Capítulo 4

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NAVIORY

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NAVIORY


Después de las fuertes declaraciones, nos aseguramos de reponer y asegurar detalles, más tarde, ese mismo día me reuniría con Biavane Jackson, una heredera de distintas industrias en el mundo.

Necesitaba hablar con ella, así que le había mandado un mensaje el cual decía, lugar y hora del encuentro.

Cualquier tipo de reunión en la cual nos viéramos comprometidas eran reuniones de noche, sin oportunidad para ser rastreadas o incriminadas, siempre nos asegurábamos que fueran programadas para horarios nocturnos, era más fácil no ser vista, o lo más probable ser confundida por algún buen ciudadano que le importara más su vida que la de otras personas, sin embargo, la vida era una perra sin cuidados, y en algunos casos exclusivos, nos encontrábamos y tratábamos de ser más cuidadosas al actuar, incluso a veces cuando implicaba encontrarnos lo más pronto posible; siempre utilizábamos técnicas criptográficas, incluyendo los pagos de algunos trabajos encargados, todos eran absolutamente pagados en criptomonedas.

Cuando me despedí, Atlas salió en una rebuscada emboscada que le hubiera quitado el alma a cualquiera que no tuviera un lobo de mascota, pero cuando se trataba de mí, las sorpresas siempre estaban destinadas a ser una pérdida de tiempo.

—Nos vemos pronto, chico rudo... —Toqué su cabeza, acariciando su pelaje negro intenso— Tal vez la próxima vez, consigas romper tú racha de derrotas y fracasos.

Su hocico siempre se mantenía en el suelo, olisqueando todo lo que su oscura nariz le permitía, era uno de sus órganos más vitales para sobrevivir. Movió su nariz, llevándola directamente a uno de mis bolsillos de mi gabardina negra de cuero.

—¡Lo descubriste, buen chico rudo! —llevé mi mano hacia ese lugar, había traído conmigo un pedazo de carne envuelto en papel aluminio; saqué el trozo de carne y quité el envoltorio, se lo tendí e inmediatamente se le fue encima para después seguir en una conversación silenciosa con él, volví a acariciarlo despidiéndome—. ¿Hace cuánto?, ¿eh? Eres un tramposo, ya lo sabías... pero lo acepto, soy culpable de amarte y de quererte tanto como puedo hacerlo.

Saliendo del lugar, conduje hasta la gran ciudad, esa ciudad cansada y atestada de personas sin propósitos, en donde todos padecían de insultantes problemas sin fin.

La necesidad... esa necesidad siempre estaba ahí, podía ser que yo la apaciguara, pero de todas maneras ella tenía ese control sobre mí.

Eso lo arreglaría más tarde...

Poder...

Ese que estaba enteramente consciente de que algún día ya no lo tendría, sería tarde, lo sabía.

Un sonido me sacó de mi vacilación interna, se trataba de mi móvil, una notificación había caído. Tomé aire, inhalando profundamente antes de ver al responsable del mensaje nuevo. Vapor, eso sentía en mi sangre, el sudor frío que exigía algo más que sólo bombones de caramelo saborizados a sandía.

INGOBERNABLES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora