Capítulo 1

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Los días en Drops of life parecen ser eternamente largos y repetitivos. De todos modos ¿qué espero de un lugar como este? Es como estar en un bucle de tiempo. Excepto cuando Dexter roba las patatas para el Guiso de la hermana Eleanor, es divertido verla correr tras el pequeño por todo el orfanato hasta que sus ya envejecidas piernas le imploran que pare.

Hoy, Gretchen no paraba de lloriquear porque Maya de pronto creyó que sus trenzas estarían mejor si tiraba de ellas. Ahora como castigo, estará rezando unas mil aves marías sin rechistar, mientras la hermana Velma se cerciora de que así sea.

—¿Ava? —los grandes ojos color caoba de Gretchen me escrutaban.

—¿Sí, Gretch?

—¿Algún día, alguien vendrá por mi y me comprará bonitos vestidos como le prometió a Amy la señora que vino esta tarde a llevársela?

Y aquí vamos de nuevo —pensé —siempre es algo duro contestar cosas así a una niña pequeña y llena de esperanzas. En esos momentos, más vale decirles una mentira piadosa, aunque en el fondo esperaba que para ella hubiera suerte.

—Claro que sí, ¿por qué alguien no querría a una pequeña tan inteligente y hermosa? —dije mientras Gretchen arrugaba su pequeña carita.

—¿Crees que una señora bonita no me lleva porque me faltan dientes? —susurró, mientras me mostraba una sonrisa torcida y desdentada.

—Hmm. Es posible... —objeté, observando como bajaba la vista —Eh. Estoy bromeando, Gretch. Si las personas no quisieran a los niños desdentados, aquí habría mucha gente ¿no crees?

Frunció el seño sin comprender nada. Entonces dije:

—En fin, si crees que es por eso, algún día esos dientes tendrán que crecer y tal vez alguien te lleve consigo.

Y como si la hubiera alentado, su rostro se iluminó. Salió de la habitación dando pequeños saltitos de emoción mientras decía "vendrán por mi" como un mantra. Cuando la vi alejarse, recordé que a su edad yo estaba de la misma manera; esperando, con muchas esperanzas a que alguien me sacara de este lugar. Viendo cada día como personas cruzaban la puerta de entrada y salían con aquellas sonrisas radiantes cual si se hubieran ganado la lotería. Lo que no sabían era que, mientras a unos se les abrían puertas a una nueva vida, a otros nos la cerraban en las narices mientras te preguntabas «¿qué está mal conmigo? ¿Vendrán por mi?». Desde hace mucho tiempo dejé de esperar a que eso sucediera, ya habían pasado muchos años desde entonces y solo esperaba poder cumplir la mayoría de edad. Yo misma construiría mi vida.

En Inglaterra, los días son todos casi iguales. El clima suele ser oscuro y húmedo, o arrasador como si quien lo controlara estuviera de mal humor cada dos por tres. Abajo, en el jardín (la única parte del orfanato que no luce vomitiva), estaban floreciendo unas hermosas violetas. Sus delicados pétalos se zarandeaban de un lado a otro impulsados por la brisa de la tarde. Siempre me ha gustado observar cosas o personas desde pequeña, todo el tiempo estaba en el jardín con la hermana Betty. La veía plantar y regar preciosas petunias por todo el lugar. Me quedaba tan cerca de ellas y aspirada su aroma delicioso. Luego, intentaba retratar su belleza antes de que murieran o las pisaran los más revoltosos de este lugar. En ocasiones, esta era mi manera de drenar lo que sentía. Dibujaba algo que me inspirara un sentimiento. Para mí, las líneas que formaban algo hermoso hablaban más que mil palabras. La forma en la que mis dedos respondían al papel o al lienzo era simplemente maravillosa, me hacía sentir liberada, eran los únicos momentos donde me permitía expresar, sentir y pensar plenamente.

Tres días después de que Gretchen saliera de mi habitación totalmente exultante, me encontraba de nuevo observando desde la ventana como los árboles se bamboleaban con tanta fuerza que hizo que Ollie entrara corriendo dejando afuera los soldaditos a los que parecía completamente unido por un pacto o algo así.

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