𝖝𝖎𝖎. ❝ᴺⁱᵈᵒ❞

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—𝕷ucía, solo

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—𝕷ucía, solo ... Solo hablemos como civilizados —se animó a decir—. Por favor, tome asiento.

Vio por un segundo titubear a la novata, entre la libertad de la manija y la prisión de aquel asiento.

Verla caminar hacía aquel lugar, hizo la esperanza regresar a su pecho.

Tomo lugar frente a ella en el sillón de un solo cuerpo, era lo más conveniente.

—Déjeme, ser honesto con usted como lo ha sido conmigo. No le conviene salir por esa puerta.

—T-Tampoco me conviene m-merecer sus tratos tan ofensivos.

—No me deja de otra —y se maldijo al instante cerrando los ojos, al no haber mordido su larga lengua. No hizo falta verla, para saber que tenía los labios entreabiertos—. Lucía, lo siento. En serio, disculpe. No sé qué me está pasando el día de hoy —se vio obligado, a pronunciar aquellas simples palabras, que le causaban un inquieto malestar.

—Ni los demás días. N-No es la primera vez que se disculpa. A-Así que nada me garantiza que sea la última vez ... No es un hombre de palabra, doctor.

Él, un hombre severo y directo, por primera vez, siendo cuestionado por su palabra.

Le agrío la boca del estómago.

—Eso no es cierto, he cumplido con mi parte del trato y tengo derecho a estar molesto.

—Y ...y lo comprendo, pero merezco el mínimo de respeto ... N-Ni siquiera me lo puede brindar en una simple conversación. No ... no puede exigir respeto, si le resulta innecesario y mucho menos honestidad, si es lo que menos ofrece. Por lo tanto, no tengo nada que enseñarle sobre confianza.

Ahí sentada, con la vista en frente y espalda recta, las palmas en su regazo. Su ansiedad se delataba en el temblor de sus manos. La sombra que proyecta en la pared reflejaba en silencio el peligro que era bajo una fachada frágil.

¿Cómo pudo ser tan estúpido? ¿Imprudente? ¿Impulsivo?

Debió reconocer tan siquiera la amenaza que le resultaba tener a Lucía a su lado.

Si la novata le daba tan siquiera balbucear, sabía de antemano que ella perdería, pero no más que él, que tenía mucho por ganar.

Entonces aprendamos juntos. Lucía, sé que no he sido amable desde el momento en que coincidimos, que carezco de valores tan básicos como el respeto y la confianza, tampoco puedo exigir que me lo debe dar a manos llenas, cuando he sido a penas un aliado. Pero necesitamos ser honestos el uno con el otro. No puede ser ingenua y creer que este trato no nos trae beneficios. Por desgracia, nos hemos orillado a trabajar juntos, por circunstancias de la vida, y mire hasta ahora, todo ha salido bien, bastante diría yo. ¿Acaso no le ha venido como milagro del cielo los pagos que le doy? Para mí su información lo es —el silencio fue suficiente respuesta, Daniel comprendió tan siquiera admitirlo ella en voz alta, le resultaba degradante—. No me agrada llamarla, ni mucho menos verla sentada frente a mí, ni ver llegar a mi chofer con esos folders, al saber en qué infierno convierte esa empresa Armando Mendoza cada día. Se que no está orgullosa de esto, tampoco feliz. Y no lo estará. Créame, lo experimento.

𝕽𝖊𝖉𝖊𝖓𝖈𝖎ó𝖓 ┃𝒟.𝒱.Where stories live. Discover now