Capitulo 24

27 5 5
                                    

Al amanecer del día del solsticio de verano Madara entró por la puerta armando tal escándalo que Sakura se incorporó de un salto en su cubículo convencida de que la bruja le pisaba los talones.

—¡Piensan tanto en mí que siempre juegan sin mí! —gritó Madara.

Sakura se dio cuenta que lo único que pasaba era que estaba intentando cantar la canción de Kurama y se volvió a tumbar justo cuando Madara se tropezó con la silla y se enganchó con el taburete, que salió disparado al otro extremo de la habitación.

Después de eso intentó subir a su cuarto por el armario de las escobas y luego por el patio. Aquello lo dejó un poco confundido. Pero por fin descubrió las escaleras, excepto el primer escalón, con el que se tropezó y se cayó de cara. El castillo enteró tembló.

—¿Qué pasa? —preguntó Sakura sacando la cabeza por la barandilla.

—Reunión del Club de Rugby —replicó Madara con lenta dignidad—. ¿A que no sabías que volaba raudo y veloz como delantero de mi universidad, Doña Fisgona?

—Si estabas intentando volar, parece que se te ha olvidado —dijo Sakura.

—Nací con la habilidad de tener visiones extrañas —dijo Madara—, cosas invisibles para los ojos, e iba de camino a la cama cuando me habéis interrumpido. Y sé dónde están todos los años pasados y quién partió la pezuña del diablo.

—Vete a la cama, memo —dijo Kurama adormilado—. Estás borracho.

—¿Quién, yo? —preguntó Madara—. Os aseguro, amigos míos, que estoy más sobrio que una roca—.

Se levantó y subió pesadamente las escaleras, tanteando la pared como si pensara que se le iba a escapar si no la controlaba con la mano. Pero la puerta de su cuarto se le escapó.

—. ¡Qué mentira más grande! —comentó, mientras se chocaba contra la pared—. Mi deslumbrante falta de honradez será mi salvación—

Se chocó contra la pared varias veces más, en distintos lugares, antes de descubrir la puerta de su cuarto y entrar a trompicones. Sakura lo oyó caerse varias veces y decir que la cama le estaba esquivando.

—¡Es imposible! —dijo Sakura, y decidió marcharse de inmediato.

Desgraciadamente, el ruido que había hecho Madara despertó a Naruto y a Nagato, que dormía en el suelo de su habitación. Naruto bajó diciendo que ya que estaba totalmente despierto saldría a coger las flores para hacer las guirnaldas del solsticio aprovechando que el día todavía estaba fresco.

Sakura no lamentó salir por última vez al lugar de las flores. La llanura estaba velada por una neblina cálida y lechosa, impregnada de aromas y colores medio escondidos. Sakura avanzó por el sendero, comprobando el suelo húmedo con su bastón, escuchando los píos y cantos de miles de pájaros y sintiéndose realmente triste. Acarició un lirio del campo húmedo de rocío y pasó el dedo sobre una de las grandes flores púrpuras de estambres largos y empolvados. Miró hacia atrás al castillo alto y negro que partía la neblina a sus espaldas. Suspiró.

—Lo ha mejorado muchísimo —dijo Nagato mientras colocaba un ramo de hibiscos en el barreño flotante de Naruto.

—¿Quién? —preguntó Naruto.

—Madara —dijo Nagato—. Al principio solo había arbustos, y eran pequeños y resecos.

—¿Recuerdas haber estado aquí antes? —premunió Naruto entusiasmado. No había renunciado en absoluto a la idea que Nagato pudiera ser el príncipe Sasori.

Un Hechizo y Un Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora