Capítulo 8

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NAVIORY

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NAVIORY


Todo comenzaba en bucle. Y cualquier momento podía ser perfecto para correr, pero eso sería inútil.

Coexistíamos en un mundo de brutalidad, el hombre frente a mí era la prueba del mundo al que creía pertenecer. Porque era eso, un asesino a suelo, un mensajero y un matón sin corazón, era lo que le pagaran por ser.

No era miedo lo que corría por mis venas, era una incesante necesidad de actuar. Pero había una valiosa regla...

"Si te divertías en las sombras, permanecerías en las sombras"

—No lo repetiré otra vez. —mantuvo su gesto serio, y de un momento a otro entrecerró sus ojos a algo detrás de mí.

—Entonces, ahórrate la molestia y suéltalo de una vez. —en un movimiento brusco, alargó su brazo presionando el papel sobre mi estómago, acto seguido su nariz se arrugó con desagrado.

—Déjame hacer mi maldito trabajo. —gruñó en un murmuro bajo.

Agarré el papel, miré sobre mi hombro y en el momento que lo hice, la frustración me entró de lleno. Un chico con el cabello despeinado se dirigía hacia nosotros, Elliot, caminaba en mi dirección a paso rápido, algo caliente se vertió sobre mi torrente sanguíneo. No podía ser.

Un hombre lo acompañaba, un escolta, apuñando el papel regresé mi vista al frente, pero el hombre ya no estaba, no había nadie, ni rastro del supuesto turista.

Y como era de esperarse, Elliot puso sus manos sobre mis hombros y tomó lugar frente a mí.

—¿También estás siendo acosada? —preguntó suavemente, examinando nuestro alrededor.

—¿De qué hablas, Elliot? —arqueé mi ceja, inmediatamente apartó su mirada—. ¿Qué haces aquí y a qué viene esa...?

—No lo has visto... aún. —la culpa cubrió sus facciones. Ladeé mi cabeza, cansada de tantos rodeos.

—¿Puedes hablar de una vez?

Un sonido... una luz cegadora.

Un flash... seguido de otro y otro.

—No, no... —se quejó sacudiendo su cabeza y sin esperar nada más, cruzamos miradas y comenzamos a avanzar, el escolta de Elliot se acercó a nosotros a toda prisa y nos dirigió dentro de una tienda.

—¿Qué demonios, Elliot? —solté, sintiendo como todo su cuerpo se había tensado de camino a la tienda.

Podían suceder dos cosas, era un nuevo efecto de las drogas o mis neuronas estaban tan apagadas que todo me parecía ridículo.

—Empieza por encender tu teléfono—sugirió, paramos en medio de la tienda, las encargadas de la tienda nos recibieron, aunque rápidamente el escolta de Elliot las apartó, alejándolas de nosotros—. Porque al parecer, estamos en primera plana...

INGOBERNABLES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora