Taehyung esperó en las escaleras de su casa mientras los del servicio de mudanza se alejaban. Quizás pareciera un idiota despidiéndose de un camión con el logotipo de Mudanzas Han en el lateral, pero no le importaba. Gangneung era el tipo de ciudad pequeña en la que había soñado vivir, desde que su primer año en Seúl le quitó de la cabeza la idea romántica de vivir en una gran ciudad. Seúl no era el lugar adecuado para alguien como Taehyung. Él necesitaba tranquilidad; no estar veinticuatro horas al día bombardeado con ruido y distracciones visuales. Volviéndose hacia la casa, echó un vistazo a la placa con la dirección encima de la puerta. Número Diecisiete de la calle Min.
Esa sí era una buena dirección. Fácil de decir. Divertida de decir. Su antigua dirección en la calle Aguacate también era divertida de decir, pero aquí tenía un patio delantero y uno trasero. Tenía una casa de dos plantas para él solo, en vez de un pequeño departamento en una cuarta planta sin ascensor y con vecinos que hacían retumbar las paredes cada noche con su música. Dentro, Jennie iba abriendo cajas. Taehyung miró hacia la calle de nuevo, bajó a la acera (¡Tenía su propia acera!) y observó detenidamente la tranquila calle. Era mediodía, así que no había muchos coches aparcados frente a la casa. En algunas viviendas se podían ver bicicletas tiradas en los jardines, lo que podía significar dos cosas: insensatez o que el robo de bicis no era un problema ahí.
— ¿Estás seguro de que estarás bien? —gritó Jennie desde dentro.
Taehyung se giró y miró hacia la relativa oscuridad de la sala de estar, buscándola. Ella había dejado de amontonar cosas para mirarlo con cara de preocupación: labios apretados y ojos fruncidos. Había visto esa cara demasiadas veces desde que le contó su plan de mudarse. A pesar de su incredulidad respecto a que nadie quisiera irse de Seúl (había elegido creer que ese era el problema y no que ella pensara que no podría espabilarse solo), lo había ayudado en todo lo posible desde el principio, por lo que estaba muy agradecido.
Con un último vistazo al sol de mediodía, Taehyung volvió adentro. Dejó la puerta abierta, deleitándose con la libertad de poder hacerlo y no tener que preocuparse porque alguien fuera a entrar con un arma.
— No es la luna, Jennie, estaré bien.
— Gangneung—susurró —. Bien podría serlo.
— Deja de ser elitista. —Taehyung pasó entre las pilas de cajas para llegar hasta ella.
— Podrías haber tenido calma y tranquilidad en Seúl. ¡Hay calles tranquilas con buenas casas donde vivir!
— No es solo por la casa. Necesitaba un cambio radical y Gangneung es perfecta. Tiene el aire de un pueblo pequeño con las comodidades de una gran ciudad. Zoos, museos, playa... Además de que tienes más por menos dinero. —Hizo una pausa para darle importancia a su último argumento —. Y hay menos gente.
— Se que era duro para ti —dijo Jennie suavizando su tono.
— Me habría vuelto loco de no ser por ti —dijo Taehyung dándole un abrazo cariñoso.
— ¿Para qué están los amigos si no? —dijo dándole un codazo —. Prométeme una cosa.
— Dime...
— No te conviertas en un ermitaño. Quiero que salgas y disfrutes de todas esas ventajas que acabas de esgrimirme.
— Lo juro —dijo colocando su mano derecha sobre el corazón de forma solemne.
— Taehyung. Lo digo en serio. A veces pienso que la única razón por la que salías a la calle en Seúl era porque Jimin y yo te obligábamos.
En vez de admitir que llevaba razón, intentó parecer sincero mientras repetía como un loro las palabras que ella había dicho.
ESTÁS LEYENDO
Starry Night
RomanceA los veinticuatro años, los tics y tartamudeos de Taehyung Kim lo han convertido en una persona extremadamente tímida. Aunque sus amigos lo acusan de dejar que su síndrome de Tourette le dicte la vida, Taehyung decide irse de Seúl y trasladarse a u...