi rostro.

—Todos en esa sala creen conocerte, Ava Collingwood. Sobre todo ese... ¿Cómo decirlo? —pasea su mirada a otro lado, buscando palabras.— Oportunista.

Mira mi rostro, el cuál se está tornando rojo y muy molesto. Lo que le hace alzar la comisura derecha de sus labios.

—Cree que sabe lo que quieres de él. ¿Irónico, no?

—¿Y tú qué sabes de lo que yo quiero? —escupo las palabras.

—Sé lo suficiente. Tanto que ni siquiera has intentado escapar de aquí. De mí. — las últimas palabras las dice muy cerca de mi cara, mirando al espejo con esos ojos diabólicos.

¿En qué me estoy metiendo?

—Vas a salir de este baño y te despedirás de él. —continúa diciendo.

Pienso que me está gastando una broma. Pero no hay ni un apice de diversión en su rostro. 

—¿Qué pasará si lo hago? —inquiero, expectante.

—Te habrás liberado de alguien que no te merece. —expone, encogiéndose de hombros, sin nada de importancia.

—¿Y si no lo hago? —admito que lo estoy provocando. 

—Tendremos una grata conversación. —juega con los rizos de mi cabello.
Yo frunzo el ceño.

—¿Sobre qué?

—Sobre cómo esconder un cadáver juntos.

Cada fibra de mi cuerpo se paraliza.
Siento la habitación girar.

No hay ninguna expresión en su cara.
Es... frío.
Toda sensación que pudiese ser placentera se disipa inmediatamente.

Intento salir del cuarto pero aún tengo las manos detrás de la espalda. No tiene intención de soltarme.

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