Capítulo 28

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Siento tan pesados los ojos que incluso me cuesta despegarlos cuando una sensación de que alguien me mira hace que salga de mi sueño.

Aún así, primero me estiro como un gato y siento que mi espalda cruje.
Suena inquietante que me desperece aún cuando siento que me miran pero, mierda, parece que un elefante durmió encima de mi cuerpo.

Logro por fin separar los ojos, todo sigue oscuro bajo las cortinas, pero sé que ya es de día juzgando por pequeños rayos que se escabullen en los bordes.

No veo a nadie, pero al voltear allí está.

Jack me observa con algo que no puedo descifrar de su cara.
Este hombre es una completa caja fuerte.

Inmediatamente me ruborizo porque estoy segura de que me vió estirarme de forma muy extraña.

—Buenos días. —lo único que gesticulo.

Levanta una ceja y asiente, buscando mi mirada con diversión asomando en la comisura de sus labios.
Está por decir una estupidez que me hará enojar, lo sé.

—Creo que te hace falta aceite o algo parecido. —juega con la sábana entre sus dedos.

Pongo los ojos en blanco.

—Tal vez habría dormido bien si no estuvieras como un halcón viéndome dormir —respondo tajante —. Es perturbador.

—¡Vaya! Y yo que estaba inclinado a pensar que te gusta lo perturbador... —murmura con sorpresa fingida.

Está intentando hacerme irritar.
Pues yo también soy irritante, señor Reed.

—En realidad me gusta lo normal —revoloteo las pestañas dramáticamente por lo que estoy a punto de decir —, como Elliot.

Sus ojos se abren una pulgada como si le hubieran propinado una bofetada. Luego sonríe con sorna y aprieta mucho la mandíbula.

Seguidamente, se levanta de espaldas a mí, mostrándome su injustamente perfecta espalda. Dejo escapar aire por la boca.

—Qué lástima que Elliot haya salido del juego entonces. —sanja con indiferencia cuando se acerca a la puerta del cuarto de baño.

Arrugo las cejas.

—¿A qué te refieres? —trago con dificultad, temiendo que diga algo que no estoy segura de querer escuchar.

Voltea hacia mí, haciendo que casi me dé un infarto cuando lo veo de frente.
No sé de qué ángulo me gusta más.

Me abofeteo mentalmente por pensar eso.

Nota mi expresión y esta situación le divierte aún más, y acercándose a mí me susurra:

—Que es una pena que prefieras cosas tan mundanas  —frunce los labios frente a mi cara para sonreír después con toda la malicia posible—. Si anoche no hubiese preferido respetar un límite que probablemente quieres que cruce,  hoy habrías despertado pensando todo lo contrario a lo que acabas de decir, pequeña Joyce.

Me pongo ambas manos en la boca inmediatamente, ahogando lo que fuera que estaba a punto de salir de mí.
Me arde la cara de tanta vergüenza porque... En el fondo estoy consciente de que no pienso diferente.

Al escuchar mi nombre en él, producido por esa voz ronca de la mañana, casi caigo de nuevo en la cama.
¿Qué me está pasando?
¿Y qué le está pasando a él?

Volteo para no verlo, con la mandíbula tensa y los dientes apretados.

—Gracias por traerme aquí, fue amable de tu parte para variar —intento sonar indiferente, pero el fuego sube por mi boca.

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