Isabel está obsesionada con encontrar el significado de una palabra.
Se encontró con ella de manera inesperada y allí mismo se obsesionó por buscar el significado, el sentido, el alma de una palabra que encontraba perfecta para describir la emoción del momento particular que vivía en su vida.
Ella cree que esta palabra tiene un sentido espiritual, tiene alma y una fuerza que cambiará su vida, pero no entiende cómo. Ha tenido sueños con un monje que le entrega mensajes. Es más, ha tenido encuentros, en vivo, no por Zoom, con un fraile que más bien parece la presencia de un fantasma.
Cree que esta palabra le llama a crear historias y trabajar para motivar a la gente a tomar acción y hacer el bien en el mundo. Ella sabe que las palabras pueden afectar a las personas, pueden inspirar, motivar, sanar o herir. Las palabras pueden cambiar el mundo, al menos mi mundo, se decía a sí misma Isabel.
Ella ama el lenguaje como medio para expresar emociones que son difíciles de describir con palabras "cerebradas", prácticas y lejanas del afecto. Pero también siente que hoy vivimos la pérdida de las palabras. Se ve en un mundo en el que las palabras comienzan a desaparecer poco a poco. Le molesta cuando le escribe a un amigo largamente por WhatsApp y este le contesta con un miserable emoticón... esos monitos que ha terminado odiando.
Algunos le envían manitos rezando y angelitos, cuando son unos ateos empedernidos. Otros le pegan vasos chocando y haciendo salud, como signo de aprobación o encontrarán que lo dicho es fruto de una bolinga, de tener una buena cogorza o estar emborrachado.
¿Acaso no se puede trabajar con nuevas formas para comunicarse con los demás, sin perder la pasión de las palabras?
-Es la pregunta que le surge con enojo.
Isabel se despertó sudando y con el corazón acelerado. Había tenido otro sueño con el monje. Él le había entregado un pergamino en el que estaba escrita una sola palabra: MIGARA. Era la misma palabra que había estado buscando obsesivamente durante semanas.
¿Estaré loca?
-Se preguntó Isabel.
Ese fue el momento en que decidió que necesitaba ayuda. Se decidió a buscar terapia con un sicólogo, para ordenar sus pensamientos y emociones. Lo conversó con Mario, gran amigo de la oficina.
Yo me atiendo en CECOPS. -Le dijo Mario. Es el Centro de Consultoría Psicológica en Madrid. Es muy bueno y te queda cerca, acá tengo la dirección: Calle Príncipe de Vergara, 208.
Ahhhh, y luego de tus loco-terapias, te puedes ir de compras, sabes que la calle Príncipe de Vergara cuenta con numerosas tiendas y boutiques donde se pueden encontrar marcas de moda, tecnología, decoración y mucho más. Y luego de tus compras, te vas de tapas, a gozar chica...la gastronomía local es lo mejor es sus restaurantes y bares donde la comida madrileña y unos traguillos mejorarán todo tu loquerío... jajaja, culminó Mario.
Noooo, hablando en serio, te recomiendo a la misma sicóloga que me ve a mí. Se llama María Dolores García. Ya no me terapea, ahora somos muy buenos amigos.
Isabel lo consideró un buen dato y tomó una hora médica en línea. Llegó a la hora y extrañamente la llamaron puntualmente a la consulta de la sicóloga María Dolores García.
Isabel entró en la consulta y se sentó en la silla que ella le indicó. No era un sofá como esperaba, pero en fin, ya estaba en camino. Se mostraba nerviosa, pero a la vez emocionada por poder hablar con alguien sobre su obsesión con la palabra MIGARA.
¿Qué te trae a mi consulta, le dijo María Dolores?
La verdad es que ni yo misma lo tengo claro, son tantas cosas, por ello estoy algo nerviosa y agotada. Todo surgió con un juego en que se me aparece una palabra: MIGARA. He buscado su significado, que no puedo encontrar en ningún diccionario, pero siento que tiene un enorme significado espiritual para mi vida.
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El Misterio de Migara
De TodoEste libro no es una novela, no está centrada en una narración literaria de carácter ficcional, con el con el fin de entretener y brindar placer estético al lector, sino que es una experiencia Novelada. Es de alguna forma una experiencia novelada ps...