Parte III: "Lo Inevitable"

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Estaba irritado. 

—Necesito más café y de verdad espero que nadie se cruce en mi camino o van a inaugurar una celda conmigo. — comentó a su compañero de unidad.

—Dijiste en voz alta lo que he pensado. — confirmó el hombre con una sonrisa burlona con intención de causarle un poco de alegría a su preocupado amigo. —Necesitas descanso, hombre.

—No... No creo... ¿O sí? — se auto cuestionó el de ojos verdes.

—¿Cuándo fue la última vez que estuviste de vacaciones? Si mal no recuerdo he oído que tu hijo está aquí... No es mala idea que pases tiempo junto a él y disperses tu mente de un poco de esta mierda. Acuerdate de mi, luego dame las gracias. 

—Mi hijo no está solo... — Mia... vino automáticamente a su mente sin pedir permiso y robando una sonrisita que intentó ocultar. Intentó...

—¡Acabas de sonreír! No me digas que no te gusto esa idea. 

—Voy a ver... Cuantos días tengo disponible. — finalizó Benjamín con más ánimo del que tenía.

Sabía que debía matar inmediatamente su fascinación por Mia, pero también comprendía que eso podía hacerlo fácilmente. Como él sabía era solo un capricho.

En su división varios problemas habían desencadeno a raíz de una pequeña pandilla que comenzaba a operar en un diminuto barrio en ruinas de la ciudad.

Tenían entendido que los niños que tenían en su poder eran solo simples peones de una red de tráfico mucho más grande. Esto era como una jodida víbora, cada vez que creían tenerlo todo en sus manos. La misma desprendía abandonando su cola, transportando su cabeza a una nueva zona fría.

—Ni siquiera pudiste hacer nada, imbécil. — exclamó un adolescente de 15 años mientras movía violentamente su cuerpo con intención de quitarse las esposas.

—Quizás no, tienes razón. Pero ahora contigo en mi poder voy a saber lo que harán... Por que tú, me lo dirás. — verbalizó Henderson.

Una sonora risa repercutió en el lugar proveniente del menor. 

—Vas a quedarte con las ganas porque puedo ser cualquier cosa menos un bocazas. — agregó el muchachito.

—Eso lo veremos cuando mis puños caigan accidentalmente en tu cara o tus costillas. 

—No puedes tocarme, soy menor de edad. Puedo denunciarte por abuso de autoridad. 

—¿Desde cuando tan sabelotodo? — ironizó Benjamín prácticamente lanzando al muchachito a una silla. —Voy a dejarte aquí para que reflexiones... Y cuando vuelva vamos a tener una bonita charla de hombre a hombre. 

—Cuídate mucho Henderson... Que eres el próximo en la lista. — afirmó el muchachito dejándolo ensimismado por aquel dato.

—Pff... Ni que fueras Valentino De Luca.

En un momento bromeó, aunque... ¿Cómo supo su nombre? Se le plantó la duda, pero no la suficiente para encerrarse en eso por el resto del día.

La hora del almuerzo hizo acto de presencia a la vez que la molestia lo golpeaba otra vez. Andar todo el día de aquí para allá lo había dejado exhausto, regresando al estado de alerta al recordar a Mia y a su hijo.

Mía, más que nada... ¿Por qué?

Ingresó al apartamento sin hacer el menor ruido posible, teniendo la leve sospecha de que el lugar no estaba vacío puesto que le había dado la bienvenida un delicioso olor a comida preparada y así le dieron la razón un par de risas ahogadas... 

𝑸𝒖𝒆𝒅𝒂 𝒆𝒏 𝒎𝒊 𝒄𝒐𝒏𝒄𝒊𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂 (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora