Obligadas obligaciones.

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01

Después de que Gi nos contara todo el camino que no pudo acostarse con ningún italiano, sabíamos que la noche aún no terminaba. Ambas están sus camas y solo falto yo, ansiaba por llegar a la mía.

Ansías llegar a la cama de tu bombón dorado.

Te ignoraré, de verdad no puedo creer que no estés de mi lado, conciencia.

Estoy del lado de la excitación, del extasis, de la pasión que sur...

YA BASTA.

Estacione mi auto en el empedrado de la villa donde vivo, elevo mi mirada a los balcones y noto que una de las habitaciones está encendida, será mejor que trepe a mi habitación y la puerta principal la descarte por ahora. Había prometido no salir de fiesta con la excusa de que ya había madurado y que esas cosas no eran para mi, pero a Danna es imposible decirle que no y por la mañana toda mi familia me atacaría diciendo que me contradigo. Hubiera seguido las reglas, hubiera seguido el protocolo que tenía en la cabeza, hubiera seguido otro camino esta noche.

Pero no hubieras visto a tu bombón dorado.

Buen punto.

Me trepo a mi habitación por el balcón y el enredado de hojas y madera blanca, mi abuela me matará cuando sepa que lo maltrate con mis tacones. Doy un brinco dentro de mi habitación gritando victoria, pero luego recuerdo que son las dos de la madrugada y que no estoy sola. Me quito los tacones y el vestido que Madame me dió, me matara si sabe que me tiraron un trago encima, pero solo pienso en dormir.

Piensas en Él.

Dormir, intentó dormir.

Dormí plácidamente, recordándolo, no había marcha atrás, sé que las cosas cambiarían.






Me despierto naturalmente, sin una alarma, sin gritos, sin ruido, una deliciosa mañana.

Bajo en bata a la cocina por las escaleras, me asomo por el marco de la puerta y veo a una Bertha muy contenta bailando con su radio de mano y cocinando algo, huele delicioso.

—¿Por qué tan de buenas, Bertha?— le pregunto pillándola y tomando asiento en uno de los bancos altos de la isla de mármol.

—Oh querida, yo siempre estoy con este humor— me responde aun bailando un poco.
—¿Desayunarás en el comedor? Puedo llevarte el plato y un jugo...— me menciona, pero la interrumpo, siempre me gusta desayunar con ella, las dos nos hacemos compañía.

—Quiero desayunar contigo, aquí— le digo apuntando mi dedo sobre la isla —Así que prepara dos platos mientras yo pongo los cubiertos— añado levantándome y tomando dos tazas y dos juegos de cubiertos —¿O acaso no quieres desayunar conmigo, Bertha? —lo pregunto mientras frunzo el ceño hacia su dirección.

—Siempre es un placer recibir tu compañía, querida— me confiesa poniendo un plato de pancakes con tocino frente mío —Pero sabes que soy tu nana y que...— la interrumpo con el tenedor en mi mano apuntando hacia ella.

—Y eres un miembro de la familia, así que acostúmbrate, mi abuela te adora, dice que eres su mejor amiga, a veces me pregunto cómo la soportas cuando está de mandona por toda la villa— le explico sonriendo mientras me llevo un bocado a la boca y sentándome frente a ella. Ella solo ríe y me sirve un poco de jugo de naranja fresco.

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