Capítulo 11

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Jeno estaba enfadado, eso o tenía rencor contra el pobre saco de arena del que estaba abusando en ese momento.

Corriendo en una de las máquinas, Renjun lo miraba por el rabillo del ojo, trataba de no hacerlo, y durante un instante lo logró, pero su mirada regresaba a Jeno como si el agente fuera un imán que inexplicablemente lo atraía. No parecía importar que el gimnasio fuera enorme, pese a la distancia tenía muy presente al hombre que estaba en el otro extremo.

Renjun se lamió los labios, tratando de no mirar las gotas de sudor en la frente y el cuello de Jeno, o la forma en que su camiseta negra empapada en sudor no hacía absolutamente nada para ocultar sus músculos esculpidos, estaba casi babeando mientras observaba la flexión de los músculos de Jeno cada vez que golpeaba la bolsa; estaba irremediablemente excitado, pero en su defensa, era casi porno, sin mencionar que Renjun tenía una razón legítima para mirarlo: Jeno estaba cada vez más triste y más retraído tras cada día que no podían verificar la ubicación de la memoria USB.

Habían pasado cinco días en el crucero, y la guardia de Johnny todavía no había bajado, el tipo era realmente paranoico; su camarote estaba custodiado todo el tiempo por dos fornidos guardaespaldas, y Johnny no había sido visto sin su camisa, ni siquiera una vez. Renjun podía entender el humor oscuro de Jeno, hasta él también estaba muy nervioso, sólo les quedaban tres días, si no avanzaban pronto, Jeno probablemente cambiaría de opinión y se lo ofrecería a Johnny. Quizás esa era la razón por la cual Jeno parecía tan cabreado, tal vez estaba irritado porque tendría que recurrir a eso después de prometerle a Renjun que no tendría que hacerlo.

Con el estómago revuelto por la idea, Renjun alcanzó su Gatorade, tomó unos pocos tragos codiciosos cuando una voz acentuada y familiar dijo:

—No deberías beber mientras corres, mascota.

Renjun siempre había sido bueno reaccionando y tomando decisiones rápidas, es más, ya se estaba ahogando con su bebida antes de que el plan se formulara completamente en su cabeza. Renjun gritó mientras tropezaba con la cinta de correr, y cayó hacia el sonido de la voz, casi sonrió cuando las manos de Johnny detuvieron su caída mientras su bebida se derramaba sobre su camiseta.

—¡Dios mío, lo siento mucho! —se disculpó Renjun, con los ojos muy abiertos y tartamudeando. —¡Me dió un susto de muerte! ¡Déjeme que lo limpie!

Cogió unas servilletas de la mesa cercana y comenzó a limpiar la camisa empapada de Johnny, pudiendo constatar, por fin, que sin duda alguna había un objeto con forma de USB en la cadena del sujeto, pero no fue posible verificar que era idéntico al falso que le habían dado para cambiarlo, siendo necesario que la camisa desapareciese.

—Deja de quejarte, muchacho —replicó Johnny con una sonrisa. —Es sólo una camisa, tengo docenas, no has hecho nada irreparable.

Nadie le había mencionado lo inquietante que resultaba a veces que aquel sujeto pareciera amable y tranquilo, preguntándose ¿Por qué los villanos de la vida real no podían parecerse más a los de las películas? Hubiera sido menos perturbador.

Renjun le sonrió tímidamente.

—Sería mejor que se quitase la camisa antes de que se vuelva pegajosa y asquerosa, señor.

Johnny sonrió.

—¿Quién soy yo para decir que no cuando una cosa tan bonita quiere verme sin camisa?

Renjun casi puso sus ojos en blanco, pero cara al exterior sonrió, mirando a Johnny a través de sus pestañas. Uff, coquetear con hombres espeluznantes apestaba.

Renjun apenas pudo evitar estremecerse cuando Johnny se acercó con su mirada fija en sus piernas vestidas con un par de pequeños shorts blancos. Cuando Johnny se quitó la camisa, Renjun obligó a sus ojos a vagar por todo el pecho del hombre, sin dejarlos fijos demasiado tiempo en la memoria USB. Para ser justos, Johnny estaba en muy buena forma. Renjun esperó que no resultase obvio que estaba fingiendo la fascinación en su mirada mientras murmuraba con una sonrisa torcida:

【𝖚┃ 𝖕┃ 𝖉 】||ɴᴏʀᴇɴ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora