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—Quédate —le pidió, cuando Anahí hizo ademán de salir de la cama.

—No puedo, llegaré tarde al restaurante.

—Trabajas demasiado —protestó él.

—Y tú no trabajas nada.

—Estoy tomando decisiones —se defendió Alfonso, mientras le besaba el valle de sus senos—. Quizá me quede en el rancho.

—Sí, claro…

Anahí rió y se levantó de la cama.

—Hablo en serio.

Alfonso frunció el ceño.

—Ya, ya… Si no lo dudo —contestó en tono burlón, mientras se cubría con una sábana.

Luego él avanzó de puntillas hacia la cuna, donde Summer dormía profundamente.

—Voy a quedármela.

—¿Cómo? —preguntó Anahí, que había notado que Alfonso hablaba en serio.

—Me mudaré al centro. Contrataré a una asistenta.

—¿Y su madre?

—Tendrá una —contestó Alfonso, sin dejar de mirarla a la cara—. Estoy pensando en casarme.

—¡Ah…!

Anahí habría dado el sueldo de dos meses por saber qué se ocultaba tras el rostro impenetrable de Alfonso.

El teléfono los interrumpió. Alfonso alcanzó el inalámbrico que tenía en el suelo, junto a la cama.

—¿Diga? —preguntó tras descolgar. De pronto, se quedó pálido—. No le quites el ojo de encima. Sí, ahora mismo… Era Joe. Llamaba desde la
comisaría… Está aquí —le explicó a Anahí nada más colgar.

—¿Quién?

—La madre de Summer. Sarah ha vuelto a casa.

Al principio, no la reconoció. Llevaba ropa usada y desgastada, aunque limpia. Estaba hecha una mujercita y era mucho más alta de lo que la recordaba.

—¿Sarah?

—¿Ponchito?

—Hola, pequeña. Te he echado de menos —dijo él con la voz quebrada por la emoción, mientras se fundía en un abrazo con su hermanastra.

—Yo también —Sarah se sorbió la nariz—. Lo siento, de verdad que lo siento.

—Tranquila… —Alfonso la dejó sollozar contra su pecho—. Todo irá bien a partir de ahora.

—Sabía que cuidarías de ella. El comisario dijo que Rebecca estaba bien —dijo Sarah, tras apartarse unos centímetros de Alfonso.

—¿Así que Rebecca? Habría sido un detalle que hubieses escrito su nombre en la nota que dejaste.

—¿Dónde está?

—Con una amiga. Iremos por ella en unos minutos. Pero antes tenemos que hablar —Alfonso la condujo a una silla—. Tienes que contármelo todo.

—Mamá me mataría —los ojos se le llenaron de lágrimas—. Iba a quedarme. Tenía planeado quedarme hasta que llegué al porche. Me dio tanto asco, que quise vomitar. No podía entrar en esa casa…

—Tranquila, cariño… Empieza desde el principio —le pidió Alfonso —. Tienes que explicarme muchas cosas.

—¡Guau! —exclamó Heather al ver a Anahí —. ¿Se puede saber…?

—No —atajó Anahí, mientras empujaba hacia la cocina el cochecito en el que dormía Summer —. Hazme un favor: Ponme una taza de té y algo de desayunar.

Un soltero peligroso. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora