Capítulo 3: El encuentro con un fraile misterioso

5 3 0
                                    

Respondiendo al sueño que había tenido la noche anterior, Isabel viajó a la antigua Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo. Allí entusiasmada hojeaba varios libros, tomaba notas de ellos y esperaba nerviosa, sin saber qué ni a quién.

De pronto, casi como un fantasma, se le acercó sigilosamente, más bien una sombra y casi susurrando le dijo: ¿Usted es Isabel?

Si, por cierto -respondió temblorosa.

Yo soy Félix, un fraile polaco, residente en este convento. MIGARA me ha pedido que le entregue varios mensajes, para que usted le descubra.

Dando una vuelta, se sentó frente a ella, pero por la capucha de su hábito no podía ver totalmente su rostro.

Téngame paciencia, le dijo, la historia es algo larga. Todo se inicia con la historia de un soldado, que se remonta a lo que dice el Evangelio de San Juan, más conocido como el Cuarto Evangelio en el capítulo 19, que, cuando llegaron ante la cruz donde colgaba Jesús, al ver que se encontraba ya muerto no le quebraron las piernas sino que uno de los soldados le abrió el costado con una lanza y al instante brotó sangre y agua.

El Evangelio según Juan, no menciona el nombre de este soldado romano, pero era uno de los responsables y encargado por Poncio Pilato para realizar la crucifixión de Jesús, por tanto no fue tan complejo llegar a la conclusión de que este soldado se llamaba Cayo Casio Longinos y su tarea fue la de comprobar que Jesús estaba muerto.

Se cuenta de que este soldado sufría una ceguera parcial y al clavar su lanza, le salpicó sangre y agua de Jesús en los ojos y recuperó totalmente la vista. Fue un milagro que le llevó a convertirse al cristianismo y posteriormente ser nombrado santo por la Iglesia católica.

¿No le parece increíble todo este relato?

- Le dijo el fraile Félix a Isabel.

Estoy anonadada, desconcertada, creo que soy una ignorante en todo lo que me relata. No sé qué agregar a lo que me ha contado.

- Respondió sonrojada Isabel.

No se preocupe, me basta su interés para seguir con la historia.

- Agregó el fraile.

Si, por favor, estoy muy interesada en su relato y la relación que esto pueda tener con MIGARA.

Le entrego otro antecedente para que verifique que mi relato es cierto: En la basílica de San Pedro del Vaticano hay una espectacular escultura barroca en honor de Longino, obra del siglo XVII por las manos de Bernini. Su fiesta se celebra el 15 de marzo, como santo reconocido por la Iglesia.

¿Qué paso con esa lanza fray Félix? preguntó Isabel muy entusiasmada.

Mire, casualmente uno de los libros que usted escogió hoy de la biblioteca, muestra la lanza. A ver si la encuentro. Tomando un libro de los que tenía en la mesa Isabel, empezó a hojearlo.

A ver, a ver, por acá debe estar... Acá está, mire que linda es.

Isabel, no lo podía creer, la lanza de Jesús estaba ante sus ojos.

No era un cuento inventado por la historia. No era parte de la mitología. Era una realidad.

El fraile, cerrando el libro, continuó su relato.

Por siglos se ha venerado la punta de esta lanza sagrada, también conocida como lanza del destino, lanza de Longino o lanza de Cristo. La han robado los paganos, la han ocultado sectas y grupos oscuros y también por siglos ha sido cuidada y venerada por los cristianos. Y con su historia, dijo el fraile, surgió una leyenda: "Quien la sostenga con sus manos, sostendrá, para bien o para mal, el destino del mundo".

Por eso muchos la quisieron tener con ellos, y se convirtió en la obsesión de un maníaco como Hitler, por ello junto a otras piezas la robó en Viena y la llevó en un viaje secreto, en un tren blindado y escoltado hasta Nuremberg. Allí la reliquia fue escondida en un búnker antiaéreo.

Hitler le encargó esto al general Himmler, este la quiso llevar a su castillo esotérico en Wewelsburg, pero la lanza, por orden de Hitler fue colocada en el vestíbulo de la iglesia de Santa Catalina de Núremberg.

Incluso para darle más argumentos, usted podrá investigar escenas en que en algunos de sus discursos Hitler apareció con la lanza en sus manos para demostrar, según él, dos cosas: que él era poderoso y dueño del mundo y que la lanza ahora era alemana.

El 20 de Abril de 1945 la ciudad cayó en manos de los aliados. El Séptimo Ejército se instaló en la fortaleza de Kaiserburg sin saber que 24 metros debajo estaba el mayor tesoro oculto por los nazis.

El 30 de abril de 1945 una compañía estadounidense al mando del teniente William Horn, de la división Monuments, Fine Arts and Archives fue enviada en busca del tesoro de los Habsburgo en Austria.

Una bomba había dejado a la vista la entrada de la bóveda, y en ella, sobre un descolorido terciopelo rojo estaba la fabulosa lanza de Longinos. El teniente Horn tomó posesión de la lanza en nombre del gobierno de los Estados Unidos.

Al día siguiente, la noche del 1 de mayo de 1945, en un búnker de Berlín, a unos cientos de kilómetros de allí, Adolfo Hitler, se suicidaba. De esta forma se cumplió su maldición: el que la perdiera y se separara de ella sufriría la derrota más amarga e incluso la muerte.

¿Pero si Hitler la tenía, por qué no ganó la guerra y terminó suicidándose?

-Preguntó Isabel.

El Fraile bajando la voz, le hizo casi una confidencia: se cuenta que Hitler se suicidó cuando supo que los Aliados le habían arrebatado la lanza.

Además esa lanza tiene un mal final, ya le contaré.

Ahora bien, dijo el monje algo cansado, ¿Qué pasó finalmente con la lanza? La lanza que Hitler robó y que luego los norteamericanos le quitaron, resultó ser una reliquia falsa.

En 1947, Estados Unidos devolvió la lanza a Viena. Para comprobar que no se trataba de una réplica, fue sometida a diversos análisis. Con la prueba del Carbono 14 quedó demostrado que se trataba de una lanza del siglo VII, por lo que no era el arma romana que clavaron en el costado de Cristo.

El Misterio de MigaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora