Romeo y Julieta (pt.2)

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* basado en hechos reales.

Ocurrió una noche de tormenta

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Ocurrió una noche de tormenta.

De esas en las que no puedes dormir, donde das vueltas y vueltas a un sinfín de cosas y tu cerebro es incapaz de procesar melatonina, cuando crees estar a punto de conseguirlo pero algo te despierta y pierdes el sueño otra vez.

Eso mismo le ocurrió a Jisung la noche que Minho le dejó solo.

Porque el diablo siempre le observaba hasta dormir, sin que supiera realmente el porqué. Pero esa noche él no estaba, y lo sabía porque la sensación de los ojos de Minho penetrando su nuca era fácil de reconocer.

¿Es que Jisung ahora era dependiente a Minho?

Lo sabría entonces si la razón de su falta de sueño aquella noche se debía a eso, pero no, estaba seguro de que había algo más.

—¿Minho?— Preguntó extrañado por su ausencia.

Se levantó a por agua o cualquier otra cosa que lo despejase de esa lenta tortura.

Fue entonces que lo reconoció; Que aquel pasillo de siempre no era el pasillo de siempre.

Por todos lados; viscosidad.

Una masa negra, o roja, quizás gris, pero la poca luz que alumbraba no le dejaba distinguirlo con claridad.

Su zapato quedó atrapado en ella, y dedujo que si no salía pronto de allí, él acabaría enterrado también.

Pero lo sabía; sabía que era una pesadilla más. Entonces, ¿por qué todo aquello que sentía tan vívido no hacía más que gritarle que corriera?

Dejó atrás el pasillo, y dejó de ver nada. Pronto, todo a su vista se convirtieron en espejos. Espejos arriba, abajo, derecha e izquierda.

Pero no reflejaban nada.

Huyó evitando todo lo que de un momento a otro le rodeaba. No tardó en escuchar voces, llantos.

No cualquier llanto; era el llanto del alma en pena.

—¿Hola?— Preguntó. Quizás si andaba por allí cerca sería capaz de hablar con él.

Pero no respondió nadie.

—¡Lo siento!— Gritó el alma. Jisung siguió la voz, pero la perdió muy rápido. No tardó en darse cuenta de que venía de todas partes.

—Con un lo siento no basta, Jeongin.— Respondió alguien desconocido. Entonces en los espejos se reflejó la escena.

Quien supuso que era Jeongin, el alma en pena, sollozaba tirado en el suelo, sus extremidades no daban a más.

—Y a ver si te callas un rato, maricón.— El chico le agarró de los pelos y le estampó contra el suelo una vez más.—Das puto asco, no puedo creer que hayas tocado así a mi hermano.

El Juego del Silencio || MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora