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—¿Qué haces tan temprano en el centro? —le preguntó Joe, mientras cerraba la puerta de la furgoneta.

Alfonso sacó a Summer de la sillita, y bajó cuando su amigo le hubo abierto la puerta.

—Gracias —dijo Alfonso, sin responder al comisario—. Bueno, ¿ha sido niño o niña?

—Niña —Joe esbozó una amplia sonrisa—. Se llama Hannah. Ha pesado tres kilos y medio y está muy sana.

—Enhorabuena —Alfonso estrechó la mano de su amigo—. ¿Cómo está Janie?

—Cansada, pero deseando salir del hospital y comprarle mil vestiditos —contestó Joe, mientras abría la puerta de casa—. Vamos a la cocina. Prepararé una taza de café. Parece que lo necesitas.

—Supongo que ninguno de los dos ganaríamos un concurso de belleza esta mañana —Alfonso se acarició la barba de un día—. ¿Qué haces en casa?

—Janie quería que estuviese aquí cuando los niños se despertaran. Los llevaré al colegio, iré un rato a la comisaría, y volveré al hospital. Mañana volverá Janie con la niña.

—¡Qué rápido!

—Sí, bueno. Pero, ¿me vas a contar qué hacías a las cinco y media de la mañana en el centro o no?

—Mejor que no preguntes.

—O sea, que has pasado la noche con cierta señorita…

—O sea, que mejor que no hable —contestó Alfonso, mientras tomaba asiento en una silla, sin soltar un instante a Summer.

—Parece que Janie se equivocó.

—¿Con qué?

Joe rió. Luego sirvió café para ambos y le acercó una taza a Alfonso.

—Pensaba que hacer de canguro para nuestros hijos te convencería de que debías seguir soltero.

—Me gustan los niños… Y me gusta estar soltero.

—Sí, eso fue lo que le dije.

—La voy a echar de menos —dijo Alfonso, mirando a la niña.

—¿Por qué? ¿Te vas a alguna parte?

—No, todavía. Pero voy a contratar a otro detective privado, a ver si averigua algo más sobre Sarah. Has descubierto su furgoneta. Tengo el presentimiento de que nos estamos acercando… Y no me mires como si te compadecieras de mí.

—¿Por qué me iba a compadecer de ti? Has heredado un rancho, tienes tres caballos estupendos, un montón de dinero invertido en Dios sabe qué…

—Algo de Internet —especificó Alfonso.

—Y has pasado la noche con… Bueno, ya sabes. Tu vida no parece un infierno.

Alfonso se quedó unos segundos en silencio antes de preguntar:

—¿Cómo supiste que Janie era la mujer con la que querías casarte?

—La vi y lo supe.

Joe sonrió.

—¿Así de fácil?

—Sí —contestó el comisario—. Lo difícil fue convencerla a ella para que se casara conmigo. Janie no estaba tan embobada como yo por ella al principio… ¿Por qué lo preguntas? ¿Estás pensando en sentar la cabeza?

Alfonso dio un sorbo de café. No, él no estaba pensando en casarse. Sólo quería hacerle el amor a Anahí unos cuantos años seguidos.

—¿Sentar la cabeza yo? —contestó finalmente—. ¡Dios! ¡Ni hablar!

Y Summer lo miró a la cara, como si supiera que era el mayor mentiroso de Montana.

—Bueno, ¿cómo fue?

Un soltero peligroso. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora