Parte I: Algo pequeño llamado "Obsesión"

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—Dije que iba estar en ese lugar y lo hice, no existe manera de que me reporten por esas mierdas. — exclamó Benjamín entregando el papeleo.

—Lo siento pero no puedes interferir en investigaciones ajenas Henderson. — le dijo su jefa en la oficina.

—¿Acaso nadie piensa que si estoy interviniendo es porque veo que no hacen una mierda? Hay niñas las cuales su causa está en la nada misma y no podemos quedarnos con los brazos cruzados.

—Lamento informarte que esa división no te concierne, mucho menos investigaciones ajenas. De lo contrario voy a darte la baja temporal y si tu actitud no cambia, será la definitiva. ¿Entendido? 

—Si, jefa. — respondió Benjamín entre dientes.

Eran actitudes que verdaderamente ni siquiera lo involucraban, pero algo le incentivaba a luchar en contra la injusticia no por nada había hecho de sus ideales su oficio.

Benjamín es un hombre divorciado con un hijo de 25 años al cual adora con su vida, si bien luego del divorcio al poco tiempo de que su pequeño cumpliera los 2 años fue inesperado para él, pero aún así no desmotivó a que se aleje de sus responsabilidades de padre siendo un padre siempre presente y excepcional.

Ahora estaba con un humor de perros y para cambiarlo solo necesitaba un milagro. Y dios estaba de su lado cuando su teléfono celular comenzó a sonar en el bolsillo de su pantalón.

—¿Hola?

—Supongo que papá tiene un minuto para mi ¿Cierto? — dijo la voz masculina al otro lado de la línea.

—¡Oh! Hijo mío, que alegría. ¿Cómo estás? — dijo Benjamín con un nuevo humor naciendo de su pecho, estaba feliz.

—Estoy tan feliz, más aún por escucharte bien papá ¿Cómo estás tú? ¿Alguna dama a la que deba llamar mamá?

—JA-JA-JA Sigue soñando hijo, yo estoy bien. Lo mismo de siempre, ya sabes... Trabajo, comida, ejercicio e investigaciones. Lo típico...

—Ya me daba una idea... ¿Dónde estás ahora papá?

—Estoy en las oficinas ¿Por- 

Antes de que terminara la oración sintió una mano posarse en su hombro a la vez que volteó encontrándose con la presencia de un hombre vistiendo un uniforme militar, dejó su celular para fundirse en un abrazo.

Su hijo, Logan, es soldado. Pasó casi año y medio desde que ingresó a un tour militar que cubría puestos cercanos a la franja de Gaza, lo cuál lo mantenía siempre en incertidumbre y muy internamente asustado por más que no quiera admitir. Lo calmaba, por parte, ver la imagen de su hijo casi similar a la suya, todo un hombre.

Benjamín siempre fue atleta al igual que implementaba el amor hacia los deportes desde niño lo cual los posicionaba a ambos en hombres físicamente dotados, eran altos bordeando el metro ochenta, contextura atléticas y el punto característico mutuo eran sus ojos, unos maravillosos ojos verdes evidencia de la procedencia genética de su padre.

Los hombres se abrazaron fraternalmente liberando un par de lágrimas de por medio. Al fin tenía a su hijo sano, salvo de regreso en casa y en sus brazos si bien ya no era un niño, siempre lo sería para él.

—¡Has crecido bastante hombre! ¿Con qué te alimentaban en la base? Te has ensanchado bastante — comentó feliz Benjamín al presionar sus hombros, entre risas.

—Solo comida, papá. 

—¿Y las mujeres? Con ese aspecto dudo que estés solo.

Una naciente sonrisa inundó el rostro del soldado.

𝑸𝒖𝒆𝒅𝒂 𝒆𝒏 𝒎𝒊 𝒄𝒐𝒏𝒄𝒊𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂 (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora