Parte V: "Fascinación"

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Luego de pensarlo por prolongados días, que se hicieron semanas que cumplieron el mes, se decidió con determinación.

Iba a tomar aquellos días de vacaciones que tanto le hacían ruido desde que su compañero de trabajo lo mencionó, solo para darse cuenta de que Mia no es tan fabulosa como para colocarla en un pedestal de la forma que él lo había hecho y con eso iba a arrancar de raíz aquella extraña fascinación por su persona.

Se iba a convertir en un recuerdo del cuál en su soledad se iba reír hasta que de sus ojos brotaran lágrimas.

Aunque la realidad era que por más que se convencía... Lo dudaba.

Aquella muchachita había elevado sus estándares de preferencias personales tan alto que por más que se convencía, dudaba que pueda revertir eso. Aun teniendo el certero conocimiento que nada de lo que hacía era con intenciones de conquistarlo. 

Dudaba cuando siempre la primera en darle la bienvenida era ella con la cocina perfumada con la comida que preparaba en el día, antes de irse de guardia en su trabajo. O cuando cada vez que salía de darse una ducha lo invadía el olor a flores de sus productos de higiene y loción corporal.

Le alegraba que de alguna manera se había mantenido a raya, pero no a los límites que quería llegar.

Tuvo sus declives de debilidad donde con disimulo doblaba la ropa del tendedero demorando más con la suya y de vez en cuando acercando su nariz por la ricura de aquel aroma ya sea en sus prendas o sus toallas.

La última vez había estado irritado por días por el hecho recordar cuando su hijo y ella hacían el amor, pero esta ocasión él no era espectador sino que actor de la obra.

Se despertó excitado y muy enojado porque no era algo que le desagradaba, era absolutamente lo contrario y eso lo enfurecía.

Quería sacarla de su mente, pero no podía y pensar en ella, más adictivo se volvía.

—¿Pensando en alguna bella dama? — preguntó Saúl, su compañero de unidad.

—Quizás...

—Me pregunto quién será aquella mujer afortunada. — agregó bebiendo de su café.

—Nunca vas a saberlo. — afirmó Benjamín con una sonrisa ladina.

—¡Oye! Deberías dejar de sonreírme así, si fuese mujer apostaría que no me molestaría que abras mis piernas para ti.

—¿Pero que carajo...? — comentó Henderson cayendo en una carcajada acompañado de su amigo.

Fue allí cuando recordó su última debilidad, la más grande hasta ahora.

Noches atrás se había enredado con una policía de turno que le había ofrecido gustosa su cuerpo y él no lo había desaprovechado. Pero de solo mirarla a lo lejos un amargo sabor de boca lo embargaba, la culpa otra vez como una inmensa carga se posaba en sus hombros y de solo mirarse al espejo sentía vergüenza de aquellos nuevos actos inmorales que había cometido con su pensamiento.

Había imaginado en todo momento a Mia en lugar de aquella morena.

Lamentaba no haber disfrutado consumar aquel acto con aquella mujer en cuerpo cuando su mente imaginaba a otra.

Quizás eso no le importaba mucho porque como humano toda persona quizás alguna vez hizo lo mismo, lo que lo hundía era la persona a quién se había imaginado en su lugar.

Mia no te pertenece. Se repetía una y otra vez, pero otra voz solo le dictaba lo contrario. Lo peor era que cada día aquella voz la callaba a la razón y aquellos pensamientos no le parecían tan descabellados.

𝑸𝒖𝒆𝒅𝒂 𝒆𝒏 𝒎𝒊 𝒄𝒐𝒏𝒄𝒊𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂 (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora