Capítulo 7

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NAVIORY

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NAVIORY


—Vaya, que... forma de presentarte —suspiré profundamente, volví a poner mis ojos sobre él— ¿De casualidad, planeas decirme tu nombre, Mister?

Él frunció su ceño y luego, como si hubiera olvidado porque me había dicho aquello, tragó grueso, volviendo a sacudir su cabeza. Miró por encima de su hombro y volteó hacia mí.

Llevé mi vista atrás de él, justo donde hace unos segundos él había puesto su atención, dos chicos rondando los veinte miraban en nuestra dirección, tanto uno como el otro, tenían una mirada que decía "somos niños ricos de mamá y papá" creyendo ser hombres maduros sólo por estar en un lugar como éste. Ciertamente yo no era tan indicada para decirlo, principalmente, porque yo no era mayor que ellos, es decir, nos veíamos igual de jóvenes hablando de aspectos y había posibilidades que también coincidiéramos en edades.

Pero a unos les tocaba ver el otro lado de la luna antes de tiempo. Era fascinante, hermosa y perfecta... hasta que tropezabas con las ilusiones que sostenías fervientemente cayendo en su lado oscuro, donde su cara oculta te resultaba tan asfixiante, salpicada de manchas, recordándote que hasta la más pura era marcada por los años, repleta de cráteres que te demostraban todas esas pequeñas victorias que contaban la fortaleza que poseía en su claro esplendor, que, sin duda alguna, contrastaban con la multitud de batallas en donde muchos sólo eran espectadores y algunos otros únicamente solían ser luchas perdidas.

Él carraspeó, sacándome de mis pensamientos. 

A veces sin darme cuenta, parecía divagar... 

—No estoy tan drogado como parece, en realidad, yo... —se interrumpió a sí mismo y se abrió espacio a mi lado sentándose de todos modos —. Gracias. Yo tampoco entiendo qué hago aquí...

Fijé mi vista donde él tenía la suya. Un chico, que se encontraba al otro lado del lugar con dos chicas sentadas a la par suya, una en cada costado de él, charlando, ambas sonriendo seductoramente para él. Pero después volvió a poner su vista en los dos chicos que básicamente parecían burlarse del chico sentado a mi lado.

Y creí atar algunos cabos sueltos...

—Tengo que asumir que esos dos de ahí te conocen, o simplemente nunca los has visto en tú vida.

Se encogió de hombros, luciendo vencido.

—Esperan que me acueste contigo, pero... —volvió a quedarse callado por unos minutos. Quizá tratando de escoger bien sus palabras.

Las risillas molestas de los chicos se hacían más molestas cada vez.

Sentía una migraña aproximarse, y realmente temía que en los siguientes segundos tuvieran una bandeja aplastada sobre sus detestables caras.

Me dirigí al chico a mi lado.

—Entonces, ¿yo soy la escogida para escuchar tus interesantes crisis emocionales...?

INGOBERNABLES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora