Capítulo 3

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NAVIORY

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NAVIORY


Conducía por una carretera desolada, justo en un área remota rodeada de árboles y mucha vegetación sin importar el lugar en el que pusieras la vista, en medio de bosques siendo más específica, me encontraba fuera de la gran ciudad ahí donde todos dudarían de la existencia de una buena cobertura o que incluso existiera cobertura.

Mi propósito era llegar a una nave industrial, donde me esperaba la caballería o al menos eso se suponía, tenía que ir al lugar, revisar avances, recopilar nueva información y claro, saber cuál era la razón sobre el cambio de planes a último momento.

Me desvié del camino que seguía la carretera hacia una zona aún más boscosa y pantanosa, hasta que por fin llegué y paré frente a una gran roca en medio de tres árboles, el primero era un árbol frondoso repleto de verdes hojas, el segundo, que en su desgracia estaba seco y caído al ser alcanzado por el impacto de un rayo, siendo solo la altura junto con la grandeza de sus gruesas y abundantes ramas que habían quedado, y que afortunadamente aún descansaban sobre la gran roca que se encontraba cubierta musgo y maleza, cubriendo el auto de manera específica y estratégica en los lados correctos, el tercer árbol, parecido al primero, verde y frondoso con una buena altura y ramificación que apostaba podían ser pinos.

Estacioné el auto, bajé y empecé a caminar rodeando el pantano, solo se podían escuchar mis pisadas sobre las hojas secas y algunas de las pequeñas ramas que estaban en el suelo quebrarse bajo mis botas. Y ahí estaba, la nave industrial con aspecto abandonado, rodeada de más pinos caídos bloqueando las entradas principales, dejando libres dos entradas pequeñas que resultaban ser de mantenimiento originalmente.

Entré al lugar por una de las pequeñas puertas no bloqueadas, apartando con mi brazo los pedazos de cortinas plásticas no tan transparentes que colgaban en tiras atrás de las puertas, que funcionaba cubriendo la vista hacia el interior del lugar, pero también podrías notar y distinguir borrosamente algunas siluetas y pequeñas bombillas parpadeantes de máquinas en colores de rojo, amarillo, azules y verdes, aparte de las lámparas de techo industrial que iluminaban todo el espacio interior; seguí avanzando y bajé por la pequeña rampilla, sin hacer mucho esfuerzo podía escuchar algunos sonidos de golpes que provenían del interior.

De repente algo grande y pesado me impactó de frente haciéndome retroceder, se trataba del pequeño cachorro, que ahora había crecido y se había convertido en un lobo negro de aspecto intimidante, cuando en realidad, era juguetón y terco la mayoría de veces, había sido domesticado al pasar con nosotras, pero de igual manera, me había tomado la tarea de intentar liberarlo varias veces en el pasado aunque siempre volvía negándose a dejarnos, o quizás a irse de su cama la cual se había apropiado de una esquina del lugar; nos encontró siendo un pequeño lobezno perdido y débil con una hambre extraordinariamente anormal, horas después descubrimos que nos había encontrado gracias a una pequeña masacre en el bosque, personas que se creían cazadores y mataban manadas de lobos en temporadas de caza, dejando así al lobezno solo y sin manada; a veces la alerta del galpón se activaba, encendiendo las cámaras de movimiento por las noches que terminaban trayéndonos de inmediato aquí, hasta que un día, el lobezno había dejado pequeñas huellitas de sangre al poseer unos pequeños cortes en sus patas, luego él se había acostumbrado lo suficientemente rápido a nuestra presencia y nosotras a su compañía. Días después lo había bautizado como el nombre de Atlas.

INGOBERNABLES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora