𝕹o le iba dar oportunidad de ganar. No esta ocasión.
Tuvo que posponer una cita y se quedaría hasta tarde ese lunes para trabajar y reponer el tiempo invertido en esta junta. Pero esta vez él no se saldría con la suya.
Por lo que cuando cruzo el umbral de las puertas corredizas y vio la sombría mirada de Armando.
Sintió estar un paso delante.
—Daniel, no pensamos que asistirías a la junta de hoy —se acercó Margarita a darle un beso en la mejilla con una alegría plasmada en su delgado rostro.
Aunque parecía ser la única con esa actitud, pues eran las 9 de la mañana y muchos lo único que querían eran regresar a sus labores y no realizar una actividad que fue planeada con imprevisto. De los más notorios Mario Calderón, que tenía un rostro pálido y unos lentes de sol, ante las luces cálidas del salón. Al parecer el bandido había tenido una noche divertida.
—Ni yo Margarita, pero no podía perderme de esta reunión. No lo he hecho con las anteriores, menos con esta, a pesar de que se haya planeado con poca antelación —contesto mientras le regalaba una sonrisa a la mayor apretando con sutiles su delgado hombro, tratando de mitigar su comentario pasivo agresivo.
—Y una disculpa a todos de antemano —hablo Don Roberto con pena—. Se que fue una junta imprevista, pero en realidad quiero aprovechar mi poca estancia que estaré en Bogotá para saber el estado actual de la empresa, el cómo está la nueva colección ¡y tranquilos! No vengo a darles malas noticias, de eso esperecen de Armando.
Las risas fluyeron y Daniel solo opto sentarse en una de las sillas libres junto a Margarita.
La junta inicio y como era de esperarse Betty lidero la conversación. Proporciono las carpetas y los estados actuales de la empresa. Como habito, Daniel prefirió centrarse en lo plasmado en los papeles y ver que tan congruente era con lo que decía la asistente de presidencia y pareció serlo, por un momento. Aunque cuando leyó aquella página y la duda surgió, como una pequeña chispa que daría combustión a llama que tanto deseaba encender.
